Giovanni Giaccio
Tenía sólo 17 años Davide Bifolco, el chico asesinado por el disparo de un policía la noche del 4 al 5 de septiembre. Sucedió después de que no obedeciese al “alto” ordenado por el agente, quien había visto al muchacho junto a otros dos jóvenes circulando en una moto.
Bifolco, que vivía en Traiano, un barrio de Nápoles –ciudad gobernada por la Camorra–, viendo al carabinero, no se paró. El hombre disparó al joven en el pecho, hiriéndolo de muerte, aunque después ha asegurado que se trató de un accidente y el arma se disparó sola. La familia no lo creyó y el barrio estalló en protestas.
Sólo algunos minutos después del suceso, el barrio se llenó de gente furiosa que no podía creer lo que acaba de suceder: a diferencia de las muertes de camorristas, esta vez un policía había matado a un joven inocente.
En su artículo, Lirio Abbate, periodista del diario italiano Espresso, habla de las condiciones en las que viven los habitantes de zonas como Traiano: vivir en un barrio donde reina el crimen en lugar de la ley no es fácil; la gente acaba por no fiarse del Estado, el cual hace años se ha olvidado de ellos y, por el contrario, cree firmemente en la Camorra que “da de comer” a muchos de los lugareños.
Aquí, tras el grave suceso ocurrido, los italianos se encuentran frente a otro importante error del Estado: ciudadanos olvidados, policías que no pueden hacer su trabajo porque la gente les odia y una organización criminal que sigue ganando dinero a costa de la vida de otras personas.
Por eso, explica Abbate, no es difícil entender las razones que llevaron a la policía a pretender hacer huelga para defender sus derechos, que en Italia ya no se respetan. Los hombres y las mujeres que defienden la seguridad de los ciudadanos llevan años con el mismo sueldo, aunque obtengan una promoción; ni siquiera las horas extraordinarias les son pagadas y, en algunos casos, trabajan llevando puestas divisas y distintivos ya usados por otros compañeros.
Lo que empieza a preocupar es que los sindicatos viesen con buenos ojos la pretensión de hacer huelga, aunque esto supusiera la imposibilidad de garantizar el derecho de seguridad de los ciudadanos al que están obligadas las fuerzas de seguridad del Estado.
Por su parte, el gobierno continúa haciendo recortes que se traducen en recortes de los servicios. Pero, a pesar de ello, la deuda pública sigue creciendo. No es difícil entender que, frente a este lamentable espectáculo, que nos muestra un país sumergido en el caos, la gente decida salir a la calle y protestar contra un gobierno incapaz de darse cuenta de la desesperación de los italianos.
IMAGEN: Sarmale / Olga