El tren de la independencia en el que se ha subido D. Arturo, avanza a velocidad excesiva y sin frenos, hacia el puente en el que la vía se termina, a guisa de aquella película de regreso al futuro, que debimos ver casi todos nosotros. La borrachera pasa por varias fases, entre las que está la exaltación de la amistad, siempre previa a los insultos al clero y al gobierno, que a su vez es anterior al coma etílico y a la muerte que sobreviene si se ingiere suficiente cantidad de alcohol. El Sr. Mas pasó de la sonrisa dialogante del catalán condescendiente con los pueblos inferiores, al insulto puro y duro, afirmando que en España “de momento” se chilla. No veo alaridos en este texto. Mejor dicho, no los oigo. Y a D. Arturo le falla la memoria, porque toda vez que “de momento” Cataluña forma parte de España, no resulta difícil colegir que, precisamente en Cataluña, se chilla. Y eso sí que es verdad. Se chilla cuando se toleran manifestaciones contra la Constitución de todos los españoles, cuando se estimula, desde el gobierno, la imposición del catalán y la educación en el separatismo; cuando se tolera violencia, como la quema de banderas españolas o de imágenes del rey, ante la pasividad de las fuerzas del orden. Efectivamente, en esa parte de España, se chilla, en esas provincias situadas al noreste de la península, en las que se sanciona a quienes quieran rotular su negocio en castellano, solo por un sentimiento antiespañol nada amistoso y absolutamente desintegrador. Artur Mas alimenta el futuro de una Cataluña aislada en la soledad de su lengua minoritaria, de su exclusión del euro y de la Unión Europea, con un Barcelona que juegue la liga con el Granollers o el Tarrasa. Y lo peor de todo: Messi en el Real Madrid.