Como ya hizo en su encíclica Laudato si’ (cfr. n. 122), el Papa lamenta la difusión del relativismo utilitarista en la sociedad actual. “El campo de la medicina y la salud no se ha salvado del avance del paradigma cultural tecnocrático, del culto al poder humano sin límites y del relativismo práctico, donde todo se vuelve irrelevante si no sirve a los propios intereses”. En este contexto, los médicos católicos están llamados a “afirmar la centralidad del paciente como persona y de su dignidad, con sus derechos inalienables, ante todo el derecho a la vida. Hay que resistir la tendencia a degradar al enfermo como si fuera una máquina que reparar, sin respetar los principios morales, y explotando a los más débiles mediante el descarte de todo aquello que no corresponde a la ideología de la eficiencia y el beneficio. La defensa de la dimensión personal del paciente es esencial para humanizar la medicina, también en el sentido de una ‘ecología humana’”.
El Papa pide a los médicos que garanticen “la defensa de la libertad de conciencia, tanto de los médicos como del resto de los profesionales de la salud”. Y en lo que parece una alusión a los debates sobre la eutanasia y el suicidio médico asistido, afirma: “No es aceptable que su trabajo sea vea reducido al de simple ejecutores de la voluntad del paciente o de las necesidades del sistema sanitario en que trabajan”.
