Revista Arquitectura
Joyería Schullin 2. Hans Hollein, 1982 He estado recientemente en Viena y me ha impresionado constatar que es una de esas ciudades que, como París y Londres, contiene un legado histórico altamente significativo y rico. La capital austriaca es una condensación espacial y cultural intensísima, que se sitúa en un corto período temporal, los años finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX.
Esa fue una época dorada de esplendor intelectual del Imperio Austrohúngaro y se prolongó a lo largo de una cincuentena de años escasos, entre 1865 y 1920. Coincide también con las convulsiones históricas finales una entidad política heredera del Sacro Imperio Romano Germánico, luego Austriaco, que tendría una duración conjunta de casi más de 1.000 años.
La cultura vienesa fin de siècle debió caracterizarse por una altísima sofisticación, resultado de la interacción de una multiplicidad grande de pueblos, países e identidades. Para percibir esto solo hay que hacer un breve repaso a las innumerables personalidades, que se reunían en sus celebrados cafés, y que tanto han contribuido a la creación del mundo contemporáneo, tal y como lo percibimos en los tiempos mas recientes. Desde filósofos como Ludwig Wittgenstein y científicos como Freud; pintores como Klimt, Kokotscha y Schiele; músicos como Mahler, Schönberg y Berg; hasta escritores como Karl Kraus, Robert Musil y el poeta Georg Trakl. Y por supuesto, arquitectos.La intensa trayectoria cultural vienesa a lo largo del siglo XX puede representarse desde la arquitectura por algunas portadas comerciales que, como reclamos construidos, se han ideo superponiendo a edificios anteriores de corte romántico. Reflejan las inquietudes de una sociedad dinámica a la búsqueda de una autenticidad característica. Obras de gentes, como Otto Wagner y sus epígonos de la Secezion y la Wiener Werkstätte, que abrieron el camino a una renovación radical de la arquitectura. Y otras, de detractores de las imposturas estéticas de su tiempo, encabezados por Adolf Loos y la intelectualidad más brillante. El proceso de transformación moderna de la ciudad de Viena está claramente relacionado con la construcción de la gran explanada defensiva, el vacío glacis de varias centenas de metros entre la AltStadt, la parte vieja de la ciudad, y los suburbios; lo que luego, una vez consolidado, se denominaría el Ring. Fue ésa una vasta operación de construcción urbana que dotó a la ciudad austriaca con su sello más característico. El proceso comienza a mediados del siglo XIX con la celebración de un concurso entre profesionales para redefinir ese espacio libre, transformándolo en un nexo central que conectara el centro antiguo y los barrios ya consolidados que formaban la corona periférica. El proyecto ganador de Ludwig von Föster planteaba la generación de un amplío bulevar anular que fuera conectando una sucesión de cinco tramas reticulares de manzanas rectangulares y punteadas por múltiples edificios representativos entre las que se situarían amplías zonas ajardinadas y monumentos. El anillo viario se remataba con el paseo existente a la orilla del río Danubio.La arquitectura resultante combinaba edificios palaciegos de apartamentos residenciales, destinados a la pujante burguesía vienesa, y también numerosos equipamientos culturales y administrativos. La monumentalidad que se aprecia fue el resultado de la aplicación al lenguaje arquitectónico del conjunto de un historicismo de corte romántico en el que impera la recuperación de los recursos figurativos de la arquitectura clásica. Algo que le confiere a la ciudad una fuerte unidad estilística y sobre la que resplandecen algunas referencias construidas como el nuevo Ayuntamiento, el Parlamento austriaco, la Opera Estatal y numerosos museos e iglesias monumentales. En este proceso constructivo tuvo un papel destacado, Gottfried Semper, como reputado teórico de la escena académica alemana del momento.La gran sofisticación cultural alcanzada en ese instante crepuscular queda representada por la fuerte reacción de la intelectualidad contra el arte romántico y la arquitectura historicista. Son unos años de intensas polémicas estéticas mantenidas entre los arquitectos, que se aglutinaron en torno al movimiento de la Wiener Secezion, liderada por Otto Wagner. Allí, al igual que en otras ciudades europeas se plantea una renovación estilística radical que se inspiraría en formas naturales y la aplicación de un decorativismo de nuevo cuño. Numerosos edificios ligados a la nueva estética fueron realizados en la ciudad en esos años por los colaboradores de aquél; gente como Hoffmann, Joseph María Olbrich, Max Fabiani o Josef Plecnik.Pabellón de la estación de metro de Karlplatz. Otto Wagner. 