Revista Política

Master Chef (I)

Publicado el 09 agosto 2016 por Alejandropumarino

Master Chef (I)

No me gusta el concurso de referencia.

En principio puede no parecer una mala idea esta suerte de oportunidad para futuros profesionales, algo así como la antigua “Gran Ocasión” o la reciente “Operación Triunfo”, esta última con clara vocación docente. Cantar no es como cocinar; es bonito, pero no necesario, al fin y al cabo, la pitanza es imprescindible para nuestro frágil cuerpo al que se aconseja alimentar dos o tres veces diarias por lo menos. Un cantante puede hacerlo bien o mal, con mejor o peor gusto y siempre según los críticos. Un cocinero tiene como máxima aspiración, no estropear los alimentos que recibe. Nada más. Poco arreglo es necesario a un buen mero, una excelente lubina o un bife de angus. No es menos cierto que se puede someter a estos animales, afortunadamente ya sacrificados, a un suplicio post mortem, en aras de la “explosión de sabores”, a uno, ya metido en años, le resulta extremadamente violento esce concepto y aspira a que el mero sepa a mero y la carne a carne. Reconozco la originalidad de añadir pil pil de piquillo a un milhojas, pero no es lo mío, de verdad. Educar a los futuros cocineros en alimentar escasamente a sus comensales a cambio de ofrecerles una experiencia gastronómica, sigue sin agradarme demasiado: Comer es, ante todo, una necesidad, y lo primero es satisfacerla. Lo segundo hacerlo con placer. Y varios puestos más atrás, están esta clase de experimentos, que, como decía un buen amigo mío, con gaseosa.


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