Ningún representante del Consell acude al homenaje en Toulouse al pedagogo y sindicalista alicantino y sólo el Consell Valencià de Cultura se pone en contacto con la familia
VALENCIA. Sólo acudirá el cónsul. El Consell no se ha dado por aludido. Tan solo el Consell Valencià de Cultura se ha puesto en contacto con la familia para felicitarles y mostrarles sus respetos.Toulouse inaugura este viernes una calle dedicada al político alicantino Rodolfo Llopis (Callosa d'En Sarrià, 1895 -Albi, 1983), y mientras su patria le dará la espalda.
Llopis recibe el afecto del país vecino ante la indiferencia y desinterés del gobierno español y del autonómico. Quien fuera secretario general del PSOE y presidente de la UGT en el exilio es recordado en Francia más de treinta años después de su desaparición, mientras en España su nombre es olvidado por las instancias oficiales. Si en 1994 fue la localidad francesa de Albi, donde falleció, la que le rindió tributo bautizando con su nombre una calle, más de dos décadas después es Toulouse la que hace lo propio.
Junto a la familia de Llopis se encontrarán miembros de las productoras valencianas eme eme, ONAIR y Visual que están realizando un documental sobre esta "tan poco conocida como importante figura", según lo describe Francesc Picó. Director y guionista del filme, Picó se encuentra en Toulouse desde hace una semana siguiendo la huella que allí ha dejado Llopis.
Pedagogo, político, sindicalista, personaje clave en muchos momentos de la historia de España y aún de Europa del siglo XX, Llopis protagoniza una película que contará con la participación de su familia, historiadores y, sobre todo, con testimonios directos de algunos de los hechos narrados en Francia y en España, como los de Alfonso Guerra, Nicolás Redondo, Pablo Castellano, José Martínez Cobo, Manuel Simón o Amadeo Calzada.
La realización y montaje de la película corre a cargo de Xavier Cortés, la dirección de fotografía es de José Luis González; la documentación y redacción, Ferran Pérez; mientras que la producción ejecutiva es de Francesc García Donet y la producción de Juan José Martínez.
Relataba este jueves Picó que ya han realizado algunas de las entrevistas más relevantes, como la de Alfonso Guerra, y añadía que el acto de este viernes, el de la inauguración de la calle, supondrá un momento importante en una película que esperan contribuya a paliar el profundo desconocimiento que hay en torno al pedagogo alicantino.
Hijo de un sargento de la Guardia Civil que marchó a la guerra de Cuba, Llopis pasó su infancia y primera juventud en Alicante, donde a los 15 años ya obtuvo su primer título de maestro elemental. En 1911 se trasladó con su familia a Madrid y es allí donde completó su formación como docente, con una decisiva estancia de dos años, entre 1912 y 1914, en la ciudad francesa de Auch, donde ejerció como lector de español en su Escuela Normal.
Próximo a las nuevas corrientes pedagógicas y al pensamiento socialista, Llopis obtuvo en 1919 la cátedra de Geografía en la Escuela de Magisterio de Cuenca, donde ocupó su primer cargo público como concejal por el PSOE. Es de hecho en esta ciudad donde sí cuenta con una calle con su nombre, algo que no acontece en Valencia, donde no hay rastro de su memoria.
En los años previos a la proclamación de la República, Llopis desarrolló una intensa actividad pedagógica y sindical que le llevó a recorrer buena parte de Europa y América del Sur. Con este bagaje, ocupó la Dirección General de Enseñanza Primaria durante el bienio progresista de la República, desde donde reformó profundamente y en todos los ámbitos el sistema educativo y lo convirtió en un servicio público, laico y universal, con unos planteamientos de modernidad prácticamente inéditos en la Europa de su tiempo.
Diputado por Alicante durante toda la República, abandonó la Dirección General por la Ley de Incompatibilidades de 1933, regresando a la docencia y a la actividad política. Alineado con la corriente de Largo Caballero, ocupó bajo su presidencia la Subsecretaría de la Presidencia del Gobierno entre 1936 y 1937. En este año, contrajo matrimonio en Francia con una joven profesora del Lycée Français de Madrid, la albigense Georgette Boyé.
