Siempre he pensado que la Masonería española de la época democrática actual, al estar tan plegada sobre sí misma, es un poco limitada a la hora de defender los principios que vienen marcando su paso desde que existe.
He contemplado cómo en aquellos talleres y proyectos en que he participado, costaba un gran trabajo adoptar decisiones y llevar a cabo actitudes públicas de reivindicación de la memoria, o de defensa de todo aquello en lo que se decía creer. No puedo olvidar los sinsabores que nos supuso a unos cuantos el empeño de colocar una placa en el cementerio de Gijón, donde se fusilaba a hombres y mujeres a partir de 1937, cuando la ciudad fue ocupada por las tropas del dictador Franco.
Pero algo está cambiando en España. Hay masones que empiezan a tomar una conciencia de qué es lo que hay que hacer no sólo dentro de los muros de las Logias, sino también en la calle. Este esfuerzo de romper con el misterio y el oscurantismo con el que decenios de opresión han bloqueado la memoria y la educación de muchos ciudadanos y ciudadanas, empieza a verse no sólo en la realización de actos públicos, u homenajes a Hermanos y Hermanas, sino también en la toma de posiciones, de forma digna y férrea, frente a determinadas agresiones.
Si a principios de año, como consecuencia de la iniciativa de un equipo de gobierno municipal que le dio el nombre de un parque público, de toda la ciudadanía, al extinto y penúltimo dirigente de la confesión católica, para mayor gloria de ésta, la Logia canaria Luz Atlántica nos sorprendía a todos con su protesta valiente, reivindicando el laicismo obligado para las Administraciones y autoridades públicas, ahora, en la Comunidad Valenciana, nos encontramos con algo digno de admiración.
Es ya sabido que la alcaldesa de , Rita Barberà, ha intentado poner en marcha una serie de obras -construcción de nuevos nichos- en el Cementerio de la ciudad. Los trabajos en cuestión implicaban borrar del mapa -y de más sitios- el espacio ocupado por la fosa común a la que habían sido arrojados los cuerpos de ciudadanos y ciudadanas, ligados a la masonería o no, que habían sido represaliados por las tropas y autoridades de la dictadura franquista.
La historia de la ocupación de las ciudades y la consiguiente depuración es algo que se repite en toda España. Pero no así el empeño por arrojar los huesos a la basura y dejar como único recuerdo un "Aquí no ha pasado nada". Sólo un comportamiento ruin puede dar amparo a actitudes semejantes.
Tampoco se repite la circunstancia de que dos Logias masónicas, la Constante Alona, de Alicante, y la Blasco Ibáñez, de Valencia, sumen su esfuerzo al del colectivo ciudadano para detener este disparate nada inocente y sí muy mal intencionado. Felizmente, además, han conseguido por el momento detener este expolio trágico y cobarde.
Desde este modesto espacio no puedo menos que dirigir mi felicitación a estas dos Logias y a esa sensata ciudadanía que sabe que derechos, principios e ideas se han de defender desde abajo y no desde las alturas vertiginosas del poder. No puedo menos que admirar esta actitud reivindicativa, seña de identidad de una Masonería diferente que empieza a dar pasos.
Ahora toca ya cabalgar, cabalgar por las Tierras de España, la grande, la sola, desierta llanura, hasta echarlos al mar de una vez por todas.
Salud, Fuerza y Unión, Hermanos.
Ricardo Fernández Fuente: Memoria Masónica