No sé si el Sr. Ribó seguirá yendo al Ayuntamiento de Valencia en bici, y la verdad tampoco me importa demasiado. Son de ese tipo de cosas que no solucionan nada. Arengan las masas propias. Dejan indiferentes las ajenas. Más punzante ha sido la decisión del Alcalde de Puzol, que ha dejado de ofrendar glorias a España, como se venía haciendo en cada vez que sonaba el himno de la Comunitat, en su primer verso. Festeros, algún propio y los ajenos se han sentido picados en la honra patria, que al final es como el culo: todos tenemos una, y parece que la de los demás huela bastante peor. Vayan a mirar un par de provincias más al norte y me cuentan.
Encuesta publicada en La Razón
Tengo la sensación de que esta gente no acaba de comprender bien las reglas del juego. Bueno, sé que las comprende, pero se las pasa por el escroto. Que te guste el himno o no, es tú problema. Si quieres cambiarlo, puede ser problema de muchos más. No conciben que el que discrepa pueda hacerlo de buena fe. Existen cauces y formas para hacer todos los cambios que se quieran, pero saltarse la legalidad desde el poder hace muy feo. Parece que (no parece, es) solo les gusta la democracia para alcanzar la poltrona. Una vez allí, pasando de las reglas, que estorban. Aceptaron jugar el juego, pero cuando sacan ventaja, va el tablero por el aire. Las reglas que consagraron desde la oposición, ahora son opinables, dando razón a los de la bancada de enfrente. Y no porque no hagan lo mismo. También tienen cadáveres en el armario.
Las cuestiones que pudieran ser relevantes para el día a día de los ciudadanos, sin embargo, se obvian. Se dejan de lado. Hemos vivido sin mayores problemas sin RTVV, demostrando que, aunque fue cerrada de forma chapucera, no se han caído las estrellas del cielo por ello. Eso sí, el ahorro que debió suponer su cierre, no ha dado tiempo, ni dará a sentirse en los bolsillos. Ni en las cuentas corrientes. Para eso se cierra una tele pública. Para ahorrar. Y para repercutir ese ahorro en los ciudadanos. Y de paso para eliminar la prensa colaboracionista con el gobierno de turno. Ellos necesitan altavoz.
Gobernar de cara a la galería es muy sencillo. Aplicamos el manual ideológico y, pase lo que pase, echamos la culpa al de enfrente. O a Merkel. O a los mercados. La cuestión es evitar la responsabilidad. Y mientras, gesto tras gesto, decisión tras decisión encabronamos a los del otro color. Y no nos preocupamos de los de nuestra cuerda. Solo del maquillaje. Bien rojo. Con boina calada. Y la vida sigue. Y a tres meses de las generales, tras tres meses de las autonómicas, va y resulta que la derecha cavernaria, esa fascista y antisocial, se puede volver a alzar con el poder. Sin hacer nada. Midiendo los tiempos. Muy a lo Mariano. Ponemos a los pies de los caballos a nuestros alcaldes y corruptos y se acabó. De nuevo presidente. Y no por accidente. Sino porque gobernar es algo más que ofrendar o no glorias a España, prohibir toros o cantar en si bemol.
No sé quien será el próximo presidente de España, pero desde luego si sé que Rajoy no ganará las elecciones. Si es presidente las habrá perdido la izquierda. Por incomparecencia.
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