1901Incluso, Wagner en su última etapa se desprendería de sus residuos historicistas para plantear obras con el sello de la estética secesionista. Los edificios gemelos que Otto Wagner hizo en la Karlplatz para el ferrocarril metropolitano de la ciudad, junto a la Postsparkasse y el pabellón de la Secesión de Joseph Olbrich, representan la ruptura radical con el lenguaje de la arquitectura anterior. Para ello se recurren a nuevas concepciones espaciales y al uso renovado de los materiales más contemporáneos. Todo se reviste con una expresión floral que adjetiva la arquitectura, en consonancia con las sensibilidades estéticas de numerosos artistas coetáneos. Farmacia Engel. Oskar Laske, 1902Una portada en la que aquel esfuerzo decorativo está intrínsecamente presente es el diseño que Oskar Laske hizo para el edificio de la Engel Apotheke en Bognergasse. Laske, miembro del movimiento de la Secesión Vienesa y discípulo de Wagner, se limita a redefinir la estrecha fachada del edificio estableciendo una estructura de simetría con un doble hueco central que definen el espacio de la farmacia en las plantas baja y primera, El motivo ornamental principal se establece con la aplicación de dos mosaicos idénticos que representan a sendos ángeles que reciben pociones desde lo alto.Una segunda oleada de brillantez de la arquitectura vienesa está representada por Adolf Loos, el máximo detractor de los historicismos y también posteriormente del estilo decorativo de los Secesionistas. Es un planteamiento que anticiparía el carácter de las vanguardias europeas que vendrían después. Para Loos, la autenticidad de la arquitectura tendría que surgir desde el despojamiento radical de la arquitectura de todos aquellos elementos no esenciales. Su batalla contra el ornamento le supondría un aislamiento respecto a su entorno profesional próximo y su repudio por la distinguida sociedad vienesa con la que mantuvo infinitas polémicas.Sastrería Knize. Adolf Loos, 1913 La reivindicación de la cultura occidental, ejemplificada por la que percibió en los Estados Unidos de finales del siglo XIX, le hizo ser un gran defensor de la moda práctica frente a los relamidos atuendos del imperio. Se consideraba a sí mismo un exponente de la elegancia sofisticada. Como consecuencia, Loos tuvo muchos clientes en el ramo de la sastrería lo que le llevaría a poder ejecutar su edificio más reconocido para la empresa de confección Goldman&Salatsch, en la Michaelerplatz. Otro ejemplo es la reforma de un local para la Sastrería Knize que se situaría en la calle más transitada de la ciudad, Graben. Su portada refleja contundentemente las ideas del arquitecto con una simplicidad funcional que luego se convertiría en estándar en muchos lugares: varias pequeñas vitrinas acristaladas a los lados de la puerta de acceso al local. El artefacto expositivo de los productos en venta se enmarcaría en dos piezas masivas en arco, de granito negro pulido, bajo un friso del mismo material que incluye el logotipo de la firma. Se configuraría así una máscara que reniega del edificio en que se integra de corte claramente historicista.
Kärnter Bar. Adolf Loos, 1909Algo similar realizaría para otro minúsculo local, el Kärnter American Bar, un espacio de 4,5 x 6 mts. Su admiración particular por la cultura estadounidense se reflejaría aquí claramente. La fachada se caracteriza por la vidriera de colores iluminados que toma como motivo la bandera americana. El empleo de materiales exóticos tales como la madera de caoba, ónice y el mármol griego de Kyros, contribuye a la dignificación de este pequeño recinto.Una vuelta a las prácticas ornamentales, al uso sofisticado y al refinamiento en el diseño la encontramos de nuevo con la arquitectura de Hans Hollein, que recupera en los años 70, aquel gusto por los materiales lujosos y sofisticados. Coincide con una eclosión del lenguaje tecnológico, en el que están inmersos algunos otros arquitectos austriacos como Haus Rucker and Co, Coop Himmelblau o Gustav Peichl. Un grupo que algunos (como Charles Jencks) han etiquetado como Supersensualistas. Este rico movimiento daría pie a algunos episodios ricos de la práctica arquitectónica contemporánea. Por ejemplo, Hans Hollein se encuadraría en el grupo postmoderno liderado por Paolo Portoguesi que presentaría la famosa Strada Novisima en la Bienal de Venecia de 1980. Allí, su aportación a la denominada Presencia del pasado, haría un guiño a la reinterpretación de la herencia cultural austriaca, proponiendo un pórtico columnario que integraría el historicismo de los palacios del Ring con la columna rascacielos del concurso para el Chicago Tribune de Loos y la tosquedad de los materiales naturales en una columna topiaria vegetal.
