Ese anuncio de Artur Mas de que puede estallar la violencia en Cataluña si no se permite celebrar el referéndum independentista del 9 de noviembre es una gravísima amenaza.
Habrá que prepararse porque todos los conflictos que terminan mal empiezan con este tipo de coacciones y chantajes: la estrategia de la provocación.
Primero se excita a grupos emotivos indignándolos con mitos y falsos agravios, luego se le exige al objeto de la ira ya cultivada que cumpla la voluntad propia porque de otra manera esa masa se vuelve violenta.
Mas ha amenazado con esa violencia a un gobierno democrático, pero también a todos los españoles, las víctimas de cualquier posible derramamiento de sangre.
Aunque lo que es igualmente grave, el presidente de la generalidad catalana ha chantajeado al Tribunal Constitucional al advertirle que si no levanta la suspensión del referéndum que ordenó el pasado lunes sería responsable de la violencia que surgiera como reacción.
Inevitablemente hace recordar a Lluís Companys, el presidente de la Generalidad que se levantó contra la República en octubre de 1934, aunque no declarando la independencia total, sino el “Estat Català” dentro de una hipotética “Confederació de Pobles Ibèrics”, algo parecido a lo que quizás querría el actual Honorable sospechoso de corrupción.
En aquella revolución de octubre, simultáneamente a la minera en Asturias, para controlarla tuvieron un papel notable algunos militares como el capitán Lozano, el abuelo de Zapatero --también actuó contra los mineros--, y el ya entonces general Franco.
España tiene una democracia moderna que no debe olvidar 1934-1975, el terrorismo etarra, el islamista y el de Terra Lliure, cuyos pistoleros ingresaron en ERC.
En las manifestaciones independentistas de estos días se grita “¡Viva Terra Lliure! Habrá que prepararse para no a ceder.
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SALAS