Revista Opinión

Maternal: perfecto amor

Publicado el 28 noviembre 2019 por Carlosgu82

Lo primero que haré es advertir que esto no es una típica moraleja para decirte que aproveches el tiempo con tu madre y esas tonterías. Por dos razones no lo hago, primero porque es absurdo que yo lo diga, no tengo el valor moral para aconsejarte y segundo porque sinceramente no me importa. Mi intención es drenar el dolor acumulado por el lapso de más de tres años.

Mis contemporáneos suelen decirme que es un drama, que existen miles de personas que ni siquiera conocieron a su madre, que exagero, que debería agradecer haberla conocido. Quizá tengan razón, sin embargo mi dolor no es menor. Lo explico de forma simple, yo tenía todo, si, tenía a mi madre, completa…

Mi hogar siempre fue humilde, crecí con poco, pero mi madre, ese ser tan perfecto siempre estuvo conmigo. Todos los días podía ver su rostro y me bastaba para ser feliz, todos los días por difíciles que fueran siempre podía ir a mi casa con una sonrisa en mi rostro al saber que mi madre me estaría esperando con un plato de comida, cuestionándome sobre mi devenir en el mundo.

Por más grandes que fueran mis problemas mi madre sabia encontrar una solución, por más cruel que fuera mi llanto, un beso de mi madre era más que suficiente para calmar mi dolor, por más siniestros que fueran mis errores sabía que podía hacerlos del conocimiento de mi mama, sabía que mi aliada era alguien que jamás me juzgaría por mas grotescos que fueran mis errores.

Las personas que no conocieron a su madre no saben este sentimiento, simplemente no lo entienden. No saben lo que es perder eso tan maravilloso.

Fue mi cómplice muchos años, mediando entre mi padre, ese equilibrio en mi casa. La alegría de mi pobre hogar, sin duda lo mejor que teníamos. La motivación en mis días escolares, por ella me esforcé cada día. Porque ella pudiera sentirse orgullosa de mi, no importaba mi desvelo por estudiar para un examen, debía obtener una buena nota para ella. Todo lo bueno que hice en esos años era por ella, cada triunfo era para ella, fuimos verdaderamente inseparables.

Las personas que me rodean saben que de pocas cosas, verdaderamente pocas, me arrepiento la más grande sin duda es no haber aprovechado en mayor medida a mi madre. Quizá si me hubiera portado mejor, quizá si no la hubiera hecho enojar tantas veces, quizá si hubiera sido un mejor hijo, quizá ella seguiría aquí conmigo.

Cuando ella partió, mi vida simplemente se oscureció y ha sido un infierno desde su partida. Me he quedado solo, a pesar de vivir acompañado, ninguna compañía se puede comparar a la de mi mamá y entiendo que nunca podrá compararse un amor con el de una madre. Ese amor tan puro, desinteresado, integro, ese amor perfecto, ese amor de mama. No obstante, de nada sirve lamentarse ahora, solo queda afrontar la realidad, tan cruel como jamás imaginé.

Varios años han pasado ya de su partida y aun siento que no le he llorado lo suficiente, júzgame, no me entiendes. Ahora soy mayor y la sigo necesitando igual que cuando era un infante, tal vez ahora más.  Sea por esa fortaleza que “debo” aparentar, sea por mi orgullo que no deseo ver debilitado, el punto es que no he escrito sobre ella.

Esto ha sido lo más difícil de escribir, siguiendo el tenor de tristeza, de oscuridad. Las ´palabras a cuenta gotas brotan de mi creatividad, no por falta de la misma, sino por la carencia de valor que me ha caracterizado desde años antes.

Quisiera tener valor y llamarla, decirle lo mucho que aun la necesito, pero no lo hare. Simplemente sus prioridades son otras, lo entiendo, aunque eso no significa que no me lastime. No ha pasado día alguno en el cual no piense en el porqué de su partida, ¿tan mal hijo debí ser para haberla alejado de mí? Posiblemente si, aunque sé que ella me perdonaría una y mil veces.

Más que mi compañera, mi consejera, mi mejor amiga, o mi cómplice, lo fue todo, fue simplemente mi madre.


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