La pasada semana, estuve visitando a unos amigos/clientes que tiene sus respectivos negocios en un polígono industrial cerca de Madrid. Me gusta llamarlos amigos, por que una acción de consultoría tiene un desarrollo inevitable hacia el terreno personal. Estar unos días en una empresa conviviendo y absorbiendo su flujo de personas y actividades, acaba creando lazos que llevan al trato cercano.
Volviendo a casa,cruzaba el polígono, y me iba fijando en la cantidad de medianas y pequeñas empresas que lo poblaban. A veces con solo un vistazo, podías hacerte una idea de cómo cada empresa gestionaba sus operaciones, algunas nadaban en el desorden y sus operarios corrían de un lado para otro, como pollos sin cabeza, buscando cosas. Otras tenían los palets apilados por toda la acera, imagino que por no tener espacio dentro; las había con sus operarios perfectamente uniformados y trabajando en espacios ordenados.
En definitiva, uno como formador y consultor, automáticamente la mente se le pone en modo análisis conforme va viendo la variedad de formas de trabajar que se pueden desarrollar y las soluciones, variaciones y mejoras que pudieran funcionar. Pero ante todo, uno llega a la reflexión de que, con cambios sencillos se puede transformar y mejorar cualquier proceso. Cada empresa es privativa de hacer la cosas como considere oportuno, faltaría más, pero a veces caemos en el error de entender que el punto de vista con el que observamos nuestros procesos, quizá no sea imparcial y nos esté jugando una mala pasada.
En multitud de ocasiones, sucede que tienen que venir desde fuera, para decirnos o hacernos ver donde están los puntos a solucionar dentro de nuestra cadena. Sencillamente, nuestro punto de vista está sesgado por nuestras propias creencias o nuestra parcialidad, lo que impide que veamos las cosas con perspectiva.
Cuantas de esas empresas del polígono podrían mejorar, aunque fuera básicamente, pero cuantas de ellas estarían dispuestas a hacerlo, a admitir y hacer cambios propuestos por otros, con diferente modo de ver las cosas y sobre todo imparcialidad. Supongo que muchas de ellas.
Finalmente, mientras me incorporaba a la M50, notaba un sabor amargo y una sensación de responsabilidad. Cuando uno escoge el camino de la consultoría y la formación, no ve a las empresas como si fueran billetes de 500€, por lo menos en mi caso, sino que las ve como oportunidades de desarrollar algo positivo y beneficioso para ambos. Empresa y consultor, mejoran y aprenden con cada nuevo proyecto y esa sensación de estar aportando es la que realmente llena y en consecuencia beneficia económicamente a ambos. Con toda la dedicación, interés y pasión que uno le pone a lo que hace, no es una pena que no pueda aportar algo a esas empresas del polígono, siempre se puede mejorar y en muchas ocasiones no es necesario diseñar grandes proyectos, con cambios sencillos y efectivos se nota.
El salto de FPL
Me gustaría compartir esto contigo.
Tras algunos años dedicados a la formación logística, nació FPL Logística, es la consecución del salto de la formación a la consultoría, un salto natural y que garantiza una base de conocimientos que aporta un valor extraordinario a la consultoría. Un proyecto ideado para esas empresas del polígono que podrían necesitar consejo y colaboración, para esas y para todas aquellas que vean en la mejora continua una forma de hacer empresa.
La idea tiene como base lo sencillo. Hacer las cosas de manera clara y técnica, contando con el que realmente sabe como funcionan y buscando la sencillez, lo visual y la manera de hacer algo que todos puedan entender y realizar; esto es filosofía Lean y esto es FPL Logística, la pasión por hacer las cosas útiles para todos, eficaces y competitivas, y aplicable a todos.
De ahí que uno sienta cierta responsabilidad cuando ve que algo se podría hacer mejor, pero que no esta en su mano cambiarlo.
Gracias por tu tiempo.
Jose Carlos Gisbert
Consultor y formador en logística FPL Logística