Derrotada la República, Llopis fue el organizador desde Francia y Argelia de la salida de los últimos refugiados que abandonaron España a bordo del mítico Stanbrook rumbo a Orán. Pese a tener domicilio en Albi, como tantos republicanos españoles sufrió la ocupación nazi en Francia. Se negó a acogerse al refugio que el gobierno mejicano le ofrecía y permaneció en Francia, donde padeció confinamiento vigilado en diferentes poblaciones, lo que no impidió su participación en la Resistencia.
Acabada la Guerra Mundial, emprendió la tarea de reagrupar la diáspora socialista española desde Toulouse, donde se instaló el PSOE del exilio en la histórica sede de la Rue du Taur. En 1944 fue elegido secretario general de partido y posteriormente vicepresidente y presidente de la UGT. En 1947, Martínez Barrios, tras el traslado de las instituciones de la República en el exilio de Méjico a París, le encargó la formación de Gobierno y sustituyó Giral en la Presidencia del Gobierno.
Durante todo el exilio, Llopis se dedicó con ahínco a mantener la unidad de los socialistas españoles y a desplegar una intensa actividad para aislar internacionalmente al régimen franquista. Así, participó en la fundación del Consejo Federal Español del Movimiento Europeo, que más tarde presidiría; fue vicepresidente de la Internacional Socialista, estuvo presente en todos los congresos internacionales del socialismo político y sindical, formó incluso parte del conocido como Contubernio de Munich.
A medida que el fin de la dictadura se acercaba en España con la agonía de un decrépito Franco, las tensiones entre el socialismo del exilio, mantenido desde la República, y las nuevas generaciones de socialistas, mayoritariamente del interior, se agudizaron hasta el Congreso de la UGT de 1971, que desbancó de la dirección a Llopis y el definitivo congreso de la escisión que los renovadores celebraron en Toulouse en agosto de 1972, al que Llopis ni asistió ni reconoció. Tras dos años de controversias, la Internacional Socialista reconoció la legitimidad del Congreso renovador, dando paso al histórico Congreso de 1974 en Suresnes que eligió a Felipe González como Secretario General.
Masón desde junio de 1923, miembro de la Logia Ibérica número 7 de Madrid perteneciente al Grande Oriente Español, fue nombrado segundo vicepresidente del Gran Consejo Federal Simbólico, el máximo órgano de gobierno del Grande Oriente Español, y perteneció en el exilio a la Logia Reconstrucción en Toulouse y posteriormente a la Logia Franklin Roosevelt en Montauban ambas organizadas por exiliados españoles y bajo los auspicios de la Gran Logia de Francia.
Ya octogenario, Llopis obtuvo su pasaporte español y regresó en 1976 por primera vez tras 37 años a Alicante y a Madrid, en un emotivo viaje acompañado de su hijo. Su segunda y última visita a España se produjo con motivo de las primeras elecciones democráticas, cuando cedió a la invitación de los socialistas históricos para presentarse como candidato al Senado por Alicante, acta que no consiguió. El 21 de julio de 1983, a los 87 años de edad, murió en su residencia de Albi.
Con motivo del homenaje de Toulouse, la consejera Ana Noguera pidió al presidente del Consell Valencià de Cultura, Santiago Grisolía, que remitiera una misiva a la familia. Esta carta es la única nota oficial que recibirá el hijo de Llopis, el único gesto de reconocimiento por parte de las instituciones valencianas a un hombre único cuyo recuerdo será evocado hoy en Francia. En España no. Nadie. Ni el Gobierno ni, sorprendentemente, nadie de su propio partido o sindicato.
En su muro de Facebook, Picó escribía esta semana que echaba en falta la presencia de representantes del PSOE o de la UGT. " Vergüenza por la desmemoria y por las lecciones que todavía podemos aprender de un hombre que diseñó, entre otras cosas, la más importante reforma educativa que nunca ha conocido España", escribía.
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