La presencia del pasado. Portada para la Strada Novísima de la Bienal de Venecia. Hans Hollein, 1980Hollein realizaría en Viena un selecto grupo de tiendas. Unos locales de refinado esteticismo y primorosa disposición en espacios muy reducidos. Las pequeñas obras comerciales que Hollein desarrolla en ese momento en el casco antiguo de Viena, suponen una síntesis inteligente de las aspiraciones decorativas de la Secesión y el regusto por los materiales selectos del purismo Loosiano. En una de ellas, la tienda de velas Retti en Kohlmarkt, realizada de 1965, utilizaría una escueta plancha continua de aluminio bruñido que enmascararía la fachada de otro edificio decimonónico. Una estrategia simbólica radical que representa una suerte de caja metálica o joyero en el que se guardan las maravillas de un interior colorista, conformado por una simple geometría de dos cubos intersectados. Tienda de velas Retti. Hans Hollein, 1965Otra portada de gran impacto sensual es la que prepararía para la segunda sede de la joyería Schulin de 1982, en otra calle comercial importante del casco histórico de Viena, la Kohlmarkt. Aquí la estrategia de sofisticación de Hollein alcanzaría un mayor nivel de concreción y lujo artístico que lo distancia de sus predecesores. El empleo de un pórtico escultórico, formado por dos columnas de madera de roble que soportan una pieza maciza de bronce, definiría un elemento de atracción a un espacio interior abigarrado, lleno de juegos formales y referencias a motivos decorativos provenientes de la tradición vienesa.Este grupo de portadas, que he tenido ocasión de apreciar, reflejarían la permanente dialéctica entre tradición y vanguardia. Una disputa en la que los modernos tratan de subyugar a aquellos que les han precedido, estableciendo mecanismos de enmascaramiento y distorsión, cuando no de rechazo radical de la cultura heredada. Es un proceso de destrucción creativa en el que la evolución hace que, en algunos casos, se pierdan valiosas piezas culturales; transformadas salvajemente en un deseo de imponer la expresión más contemporánea. Es algo que puede ser positivo cuando los que actúan tienen un mayor nivel de desarrollo cultural y aportan un mayor nivel de sofisticación intelectual. Por el contrario, es absolutamente deleznable si los que intervienen lo hacen desde el desprecio a las riquezas aportadas anteriormente. Es lo que tiene el progreso.
Esa fue una época dorada de esplendor intelectual del Imperio Austrohúngaro y se prolongó a lo largo de una cincuentena de años escasos, entre 1865 y 1920. Coincide también con las convulsiones históricas finales una entidad política heredera del Sacro Imperio Romano Germánico, luego Austriaco, que tendría una duración conjunta de casi más de 1.000 años.
La cultura vienesa fin de siècle debió caracterizarse por una altísima sofisticación, resultado de la interacción de una multiplicidad grande de pueblos, países e identidades. Para percibir esto solo hay que hacer un breve repaso a las innumerables personalidades, que se reunían en sus celebrados cafés, y que tanto han contribuido a la creación del mundo contemporáneo, tal y como lo percibimos en los tiempos mas recientes. Desde filósofos como Ludwig Wittgenstein y científicos como Freud; pintores como Klimt, Kokotscha y Schiele; músicos como Mahler, Schönberg y Berg; hasta escritores como Karl Kraus, Robert Musil y el poeta Georg Trakl. Y por supuesto, arquitectos.La intensa trayectoria cultural vienesa a lo largo del siglo XX puede representarse desde la arquitectura por algunas portadas comerciales que, como reclamos construidos, se han ideo superponiendo a edificios anteriores de corte romántico. Reflejan las inquietudes de una sociedad dinámica a la búsqueda de una autenticidad característica. Obras de gentes, como Otto Wagner y sus epígonos de la Secezion y la Wiener Werkstätte, que abrieron el camino a una renovación radical de la arquitectura. Y otras, de detractores de las imposturas estéticas de su tiempo, encabezados por Adolf Loos y la intelectualidad más brillante. El proceso de transformación moderna de la ciudad de Viena está claramente relacionado con la construcción de la gran explanada defensiva, el vacío glacis de varias centenas de metros entre la AltStadt, la parte vieja de la ciudad, y los suburbios; lo que luego, una vez consolidado, se denominaría el Ring. Fue ésa una vasta operación de construcción urbana que dotó a la ciudad austriaca con su sello más característico. El proceso comienza a mediados del siglo XIX con la celebración de un concurso entre profesionales para redefinir ese espacio libre, transformándolo en un nexo central que conectara el centro antiguo y los barrios ya consolidados que formaban la corona periférica. El proyecto ganador de Ludwig von Föster planteaba la generación de un amplío bulevar anular que fuera conectando una sucesión de cinco tramas reticulares de manzanas rectangulares