Más pijos ácratas por favor

Pues resulta que mi hombre (al menos mi hombre de esta semana), Santiago Pedraz, es hijo de un periodista y pareja de otra. Y esto señores, y lo digo de entrada, no puede ser bueno. Tanto roce con miembros de esta profesión desde que se es un niño no puede desembocar sino en un ‘pijo ácrata‘, tal y como ha dejado claro el portavoz adjunto del Grupo Popular en el Congreso de los Diputados, Rafael Hernando.

Analicemos la definición de Hernando: Pedraz es un pijo, por lo que manifiesta gustos de una clase social acomodada, con el matiz de ser un ácrata, es decir partidario de suprimir toda autoridad. Vamos que al colega le va la vida cómoda pero nada de que le den órdenes (cuanto más lo pienso más me identifico con el término. A ver si al final va a resultar que el portavoz pepero va a ser quien me defina con exactitud…).

Que exista un juez que sea capaz de decir hoy por hoy en un auto que la convocatoria ‘Rodea el Congreso’ (que no invádelo) “se enmarca en el derecho a la libertad de expresión”, o incluso de expresar su opinión (sí, soy consciente de que igual no cabía en un auto judicial, pero a mí leerlo me ha hecho sentir hasta el aleteo de mariposas en el estómago) con respecto a la decadencia de la clase política, me reconcilia un poquito con la justicia, aunque no lo suficiente como para escribir la palabra con mayúscula.