En palabras de J.P Sartre, importante exponente del existencialismo ateo, el hombre como tal no es definible, puesto que empieza por no ser nada, sin embargo el hombre será lo que él mismo hiciere de sí mismo.
Sartre es categórico cuando dice que "el hombre es el único que no solo es tal como él se concibe, sino tal como él se quiere, y como se concibe después de la existencia", proponiendo un anticartesiano: existo luego pienso. Y continua insistiendo en que "el hombre no es otra cosa que lo que él se hace", ahora bien, es menester nuestro para el presente escrito lograr una interpretación crítica sobre el existencialismo sarteriano, partiendo de la premisa que el hombre no es más que libertad pura y simple, pues el hombre es lo que el habrá proyectado ser, lo que habrá querido ser, lo que se invente ser. Estas últimas frases concluyentes son hoy en el siglo XXI inobjetables; así como también lo es el hombre contemporáneo que desterrado de sus lazos tribales y armado con la ciencia se levanta desafiante contra todo, incluso contra la naturaleza.
Ahora bien, si entendemos como cierto que el hombre no es otra cosa que lo que él se hace, debemos concluir que el hombre es responsable de lo es, pero esta responsabilidad no es estrictamente individual, sino por el contrario, el hombre mismo es responsable de todos los seres humanos. Este es el coste de la libertad sarteriana.
Esto último se explica de la siguiente forma : según Sartre hay dos sentidos del concepto subjetivismo, el primero no tan importante quiere decir elección del sujeto individual por sí mismo; el segundo sentido de la palabra subjetivismo es más profundo, si se quiere, esencial; quiere decir que cada uno de nosotros se elige, pero que al elegirse, se eligen a todos los hombres, todos los seres humanos, entonces es en este segundo y profundo sentido de la palabra subjetividad en el cual se encuentra la solidaridad, pues el hombre al elegirse, elige a todos los hombres. Sartre concluye otra vez de forma contundente cuando escribe "nuestra responsabilidad es mucho mayor de lo que podríamos suponer, porque compromete a la humanidad entera", de esta forma observamos cómo se define filosóficamente su máxima de que el existencialismo es un humanismo, y es justo aquí donde encontramos el elemento de la solidaridad entre los seres humanos.
Sin embargo aunque concuerdo con la definición de responsabilidad sarteriana, no estimo necesario el rito argumentativo que Sartre utiliza para llegar a su definición y conceptos, Sartre conlleva los pensamientos subjetivistas de Emanuel Kant, pero con diferentes conclusiones asentadas en su ateísmo. Según Sartre, Kant propone la idea de que la esencia precede a la existencia, pues el hombre es poseedor de una naturaleza humana, propia de todos los hombres, por lo que cada hombre es un ejemplo individual de un concepto universal. Para Kant el hombre es un mero producto de esa universalidad, y todos los hombres están sujetos a la misma definición. Sin embargo Sarte critica tal argumento al proponer la no existencia de la deidad, el hombre no viene de la universalidad, entonces si la deidad no existe, habría un ser en el que la existencia precede a la esencia, y este ser es el hombre, dando a entender que el hombre existe, surge en el mundo y por último se define, de acuerdo al concepto existencial sarteriano la existencia precede a la esencia.
Puedo observar que aunque la definición del concepto de existencialismo es congruente, está lejos de ser una definición acabada, en el entendido que el hombre es lo que se inventa ser, argumento correcto pero el fundamento indefectiblemente ateo utilizado para concluir que la existencia precede a la esencia es al menos barroco; negar la existencia de la deidad para así concebir al hombre en posición prelativa ante la esencia no deja de ser inane, toda vez presupone la reducción de la deidad a un concepto racional; además, y hay que decirlo con contundencia, la clave del existencialismo está en la subjetividad, el hombre subjetivo, el hombre que especula, que piensa, es el hombre que existe; y de acuerdo a esta singularidad personal, a esa identificación que hace el hombre consigo mismo, no se puede dejar de lado la subjetividad espiritual del hombre, su especulación, su pensamiento y su experiencia espiritual, su existencia espiritual que si la tiene, ¿a cuenta de que debe ser reducida?
¿Dónde cae todo esto en la orden masónica?
Pregunta relevante, cuya respuesta podría solucionar filosóficamente la ruptura más triste soportada por los masones hoy a postrimerías de la segunda década del siglo XXI, triste para mí, hondamente triste, existencialmente triste; lamento ver a los masones cuando se muestran indiferentes ante el rompimiento entre la masonería liberal y la masonería regular. Porque como colectivos humanos ninguna es mejor que la otra.
A primera vista se podría pensar que para la masonería regular la esencia precede a la existencia, puesto que para que nazca un masón es necesario que este crea en la existencia de Dios y su verdad revelada. Al mismo tiempo se podría pensar que para la masonería liberal la existencia precede a la esencia, porque no es necesario tal condicionante para la experiencia masónica.
Empero, una revista objetiva sugeriría otra realidad dentro del contexto masónico; la consecuencia ritualista mediante la cual se adecuó la filosofía masónica liberal fue la supresión de la obligatoriedad del uso libro de ley sagrada en altar de los votos, pudiendo este ser sustituido por otros libros, uno de páginas en blanco como símbolo de los más altos preceptos morales, o una Constitución Política, como símbolo de los más altos preceptos republicanos, entonces a elección del iniciado, se dispondrá un libro ya sea sagrado o secularizado, pero que contengan principios inalienables que pueden ser espirituales y/o fundamentalmente humanos.
Podemos observar en nuestra revista, que en todos los casos prela lo abstracto a la existencia masónica; para la masonería liberal el hombre no está por encima de los derechos humanos, de los principios inalienables, de los preceptos morales, éticos, legales, constitucionales, republicanos, o espirituales. Para la masonería regular el hombre no está por encima de los preceptos espirituales, religiosos o morales.
Tanto para la masonería regular y la masonería liberal el hombre inclusive está por encima de las instituciones, prela el hombre ante los establecimientos, cualquiera que sea su naturaleza, siempre que la existencia de estos menoscabe conceptos abstractos e inmateriales como la paz, la república, la libertad, la vida, la honra, la libertad de conciencia y la libertad de culto.
Tanto para la masonería liberal y la masonería regular resulta indispensable la existencia de principios irrenunciables e inalienables, que en lenguaje masónico dichos principios se funden en un símbolo que representa los preceptos más caros para el iniciado que se juramenta en el altar de los votos, un símbolo abstracto prevalente, un símbolo que incorpore un ideal supremo por el cual el iniciado está dispuesto a dar su vida, ese símbolo es el libro preinstituido para los juramentos sobre el ara.
Tanto para la masonería regular como para la masonería liberal la esencia precede a la existencia.
He dicho.