y punteadas por múltiples edificios representativos entre las que se situarían amplías zonas ajardinadas y monumentos. El anillo viario se remataba con el paseo existente a la orilla del río Danubio.La arquitectura resultante combinaba edificios palaciegos de apartamentos residenciales, destinados a la pujante burguesía vienesa, y también numerosos equipamientos culturales y administrativos. La monumentalidad que se aprecia fue el resultado de la aplicación al lenguaje arquitectónico del conjunto de un historicismo de corte romántico en el que impera la recuperación de los recursos figurativos de la arquitectura clásica. Algo que le confiere a la ciudad una fuerte unidad estilística y sobre la que resplandecen algunas referencias construidas como el nuevo Ayuntamiento, el Parlamento austriaco, la Opera Estatal y numerosos museos e iglesias monumentales. En este proceso constructivo tuvo un papel destacado, Gottfried Semper, como reputado teórico de la escena académica alemana del momento.La gran sofisticación cultural alcanzada en ese instante crepuscular queda representada por la fuerte reacción de la intelectualidad contra el arte romántico y la arquitectura historicista. Son unos años de intensas polémicas estéticas mantenidas entre los arquitectos, que se aglutinaron en torno al movimiento de la Wiener Secezion, liderada por Otto Wagner. Allí, al igual que en otras ciudades europeas se plantea una renovación estilística radical que se inspiraría en formas naturales y la aplicación de un decorativismo de nuevo cuño. Numerosos edificios ligados a la nueva estética fueron realizados en la ciudad en esos años por los colaboradores de aquél; gente como Hoffmann, Joseph María Olbrich, Max Fabiani o Josef Plecnik.Pabellón de la estación de metro de Karlplatz. Otto Wagner. 1901Incluso, Wagner en su última etapa se desprendería de sus residuos historicistas para plantear obras con el sello de la estética secesionista. Los edificios gemelos que Otto Wagner hizo en la Karlplatz para el ferrocarril metropolitano de la ciudad, junto a la Postsparkasse y el pabellón de la Secesión de Joseph Olbrich, representan la ruptura radical con el lenguaje de la arquitectura anterior. Para ello se recurren a nuevas concepciones espaciales y al uso renovado de los materiales más contemporáneos. Todo se reviste con una expresión floral que adjetiva la arquitectura, en consonancia con las sensibilidades estéticas de numerosos artistas coetáneos. Farmacia Engel. Oskar Laske, 1902Una portada en la que aquel esfuerzo decorativo está intrínsecamente presente es el diseño que Oskar Laske hizo para el edificio de la Engel Apotheke en Bognergasse. Laske, miembro del movimiento de la Secesión Vienesa y discípulo de Wagner, se limita a redefinir la estrecha fachada del edificio estableciendo una estructura de simetría con un doble hueco central que definen el espacio de la farmacia en las plantas baja y primera, El motivo ornamental principal se establece con la aplicación de dos mosaicos idénticos que representan a sendos ángeles que reciben pociones desde lo alto.Una segunda oleada de brillantez de la arquitectura vienesa está representada por Adolf Loos, el máximo detractor de los historicismos y también posteriormente del estilo decorativo de los Secesionistas. Es un planteamiento que anticiparía el carácter de las vanguardias europeas que vendrían después. Para Loos, la autenticidad de la arquitectura tendría que surgir desde el despojamiento radical de la arquitectura de todos aquellos elementos no esenciales. Su batalla contra el ornamento le supondría un aislamiento respecto a su entorno profesional próximo y su repudio por la distinguida sociedad vienesa con la que mantuvo infinitas polémicas.Sastrería Knize. Adolf Loos, 1913 La reivindicación de la cultura occidental, ejemplificada por la que percibió en los Estados Unidos de finales del siglo XIX, le hizo ser un gran defensor de la moda práctica frente a los relamidos atuendos del imperio. Se consideraba a sí mismo un exponente de la elegancia sofisticada. Como consecuencia, Loos tuvo muchos clientes en el ramo de la sastrería lo que le llevaría a poder ejecutar su edificio más reconocido para la empresa de confección Goldman&Salatsch, en la Michaelerplatz. Otro ejemplo es la reforma de un local para la Sastrería Knize que se situaría en la calle más transitada de la ciudad, Graben. Su portada refleja contundentemente las ideas del arquitecto con una simplicidad funcional que luego se convertiría en estándar en muchos lugares: varias pequeñas vitrinas acristaladas a los lados de la puerta de acceso al local. El artefacto expositivo de los productos en venta se enmarcaría en dos piezas masivas en arco, de granito negro pulido, bajo un friso del mismo material que incluye el logotipo de la firma. Se configuraría así una máscara que reniega del edificio en que se integra de corte claramente historicista.
