Foto: European Federation of Journalists (EFJ)
Perseguida por las autoridades maltesas por su labor investigadora, Caruana fue asesinada este lunes mediante la explosión de una bomba lapa adosada a su coche mientras viajaba en dirección a la ciudad de Bidnija, cerca de su casa familiar. La periodista, de 53 años, -autora también del popular blog Running Commentary- había sido demandada en numerosas ocasiones tras desvelar diversos escándalos que salpicaban a políticos malteses. El ministro de Economía se querelló contra ella tras publicar un artículo donde desvelaba que este alto cargo visitó un burdel junto a un asesor durante un viaje oficial a Alemania. Era miembro del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) con cuya ayuda también destapó la participación de políticos de su país en el escándalo de los Papeles de Malta. El hostigamiento llegó hasta el punto de que congelaron sus cuentas bancarias. Hace tan solo un par de semanas, la periodista había presentado una denuncia ante la policía porque estaba siendo amenazada. Resulta increíble, por paradójico, que la seguridad de los periodistas también deba ser una prioridad en la Unión Europea.“Esto es nuestro país: un Estado mafioso donde puedes cambiar de sexo en el carné de identidad, pero también donde puedes saltar por los aires por ejercer tus derechos básicos”, ha denunciado el hijo de la periodista. Matthew Caruana acusa al Gobierno del laborista Joseph Muscat de ser “cómplice” y “responsable” del asesinato de su madre. Una acusación que ha hecho extensiva a la policía y a la Justicia por “haber permitido una cultura de impunidad en el país”.Según diversos medios, la reportera estaba investigando los supuestos pagos y sobornos desde Azerbaiyán a la esposa del primer ministro, Michelle, acusaciones que Muscat había negado. Poco antes de ser asesinada, también publicó datos sobre el jefe del Gabinete del primer ministro, acusado igualmente de corrupción.
En esa isla mediterránea, a poco más de dos horas y media en avión desde España, la vida de una periodista no vale nada. Es urgente que la Comisión Europea tome cartas en el asunto más allá de calificar el crimen de “acto escandaloso”. Darse golpes de pecho y lamentarlo está bien, pero mejor sería que las autoridades comunitarias actuaran como si este vil atentado hubiera ocurrido en Bruselas, París o Madrid.