Revista Cultura y Ocio

Mata Hari, la leyenda de una bailarina que se convirtió en espía

Por Joaquintoledo

En primer lugar marchó a París a busca fortuna, una de las principales urbes del mundo, con gran fama, pero cuando la joven madre se instaló allí se llevó la gran sorpresa de que no todo era como se lo habían contado.

Con pocas monedas en los bolsillo, padeció hambre, pero su belleza se mantuvo incólume hasta que consiguió un trabajo como modelo para fotografía, mal pagado por cierto, y tuvo que regresar a Holanda. En 1904 y luego de una intensa búsqueda, fue admitida en el Circo Moliere, donde se presentaba montando caballos en diversos números bajo su primer nombre artístico “Lady MacLeod” (en honor a su ex-esposo), pero sabía perfectamente que tenía aún mucho potencial que explotar. Pronto el director del circo le dio un papel más osado, un número de baile pícaro, tuvo que aprender a bailar y a moverse y también a desinhibirse, y bien dicen que cuando el hambre aprieta, la vergüenza afloja, y en efecto, así fue.

Poco tiempo después fue suficiente para que se convirtiera en una excelente bailarina, sus casi desnudos combinados con una refinada sensualidad al estilo oriental cautivaron a más de uno. Así cambió pronto su nombre al de Mata Hari que en lengua oriental quería decir “Ojo de la mañana”. Además, como toda buena artista reconocida, tuvo que borrar su pasado para darle uno mejor al público, una nueva identidad que se pudiese comprender y le diera cierto misticismo, en pos de esto alegó haber nacido al sur de la India, en la ciudad de Jaffnapatam, ser descendiente de los brahmanes y hasta llegó a inventar nombres indios para sus propios padres.

Las revistas y la sociedad de la época le inventaron rumores acerca de su vida, muchos conocían su verdadera historia con MacLeod, pero sólo parte de ella, el desenlace y los enredos que se comentaban entre la sociedad eran totalmente distintos, y hasta parecían graciosos. En sí, todo esto le sirvió para incrementar su fama y acercarla a lo que ella más quería: las clases altas. ¿Por qué?, pues por la sencilla razón que le apasionaba la vida de lujo que nunca pudo tener, quería poseerlo todo y no privarse de nada. Como los pretendientes nunca le faltaron, y mucho menos los de alta alcurnia, sus sueños no parecían tan lejanos de la realidad… y así vinieron varias relaciones efímeras que supo aprovechar. Uno de los comprometidos más famosos fue Alfred Kiepert, teniente de húsares que inclusive la llevó con él a Berlín, pero la dama amaba mucho la libertad, y lo dejó de lado para buscarlo sólo cuando le hacía falta. Esta época probablemente fue la mejor de su vida, los amantes iban y venían, la llevaban a conocer Europa a cambio de sus favores sexuales y de su compañía, cuando se aburría o las cosas no iban bien, sencillamente ponía punto final.

Pero acercándonos a la funesta fecha de 1914, el clima belicista en Europa era bastante desalentador para todos, y el dinero debía guardarse, a pesar de que aún en la Belle Epoque el derroche era algo común, todos podían “oler” en el ambiente, un largo período de decadencia y pobreza que en caso de estallar una guerra, se generaría. La pregunta era dónde se haría más fuerte. Para Mata Hari las cosas también fueron duras poco antes de la guerra, y sus espectáculos se limitaron a lugares menos concurridos y de “tibio” prestigio. Cansada de esperar al hombre ideal, que se traduce en poder y dinero, marchó a Alemania en busca de nuevos horizontes.

