La ley antitabaco supuso el destierro de los fumadores a las calles, haciendo bueno el chascarrillo de nuestro Pelayo local que afirmaba como el tabaco mata de frío. Al hacerlo, supuso un jarro de agua fría al descanso vecinal que ha de soportar los ruidos e incomodidades propias de consumidores de tabaco poco cívicos, de modo que si los establecimientos de hostelería consiguen sobrevivir, algún que otro vecino habrá de tener un sueño pesado para poder descansar en condiciones.
El problema, que terminará por incrementarse, es el resultado de legislar contra un colectivo más o menos numeroso, como es el de los fumadores, en vez de hacer normas favorables a los no fumadores. Toda vez que ninguna administración tuvo el valor de prohibir radicalmente el consumo de tabaco por su toxicidad, deberemos habilitar espacios para ello: La construcción de terrazas parcialmente abiertas, la permisividad para establecimientos concretos con determinadas normas de ventilación y autoservicio que limite la exposición al humo a sus trabajadores y una larga colección de etcéteras, medidas encaminadas a la convivencia pacífica entre defensores y detractores de la nicotina.
Al contrario, lo que hemos conseguido es ensuciar las aceras de nuestras ciudades con cientos o miles de colillas que otrora, terminaban sus días en el cenicero de la cafetería que hay en la esquina, pero que ahora se multiplican en las cercanías de bares y restaurantes. También entendemos las protestas de los vecinos agobiados por el ruido a altas horas de la mañana, pero no alcanzamos a comprender como la normativa sobre cierre de establecimientos en Gijón resulta sistemáticamente incumplida por numerosos negocios de hostelería, lo mismo que la referida a música amplificada, mientras se persigue exhaustivamente a quien consuma un cigarrillo fuera de lugar o momento. La cocaína corre en las barras de muchos negocios, con conocimiento de las fuerzas de orden público, sin que nadie se moleste por ello, con plena asunción de su consumo, pero el fumador es perseguido hasta extremos insospechados pese a tratarse de una droga legal. Cosas de la política.