Kärnter Bar. Adolf Loos, 1909Algo similar realizaría para otro minúsculo local, el Kärnter American Bar, un espacio de 4,5 x 6 mts. Su admiración particular por la cultura estadounidense se reflejaría aquí claramente. La fachada se caracteriza por la vidriera de colores iluminados que toma como motivo la bandera americana. El empleo de materiales exóticos tales como la madera de caoba, ónice y el mármol griego de Kyros, contribuye a la dignificación de este pequeño recinto.Una vuelta a las prácticas ornamentales, al uso sofisticado y al refinamiento en el diseño la encontramos de nuevo con la arquitectura de Hans Hollein, que recupera en los años 70, aquel gusto por los materiales lujosos y sofisticados. Coincide con una eclosión del lenguaje tecnológico, en el que están inmersos algunos otros arquitectos austriacos como Haus Rucker and Co, Coop Himmelblau o Gustav Peichl. Un grupo que algunos (como Charles Jencks) han etiquetado como Supersensualistas. Este rico movimiento daría pie a algunos episodios ricos de la práctica arquitectónica contemporánea. Por ejemplo, Hans Hollein se encuadraría en el grupo postmoderno liderado por Paolo Portoguesi que presentaría la famosa Strada Novisima en la Bienal de Venecia de 1980. Allí, su aportación a la denominada Presencia del pasado, haría un guiño a la reinterpretación de la herencia cultural austriaca, proponiendo un pórtico columnario que integraría el historicismo de los palacios del Ring con la columna rascacielos del concurso para el Chicago Tribune de Loos y la tosquedad de los materiales naturales en una columna topiaria vegetal.
La presencia del pasado. Portada para la Strada Novísima de la Bienal de Venecia. Hans Hollein, 1980Hollein realizaría en Viena un selecto grupo de tiendas. Unos locales de refinado esteticismo y primorosa disposición en espacios muy reducidos. Las pequeñas obras comerciales que Hollein desarrolla en ese momento en el casco antiguo de Viena, suponen una síntesis inteligente de las aspiraciones decorativas de la Secesión y el regusto por los materiales selectos del purismo Loosiano. En una de ellas, la tienda de velas Retti en Kohlmarkt, realizada de 1965, utilizaría una escueta plancha continua de aluminio bruñido que enmascararía la fachada de otro edificio decimonónico. Una estrategia simbólica radical que representa una suerte de caja metálica o joyero en el que se guardan las maravillas de un interior colorista, conformado por una simple geometría de dos cubos intersectados. Tienda de velas Retti. Hans Hollein, 1965Otra portada de gran impacto sensual es la que prepararía para la segunda sede de la joyería Schulin de 1982, en otra calle comercial importante del casco histórico de Viena, la Kohlmarkt. Aquí la estrategia de sofisticación de Hollein alcanzaría un mayor nivel de concreción y lujo artístico que lo distancia de sus predecesores. El empleo de un pórtico escultórico, formado por dos columnas de madera de roble que soportan una pieza maciza de bronce, definiría un elemento de atracción a un espacio interior abigarrado, lleno de juegos formales y referencias a motivos decorativos provenientes de la tradición vienesa.Este grupo de portadas, que he tenido ocasión de apreciar, reflejarían la permanente dialéctica entre tradición y vanguardia. Una disputa en la que los modernos tratan de subyugar a aquellos que les han precedido, estableciendo mecanismos de enmascaramiento y distorsión, cuando no de rechazo radical de la cultura heredada. Es un proceso de destrucción creativa en el que la evolución hace que, en algunos casos, se pierdan valiosas piezas culturales; transformadas salvajemente en un deseo de imponer la expresión más contemporánea. Es algo que puede ser positivo cuando los que actúan tienen un mayor nivel de desarrollo cultural y aportan un mayor nivel de sofisticación intelectual. Por el contrario, es absolutamente deleznable si los que intervienen lo hacen desde el desprecio a las riquezas aportadas anteriormente. Es lo que tiene el progreso.