Revista Cine
Habiendo recuperado a Margaret Dumont en el anterior film, los Marx, ahora ya como los Hermanos Marx y no como Los 4 Hermanos Marx, emprendían una nueva aventura dos años después de su anterior película. En una de las numerosas partidas de cartas a las que Chico asistía, este conoció a alguien que los relanzaría como estrellas, Irving G. Thalberg, miembro de la Metro-Goldwyn-Mayer. Este, que a pesar de la oposición de Louis B. Mayer, quería demostrar que era capaz de realizar una película cómica que llegase al nivel deseado por la productora. En Milán, al finalizar la temporada de ópera, Otis B Driftwood presenta a Herman Gottlieb, director de la ópera de Nueva York, a la señora Claypool, una acaudalada que Driftwood ha prometido introducir en sociedad. Gottlieb desea contratar al prestigioso y antipático tenor Rodolfo Lasparri, y Driftwood quiere adelantarse, pero tras una confusión acaba contratando a Riccardo Baroni, un joven tenor, que está enamorado, y es correspondido, de Rosa Castaldi, la pasión del tenor Lasparri, que la nombra prima donna. Todos viajan hacia América para afrontar al temporada de Ópera, pero tres de ellos, Riccardo, su agente Fiorello, y Tomasso, el antiguo ayudante de Lasparri, lo hacen como polizones dentro del baúl de Driftwood. Debido a su compañía, Driftwood pierde el favor de la señora Claypool, quedándose en la calle, pero junto a Fiorello y Tomasso conseguirá que Riccardo cante y así recuperar el favor de la dama. Esta película es sin duda recordada por uno de los gags más célebres de la historia del cine, el camarote, ya conocido como “El camarote de los Marx”, en el que no hace más que entrar gente: Driftwood, tres polizones, dos plomeros, dos empleadas del servicio, una de la manicura, una mujer que busca a su tía, cuatro camareros, etcétera, etcétera, hasta que la inocente Margaret Dumont abre la puerta, y todos salen a presión. El equipo que formó parte de Una noche en la ópera hizo que esta llegara a ser una de las películas más taquilleras y exitosas del año, y es que además de un brillante guión que permitió a los Hermanos darlo todo, los actores que estaban a su alrededor, así como los números musicales, hicieron que llegara a lo más alto. Para el rodaje de este film los hermanos y Thalberg “midieron las risas”, es decir, para comprobar la eficacia de los gags y las pausas entre uno y otro, realizaron una pequeña gira por diversos teatros interpretando sketches del film y comprobando el efecto que producían en el público. Este método se utilizó no tan solo en este film, sino que también, por ejemplo, en Un día en las carreras y Los Hermanos Marx en el Oeste. Tras un rodaje de cincuenta y cinco días y un coste de producción que superaba el millón de dólares, en noviembre de 1935 se estrenó Una noche en la ópera. Tal como había predico Irving Thalberg, rápidamente alcanzó un éxito arrollador de público. La crítica la recibió bien, aunque algunos echaran de menos la espontaneidad y la anarquía cómica, típica de las producciones de la Paramount, que habían alcanzado su punto álgido en Sopa de Ganso. A pesar de ello esta película significó un hito en la filmografía de los Marx, además de convertirse en una de sus películas, por decir la que más, más famosas. A veces, cuando se habla de la filmografía de algún actor o director en concreto, se recomienda empezar por una película u otra, aunque no sea la primera, pues en el caso de los Hermanos Marx, la mejor cinta para catarlos y empezar a reír es, sin lugar a duda, Una noche en la ópera.Valoración: 6/5