Mata Hari : la leyenda de una bailarina que se convirtió en espía

Así llegó a Berlín en el año de 1914, nada más funesto, pero al menos tenía una entrevista para una revista musical, y Kiepert podría seguir aportándole algún dinero de vez en cuando. Cuando estalló la guerra actuó rápido, y tremendamente preocupada consiguió la ayuda de un amigo holandés que la llevó a su país de origen. Una vez allí, y debido a la escasez que provocaba la guerra, se vio obligada a conseguir otro hombre, esta vez: Van der Capellen, con vínculos entre la aristocracia y el ejército, sería su “protector” por decirlo de algún modo. Y así consiguió un amante que de verdad valía la pena; aunque para disimular un poco se presentaba esporádicamente en sus shows tradicionales, para así hacerse conocida también en su propia tierra; y a esta altura ya era considerada totalmente en los medios como una vedette más que como una modelo. ¿Qué había sido de su hija?; pues intentó recuperarla o al menos verla varias veces, pero el padre siempre se opuso, al igual que la ley, pues la progenitora era considerada dueña de una vida “muy libertina”; al final nunca vería a su hija más que una que otra vez a escondidas, y el retoño del frustrado matrimonio moriría joven, pocos años después que Mata Hari.

Mata Hari : la leyenda de una bailarina que se convirtió en espía

En su vida personal las cosas no iban mucho mejor, Van der Capellen significaba estar atado a alguien y esto era precisamente lo que ella no quería. En Amsterdan las cosas también se hacían monótonas, mientras que la guerra parecía iba a ser prolongada. Es más, en sus múltiples reuniones sociales, se topó una que otra vez con algún alemán, entre ellos un cónsul llamado Kramer quien la entusiasmo hablándole de la calidad de vida que algunas personas, a pesar de la guerra, podían darse en las ciudades del primer mundo, así que como Holanda era demasiada aburrida para ella, decidió volver a París. Sin embargo, la visa le fue negada, antes que nada porque las autoridades inglesas aliadas develaron que Mata Hari tenía cierta ascendencia alemana y sus innumerables relaciones con hombres de esta nacionalidad la hacían muy sospechosa.

Su amante favorito y el inicio del final

Al final tuvo que llegar a París vía España, pero ya se había percatado que su presencia podía ser muy sospechosa. En su lista de innumerables amantes ya figuraban hombres de las más variopintas nacionalidades, desde rusos, pasando por italianos y hasta montenegrinos, todos de la alta sociedad por supuesto. Pero como de todos siempre existe un preferido, en estos años el afortunado llevaba el nombre de Vadim Maslov, un joven ruso. Pero la guerra hizo imposible que se vieran seguido, y cuando su amante fue herido y Mata Hari se enteró, no lo pensó dos veces y decidió marchar a Vittel, en plena zona militar, quién sabe que fuerzas obligaron a una mujer dueña de muchos corazones a una decisión tan arriesgada.

Como necesitaba un permiso especial para visitarlo, entre sus influencias pudo encontrar la gente adecuada y obtener un salvoconducto y a través de su conocido, el general Hallaure, se le consiguió una cita con el capitán Georges Ladoux. Y aquí, sin querer, empezó todo. ¿Por qué?, pues por la sencilla razón de que la llegada de Ladoux a la vida de esta fémina la cambiaría para siempre. El trabajo de este militar era interceptar y descubrir a los espías alemanes, y cuando fue informado que se necesitaba hacerle un favor a una joven, Ladoux inmediatamente pensó que se trataba de un espía alemán. Después de todo se le dejó marchar y pudo visitar a Maslov, para luego cumplir una cita con Ladoux. En la misma, se fue directo al grano y Mata Hari, si bien “negó” que fuese una espía alemán, prácticamente se adelantó a cualquier designio del militar y se ofreció “amablemente”, a cambio de una jugosa cantidad de dinero, a fingir ser lo que Ladoux creía que era: una espía. Surgió al acuerdo y como primer campo se le designó España, de ahora en adelante trabajaría para los franceses.

A la tierra católica por excelencia llegó en noviembre de 1916, lejos del apogeo de la guerra, instalándose en Madrid, no obstante Ladoux le envío un vigilante, algo un tanto molesto para ella, que siempre se esforzaba por mostrarse tan independiente. Alegando que tenía una cita amorosa se deshizo de él, pero los agentes pronto reemplazaron la vigilancia y al final determinaron que se habían realizando algunas llamadas de teléfono público y al final siendo rastreadas se había determinado que habían tenido como destino el banco y el consulado germanos. Luego, para incrementar las sospechas, Mata Hari regresó a Holanda, haciendo escala en Gran Bretaña. Allí se le confundió con una espía alemana, fue arrestada y conducida a Londres. Algo asustada llamó al cónsul holandés y éste a Basil Thompson, un comisionado de policía, para que la liberase de inmediato.

