(JCR)
Si estás en Uganda y ves a un hombre joven sentado a la puerta de una cabaña, dando la espalda a la puerta y hablando con una mujer que está en el interior de la estancia, no te sorprendas. Está hablando con su suegra. En algunas tribus del norte del país se sigue esta costumbre como un signo de respeto que marca una de las relaciones más especiales –y no pocas veces complicadas- que se pueden dar entre seres humanos. En África a la suegra se la respeta hasta límites inimaginables, que rayan con el temor, y razones hay para ello. Se lo digo yo, que tengo suegra africana y para más inri lleva dos semanas en mi casa de Madrid.
Les cuento más costumbres tradicionales de cómo trata un yerno a la madre de su esposa. En una ocasión tuve que acompañar a un amigo mío acholi a visitar a su futura esposa, y uno de los trances por los que el muchacho tuvo que pasar fue realizar su primera visita de cortesía a su suegra. El joven me advirtió que me fijara en todo lo que él hacía y que yo lo repitiera sin rechistar, y yo así lo hice. La entrada en la cabaña se realizó a gatas y una vez dentro hicimos como que no veíamos las dos sillas allí puestas y nos acomodamos en el suelo. Transcurrido un buen rato, alguien entró para indicarnos que podíamos sentarnos en las sillas. Como pasaba el tiempo y nos dejaban allí solos, se me ocurrió mirar al techo para entretenerme y mi compañero me dio un puntapié en la espinilla para advertirme de que en casa de la suegra es de muy mala educación fijarse en sus cosas. Finalmente llegó la señora, quien se sentó fuera de la cabaña y hablamos un rato sin poder verle la cara. Todas estas pruebas tienen como finalidad demostrar a la señora que el pretendiente de su hija es un ser paciente y educado.
En otras culturas africanas la suegra hablará con su yerno siempre por medio de un intérprete, aunque ambos hablen la misma lengua. Y, por supuesto, nada de abrazos ni muestras efusivas de afecto de ningún tipo. Si alguien tuviera la osadía de hacerlo debería pagar dos vacas de multa Todo parece estar encaminado hacia lo mismo: evitar el contacto físico o demasiado cercano entre yerno y suegra, algo que tal vez tenga su origen en el hecho de que como en el África tradicional la gente se casa a muy temprana edad uno puede encontrarse con una suegra aún joven y hay que tabúes como medio para evitar el incesto.
En el norte de Uganda, las visitas de las suegras a la casa de su hija ya casada suelen ser recibidas con una mezcla de exuberancia en la bienvenida y al mismo tiempo con temor, ya que si la buena señora juzga que su hija no está atendida como se merece, podría llevársela de vuelta con ella a casa, dejando a su yerno descompuesto y sin esposa. Por eso se la recibe sacrificando una vaca para que coma bien y no pueda quejarse de nada. El problema es que mi suegra es vegetariana y tampoco come huevos, que ya son ganas de complicar las cosas, y durante estas dos semanitas me las veo y me las deseo para cocinar menús que sean de su agrado.
La tesitura más difícil en la que me he visto hasta ahora fue el día del primer cumpleaños de nuestra hija. Esperábamos unos 40 invitados, y después de pasarme tres horas en la cocina preparando tortillas de patata y canapés y pinchos variados con salmón, gambas, aceitunas, jamón, queso y otras exquisiteces, puestas ya las bandejas en las mesas esperando a los invitados y yo sudando la gota gorda con el delantal puesto me encontré con la mirada intrigante de mi suegra que me espetó como si no entendiera nada:
-Y por cierto ¿qué vas a preparar para que los invitados cenen?
Me quedé sin palabras y no supe que responder. Lo peor vino unas cuantas cañas después, cuando mi mujer, visiblemente animada, me dijo que, según las costumbres de su etnia Alur, el marido tiene que demostrar delante de su suegra que puede levantar a su esposa en brazos y darse un buen paseo con ella a la vista de todos. ¿Para qué?, pregunté yo. “Es por si un día me pongo enferma y me tienes que llevar al hospital, para que demuestres que me puedes ayudar” Pues cogemos un taxi, respondí yo, a lo que la parienta me respondió con una sonora carcajada. La misma risa con la que me responde cuando yo no entiendo nada. Me siento aliviado al pensar que lo de la levantada en brazos se les ha olvidado. De momento.