Revista Erotismo
Estas navidades he regalado un masajeador de cuello. Lo venden en Decathlon. No sé si lo conoceréis. Tiene una parte por donde se agarra con la mano, y, en la parte contraria, tiene tres dedos que vibran y, curiosamente, se iluminan.
Cuando lo vi funcionando y lo probé en mi cuello, me pareció muy agradable, y, como estaba genial de precio y me gustan los regalos hedonistas, pues, el regalo perfecto.
Unos días después del regalo, la regalada y yo charlábamos en su casa:
- Oye, cómo te va el masajeador? Te relaja?
- Mucho. Sí. Muchísimo. Es ideal. Estupendo. Genial. Magnífico.
Me quedé pensando. Mucha alabanza para un simple masajeador de cuello. Además, su sonrisa pícara me hizo recapacitar.
- Esto… dónde exactamente te diste el masaje?
- Quieres que te lo muestre?
Teniendo en cuenta que el cuello estaba totalmente a la vista, me surgió la duda de que no había sido en él.
- Y… bien?. O sea, va bien? No sé, la chica del anuncio se desestresaba el cuello.
- Ya, bueno, nada más me lo mostraste pensé en otras opciones.
- Pues mira, voy a tener que ir yo a comprarme uno, a ver si es tan estupendo como me cuentas.
En estas, llegó a la cocina la madre de mi amiga, diciendo:
- Nena, no sé qué les pasa a los chicos de hoy en día, que no sirven para nada, ahí que anda tu hijo con el masajeador todo el día puesto en la espalda que dice que le duele.
Esto.. unos días después estaba yo en Decathlon buscado uno para mí. Sí, os confirmo que va muy bien. El problema fue que me traicionó el subconsciente, y, al preguntarle al chico dónde estaban los masajeadores, mi pregunta fue: "oye, dónde tenéis los vibradores?". La cara del chico genial. Mi intento de justificación, patético.
Nota: Chicos, siento mi tardanza en actualizar. Estaba de vacaciones perdida del mundo. Ya estoy de vuelta. Os he echado de menos. Muchos besos, queridos fantasmas.Sigue leyendo