En los últimos años he notado cómo, poco a poco, mis patrones de consumición de información han cambiado.
Mirando atrás veo que estoy yendo en dirección contraria a las tendencias. Mientras la mayoría de la población dedica cada vez más tiempo a las redes sociales, yo ya no las utilizo como fuente de información.
He cambiado tweets por libros electrónicos. He cambiado Instagram y YouTube por documentales.
Cuanto más elaborado es el contenido, más me gusta… En este sentido voy en línea con lo que propone José Luis Orihuela:
La lectura exige una disciplina que nos devuelve el control de nuestro tiempo (capturado por la navegación interminable de los muros sociales y del streaming televisivo) y el libro nos ofrece un mundo delimitado, ordenado y accesible (en contraposición a la infinidad caótica del mundo online).
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