Sé que tienes tus ojos clavados en mí mientras me paso el cuchillo por la lengua para limpiar la sangre fresca de la hoja de acero. Puedo adivinar tus pensamientos, ya sé que conoces esa escena de Drácula, pero no puedo evitar darle al momento un toque de teatralidad, no siempre tengo público.
No me sorprende que tus ojos no reflejen miedo. Quizás haya habido algún destello de asco cuando has conocido la trastienda, pero ni pizca de temor. No es extraño. Cualquiera que observara los cuerpos colgando en sus ganchos, sin cabezas, abiertos en canal y con los cubos bajo ellos recogiendo cada gota de sangre, habría intentado huir haciendo que las bridas se ciñeran aún más en sus muñecas. Nunca uses cuerdas, los nudos son traicioneros; las bridas solo pueden cortarse. En cambio tú ni siquiera has parpadeado, tus pupilas se han dilatado, doblando su tamaño, ¿sabes qué eso es señal de agrado con lo que se ve? No se puede confiar ni en el propio cuerpo.
No, por favor, no desvíes la mirada, no puedes disimular, no puedes ocultar tu naturaleza. Eres igual que yo. Pero, para tu desgracia, no hay sitio en la ciudad para dos depredadores como nosotros. Era cuestión de tiempo, o acababas tú conmigo o era yo quien acabara contigo. La suerte ha estado de mi lado. Quizás en otra vida tengas la ocasión de ganarme.
¡Pero mira qué hora es! Me encantaría estar más tiempo charlando contigo aunque seas de pocas palabras. Venga, no pongas esa cara, ya deberías haber notado la acidez de mi humor. Tu lengua está en la cámara frigorífica, ni te imaginas lo cotizado que está este producto en el mercado.
Tenemos que despedirnos. Hoy es un día fuerte de mercado y ya mismo no parará de entrar gente en la carnicería, mi producto tiene fama en toda la ciudad. Ese es el secreto de un buen negocio, ofrecer siempre la mejor materia prima y, ya ves, yo tengo buena vista para el género.
Me has caído bien, creo que acabarás en mi mesa en vez de en la de alguien que no sepa apreciar tu sabor. Sería una pena desperdiciarte. Vaya, me voy por las ramas de nuevo, no tengo remedio. En fin, ha sido un placer encontrarte. No te muevas y todo habrá acabado en un abrir y cerrar de ojos. ¡Qué mala suerte vas a tener! Un error de principiante no haber afilado el cuchillo lo suficiente y parece que tu tráquea va a resistirse. No vayas a desmayarte ahora, no me defraudes. Sólo será un momento, voy por el hacha.
Listo. Ha costado más desatascar el cuchillo de tu garganta que acabar. Siento que no puedas verte, seguro que te habría gustado el resultado tanto como a mi. ¿Dónde crees que debo colocar tu cabeza?, ¿qué tal quedaría en la vitrina? Sí, seguro que ese sería el sitio que tú mismo le habrías dado.