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Más historias de niños

Publicado el 30 octubre 2012 por Francescbon @francescbon

MAS HISTORIAS DE NIÑOSA raíz de cierta polémica muy ligera acerca de los premios Nobel, sus merecimientos o no, y su errático criterio de valoración, acabo interesándome por la lectura tanto de algunos premiados como de algunos de los que, leo, deberían serlo. Coincidencia, el de Patricio Pron, uno de los últimos libros que me ha impresionado, también presentaba en portada una foto en blanco y negro con tiernos infantes. Aunque estos no eran los protagonistas. En el caso de esta novela de Amos Oz, el protagonista sí es un niño, aunque la narración es por parte del ya adulto que ha crecido y, pasados más de cuarenta años, rememora en muy vívida primera persona los hechos que le acontecieron a sus tiernos doce añitos. Lo cual ya descarta el componente trágico: sabemos, salvo colosal sorpresa que no se produce, que lo que pasa en el libro no representará riesgo para su protagonista. Parece ser que mucha gente considera que Amos Oz debería alzarse con el Nobel una vez la gira que dé dicho premio vuelva a Israel, tras pasarse últimamente por China, Escandinavia, Sudáfrica, y otras literariamente exóticas (para la mayoría occidental) zonas del globo. El caso es que esta es una novela bien escrita, con una, intuyo, aunque debería callarme con mis nulos conocimientos del hebreo, excelente traducción. Lo digo porque es meritorio el estilo literario que ha quedado al traducirlo, algo que no siempre se da por sentado cuando hablamos de lenguas no tan difundidas como inglés o castellano. Sin ir más lejos, en el libro de Imre Kertész de hace unos días noté cierta artificiosidad en la traducción literal desde el húngaro, cierta dificultad de encaje. No pasa con el de Amos Oz: Una pantera en el sótano (título que obedece a una imaginaria película con Tyrone Power que el protagonista recuerda profusamente) es un libro con una prosa impecable, con una historia que interesa rápidamente, ambientada en el mandato británica en la Jerusalén previa a la creación del estado de Israel, y con un personaje que no hace del niño blando y repelente de otros libros: este es un preadolescente judío al que las hormonas empiezan a despertar y que entabla juegos con sus amigos que ya acarrean cierto riesgo físico. En uno de sus juegos conoce al soldado inglés interesado por la cultura hebrea que intercambiará conocimientos de idiomas con él. Y al que el niño intentará sonsacar información para la organización de ayuda a su pueblo que ha creado en juegos.La trama da para hablar de esa nación judía sin estado de 1947, de la sensación de desconfianza en que anda sumida (hacia lógicamente, alemanes y árabes, pero también hacia ingleses) y de su sorprendente (aunque Amos Oz es un escritor israelí y ello hay que tenerlo en cuenta) cohesión como pueblo, y su impecable instinto de supervivencia.Con estos mimbres la novela podría haber ido a más, optar incluso por el amago de narración con tono ligeramente aventurero, y se queda en una especie de fresco de un escenario previo a hechos históricos: tentativa interesante pero algo desleída pues emplea más esfuerzo en sus mensajes subliminales historicistas y algo dogmáticos que en el puro estímulo del suspense más policíaco.


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