Revista Diario
Antes de ser madre pensaba que eso de los piojos (¡puaj! sólo de pensarlo...) era cosa del pasado, de entornos marginales o de ciencia ficción. Pero no. La maternidad te devuelve la cruda realidad de muchas cosas. Una de ellas, esos graciosos y saltarines bichillos (los llamo así para suavizar el término). Sí, mi hijo los ha sufrido en alguna ocasión y os aseguro que es de lo más desagradable. Pero una vez controlas la situación, la batalla, os lo aseguro, que la tienes ganada. Lo primero que hay que hacer es prevenir. Para ello, una simple caricia. Sí, así de sencillo. Cada vez que tengo a mis pequeños en brazos, les acaricio el pelo como quién no quiere la cosa y de paso les miro en las zonas clave, detrás de las orejas y en la nuca (donde instalan su pisito) o justo encima de la cabeza (cuando acaban de aterrizar, se encuentran en la pista de acceso, por así decirlo). Hasta ahora solamente usaba esta rudimentaria y afectiva táctica de prevención. Pero hace unos días una empresa de cosméticos naturales, Bifemme, me regaló un botecito de Aceite esencial del árbol del té. Entre otras cosas, parece ser que previene los piojos poniendo una gotita en los puntos clave (nuca y detrás de las orejas) o mezclando unas gotas con el champú del pelo. Hablando con otras madres me han informado de la efectividad preventiva de dicho aceite así que voy a empezar a probarlo con mis enanos. El Aceite esencial del árbol del té también sirve para mejorar los síntomas del herpes labial, ayuda a curar los hongos en las uñas y alivia los síntomas del conocido como pie de atleta.