Este último le sugirió volver a Madrid, pues en otros lares las cosas siempre estarían dificultosas para ellas, por temor a que pueda ser confundida como espía, y lo cierto es que no se sabía exactamente que era exactamente esta mujer…si espía, una diversión para despistar a los agentes, si estaba al servicio de los alemanes, o una loca aventurera que se había envuelto en ese ámbito por casualidad o desgracia. Pero ante tanta sospecha, decidió entonces hacer lo que todo el mundo sospechaba de ella: espionaje, y vivir de ello. Como España era el país neutral, se marchó allí. Nuevamente regresó a las andadas y anduvo con varios hombres, entre ellos el mayor alemán Kalle, quien en las noches que pasaba con ella lograba “emitir” jugosos datos acerca del frente y así se supo el plan alemán de copar a los franceses en Marruecos, lanzando submarinos y soldados. No muy lejos de allí estaba el homónimo galo de Kalle, llamado Devignés, quien también había caído en las redes de la astuta fémina, y que obtuvo un par de datos. Empero, no fue suficiente y poco tiempo bastó para que en los medio sea reconocida como una agente alemán, cuando en realidad nunca se vio muy inmiscuida en tal cosa. Devignes empezó a evitarla y ella marchó a París a aclarar las cosas, pero todos le huían, inclusive Ladoux la dejó plantada.

Detención y muerte

Y así sucedió lo impensable, pues el 12 de febrero de 1917 fue arrestada en París. Antes del juicio se le sometió a los típicos y tortuosos interrogatorios, a cargo de Pierre Bouchardon, quien no se dejó impresionar por la misteriosa belleza de la muchacha, y ante tanta presión y a la luz de algunas evidencias, la muchacha terminó confesándolo todo. Mata Hari contó que en mayo de 1916, cuando se hallaba en La Haya, un alemán, llamado Herr Kramer si la memoria nos falla, le ofreció 20 mil francos para trabajar como espía de ellos. Luego la bautizó como H21, además de brindarle una boletilla con tinta invisible para fines de correspondencia. Según ella se había embolsado el dinero y jamás había colaborado con grandes datos. Bouchardon además, curioso, preguntó el porque frecuentaba oficiales, en especial aliados, a lo que Mata Hari sencillamente alegó que era porque siempre era así, y vaya que les fascinaban. Sin embargo pese a toda su confesión esta vez estaba sola, y casi todos sus amigos la abandonaron. El juicio a Mata Hari comenzó el 24 de julio de 1917 y a pesar de que no existían grandes pruebas y se había defendido como pudo, revelando varios nombres de sus amantes ahora indiferentes, fue declarada culpable y a la pena de muerte. No lo podía creer. De hecho, todos sus ex-amantes que se encontraban en el medio se mostraron indignados. La mayoría esperaba un castigo de un par de años; durante el juicio había llegado a decir: “Seré ramera, sí, pero jamás una traidora”.

Mata Hari : la leyenda de una bailarina que se convirtió en espía

El 14 de octubre de ese año, un cortejo, con un médico y una monja incluidos llegaron a su celda para bendecirla antes de partir. Todo fue un teatro, y ya vestida, marchó hasta un automóvil que la condujo hasta el lugar indicado, ayudó a la monja a descender y con total valentía, quizá porque era consciente de que era inocente, no permitió que se le vendara o que la amarraran. No mucho después se ponía fin a aquella vida.

Nadie reclamó el cuerpo y fue regalado a los estudiantes de medicina de un hospital de París. Ese fue el precio que tuvo que pagar Mata Hari, una espía apenas, pues en realidad se trató más de una improvisada, la cual dejó de ser rentable para uno y otro bando (nunca se sabrá con certeza para cuál).


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