Yo, Billy Pilgrim, moriré, siempre he muerto y siempre moriré el 13 de febrero de 1976. Así de potente comienza la adaptación a novela grafica de la historia escrita por Kurt Vonnegut en 1969 (con una nueva edición de Blackie Books que me hace los ojos chiribitas), y que es ya todo un clásico tanto de la literatura como de la ciencia ficción. Lo admito, a día de hoy aún no me he sumergido en las paginas del genio de Indianápolis, pero con cada persona con la que he hablado y ha leído la historia en ambos medios, tiene la misma opinión: Ryan North y Albert Monteys han conseguido trasladar al cómic una novela tremendamente compleja sin perder un ápice del original, pero a la vez haciendo algo nuevo. Pero, comencemos por el principio, por si como servidor, no habéis leído la novela.
La azarosa vida de Billy Pilgrim
La historia de Matadero cinco o La cruzada de los niños es la historia de Billy Pilgrim, un optometrista norteamericano que fue prisionero durante la Segunda Guerra Mundial, superviviente de un bombardeo en la ciudad de Dresde, abducido por extraterrestres, exhibido en un peculiar zoo del planeta Trafalmadore junto a una modelo y único superviviente de un accidente aéreo. Lo curioso es que Billy Pilgrim no vive su vida de forma lineal, si no que todo le sucede simultáneamente. Billy Pilgrim se ha desprendido del tiempo y eso ha cambiado su vida para siempre.
En este tiempo absoluto y entero, para nada lineal, vive Billy Pilgrim. Por supuesto, este viaje epopéyico a través del tiempo tendrá terribles consecuencias. Las experiencias cotidianas de Pilgrim son traumáticas, influyendo en su relación con todo en el mundo (incluido su pareja) y su extraña vida profesional. Los constantes saltos temporales son la norma narrativa por defecto, y su carácter aleatorio donde no te sabes lo que te vas a encontrar al pasar la hoja, son una de las mayores virtudes de Matadero cinco o la cruzada de los niños.
Hablando de la guerra y mucho más
Vonnegut escribió la novela para explicar detalladamente su experiencia bélica, sus vivencias como prisionero de guerra, así como su testimonio de supervivencia al bombardeo de Dresde, donde se calcula que murieron unos 40.000 civiles. Un episodio del conflicto europeo, un autentico crimen de guerra que sirve a Matadero Cinco para poner un tono de ironía y mordacidad sobre este gran absurdo que es la guerra de un modo parecido y a la vez diferente del que hace El Narrador. El cómic (ya que por la novela no puedo hablar), hace gala además de una critica a la sociedad americana de la época, pero pone el énfasis en la inutilidad y la cantidad de vidas, tanto jóvenes como mayores, que se llevo y se lleva aún a día de hoy la guerra.
Monteys + North
Cuando leemos novelas gráficas que son adaptaciones de novelas, uno de los defectos habituales suele ser el abuso de cuadros de texto o demasiada narrativa en off. También lo hace Matadero cinco o la cruzada de los niños, sin embargo, lo hace legitimado por el prólogo que encabeza la novela y que expone al lector la existencia de un narrador. Ayuda, no nos engañemos, Albert Monteys. La narrativa fluye por si sola, cada página parece estudiada para ponernos en el contexto temporal con lo mínimo, pero dando cierta coherencia visual a cada segmento en todo momento. Las transiciones son imaginativas, los saltos temporales no se sienten complejos ni desconcertantes de leer -pese a que lo son- y todo parece engarzado en torno al concepto que Matadero Cinco plantea. Si el trabajo de North en el guion es sobresaliente, el de Monteys es simplemente sublime.
Si ya partimos con que los juegos temporales son uno de mis fetiches literarios, la estructura que plantea Matadero cinco o la cruzada de los niños y el tema antibélico que subyace a todo su extravagante planteamiento durante toda la obra, hace que esta novela gráfica sea de lo mejor que he leído este año.