¿Cómo se enamorarán nuestros adolescentes ahora que no podrán mirarse a la cara? ¿Qué podrá significar el patio de recreo si ya no habrá rincones en los que camuflarse o secretos que excavar bajo la arena? ¿A donde irá el ímpetu de los primeros anhelos y de esos corazones desbocados? ¿Y los sueños de tantos hombres y mujeres que solo en su niñez pudieron fraguar el perfil de sus caminos? ¿Cómo podremos preservar la vida desproveyéndola del combustible que todo lo anima? ¿Acaso los hermanados con las hojas de cálculo y los protocolos sin término no tuvieron también su oportunidad de hacerse hombres? ¿Acaso no se miraron a la cara y se admiraron, aunque fuera a escondidas, del misterio de las cosas? ¿Acaso no se hicieron a los otros semejantes viéndose reflejados? ¿Acaso puede fraguarse una vida sin espejo donde mirarse? ¿Acaso hay algo más valioso que un amor renaciendo del mismo volcán?