Oigo a House que viene por el pasillo. Según se acerca me siento como la de la canción de Mecano, "¡No me mires!" digo, no es que no me haya puesto el maquillaje, no, a esa visión ya le tengo habituado, es mucho peor que eso: me he puesto una mascarilla. No sabía cómo era hasta que me la he empezado a untar, aunque el nombre debería haberme dado suficientes pistas: Silver peel-off purifying de StrickVectin. Me regalaron la muestra en Sephora el otro día y hasta que no la he abierto no me he dado cuenta de que la plata del nombre correspondía también al color. Después de extenderla mi cara ofrecía el mismo aspecto que la de los robots de Asimov. El tiempo de exposición eran 20 minutos. Por supuesto, ese ha sido el momento escogido por House para salir de su despacho. ¡Que oportuno! ¡Cómo si no le gustasen ya bastante poco las mascarillas!
Por desgracia las mascarillas son más agradables en verano si se guardan en la nevera y he tenido la poca vista de hacerles un hueco en el estante de abajo, junto con las cervezas. ¡Mea culpa! Sí, antes de empezar el juicio me declaré culpable, otro posible error por mi parte. Después del primer interrogatorio para descubrir qué tipo de porquería era el que interfería con el espacio sagrado de las cervezas, lo siguiente fue rebatir la efectividad de los cosméticos, en su opinión comparables a los de la homeopatía. Ni en el juicio de Spencer Tracy y Katherine Hepburn en Adán y Eva se discutieron tantos cargos. El contenido de la bolsa de la nevera eran pruebas fehacientes de mi crimen, aquello era un atentado contra la ciencia. ¿Acaso se necesitaba más evidencia?
No dudo que en la cosmética hay mucha publicidad engañosa, y lo cierto es que las mascarillas conllevan todo un ritual que contribuye a la sensación de cuidado. Supongo que esa parte es efecto placebo, pero placebo viene de placer que es algo que los tratamientos de belleza buscan, a fin de cuentas sentirse bella es sentirse mejor. Sin embargo no había probado este tipo de terapia hasta este verano, y eso gracias a la invasión del mercado de la cosmética coreana en la que las mascarillas son protagonistas. No sé si la cosmética coreana es más eficaz que la tradicional, pero sin duda es más agradable.
El mejor adjetivo que describe mi piel es problemática. No solo pasé un acné infernal desde la pubertad hasta los 40 sino que mi piel es intolerante, sensible y con tendencia a la alergia. ¡Una prenda! Probé todo para los granos pero la solución definitiva llegó gracias a la Isotretinoina. A hermanísima mis problemas cutáneos le vienen de perlas porque hereda todas las cremas y cosméticos que, pese a las pruebas alérgicas y dermatológicas del envase, han decidido darme reacción. ¿Cuál no sería mi sorpresa cuando al probar la mascarilla de Gold Snail de TonyMoly, descubrí que las irritaciones de mi piel se calmaban? ¿Cómo resistirme a un milagro semejante? Otro de mis defectos es que no tengo medida y, si algo me gusta, me entusiasmo, de ahí el arsenal de mascarillas en la nevera que hace tan feliz a House.
TonyMoly tiene una gama de mascarillas interminable que se pueden adquirir por amazon, Sephora y Primor (donde también ha llegado la fiebre coreana). Algunas cuestan poco más de un euro así que son un capricho de lo más asequible, sobre todo comparado con un tratamiento de cabina. Aún no he probado ni la mitad, pero todo se andará. A hermanísima le puse una de "Panda" muy graciosa, con los rasgos del animal dibujados en el papel y que le gustó hasta el momento en que llegó a casa y debutó con una gastroenteritis (que ya estaba incubando antes de la sesión de belleza). De momento, las que mejor me van, y las más agradables, son la del Gold Snail (caracol) que ya he mencionado, y que viene en sobre monodosis, en una base de gel y es algo más cara que otras de la firma (no sé si cerca de 6 euros) aunque merece la pena probarla, y la Tomatox, que venden en un tarro con aspecto de tomate, por lo que da para muchos usos, y que también calma mi piel de un modo llamativo. Aunque se supone que la Tomatox es para dejarla un rato, la tengo hasta el día siguiente. Es bastante blanca pero procuro no ponerme una capa gruesa y, dado mi tono de piel, ni siquiera House se ha dado cuenta de cuando la llevo.
Terminaré la entrada con un par de trucos útiles:
1. Una gran idea para convertir una crema o un serum (con más concentración de activos) en mascarilla es untar una buena capa sobre el rostro y cubrirla con papel film de cocina durante unos 20 minutos (sin que te vean los niños para no darles ideas, y con agujeros para ojos, narinas y boca, que no es cuestión de convertirse en un precioso cadáver).
2. Mi último truco del día es para la irritación de los párpados (si mi piel es sensible la de los párpados ni os cuento). Para mejorarlo, y disminuir la quemazón y la rojez, basta con pasar un bastoncillo (cuyo uso se limita a cuestiones estéticas, nada de hurgar en orificios) impregnado en un par de gotas de Vispring. En unos segundos se nota el efecto.
Últimamente he hecho toda una investigación sobre maquillajes, productos y trucos, así que ya seguiré con el tema (lo siento por los varones, las mascarillas puede que atraigan a alguno, aunque no a House).