Revista En Femenino

Maternidad subrogada, almas de alquiler

Por Almapau @princesas_os

La maternidad subrogada, almas de alquiler

Irivana tenia 10 años cuando vino con su padre desde Tallin, Estonia.
Era una edad difícil pero ella una chica lista, se amoldó fácilmente al clima cálido del mediterráneo en un pueblo del levante.
No le costó aprender los dos idiomas de la escuela, ya llevaba una buena base de inglés, además del estonio y ruso como idiomas maternos. En el colegio en estonia, también aprendió alemán.
Desde el principio brilló en el colegio, y entre los demás niños.

Cuando llegaron a España en pleno auge del ladrillo no falto trabajo, ni recursos, en Tallin, su padre sin estudios apenas tenía oportunidades para la creciente economía tecnológica, pero en España encontraron un paraíso.
Casi diez años después las cosas han cambiado.
Sigue siendo una buena estudiante, la mejor de su clase, pero la universidad es inaccesible, hoy por hoy para su familia.
Pidió una beca, pero no le basta para pagar matrículas y vivir, dado que no esta cerca de su casa y debe mantenerse.
Trabaja limpiando casas por horas para echar una mano a sus padres y ver si puede al final del verano juntar para poder intentar su sueño. Estudiar.
Así conoció a Virginia. Trabajando para ella.
Y la admira, es la mujer en la que ella quiere convertirse.
Virginia lo probó todo. Antes de rendirse.
Todo. Pero al fin un medico se sentó junto a ella y mirándole a los ojos le hizo saber que nunca sería madre. Nunca.
Su ilusión, su meta. La maternidad le ha sido negada por la naturaleza.
Virginia es una profesional incansable, culta y emprendedora. Y no, no se rinde.De hecho no recuerda un solo día en el que lo haya hecho.
Irivana tiene esa belleza pálida y rubia que agradan tanto a los mediterráneos, tal vez por el contraste de una tierra tostada por el sol y la brisa marina. Tal vez fue eso lo primero que vio Virginia, o su inteligencia y honestidad…
No recuerda cuando lo pensó por primera vez. Cuando creyó que sería el contenedor biológico perfecto de su hijo.

Cómo surgió? Tal vez fue Virginia preguntando de que lugar de Rusia procedía, pero Irivana no es rusa, es estona, aunque a Virginia le da igual.
Virginia no es de las personas que escuchan, Irivana sí. Llenó su mente soñadora de generosidad, empatizó con virginia, vivió su dolor desde el principio…
Maternidad subrogada, porque vientre de alquiler sonaba horrible…
Los negocios son así, ley de oferta y demanda. un bufete de abogados les puso en contacto con una organización.
Todo era fácil. Caro, pero fácil.
12000 euros para Irivana, eso solucionaría su vida, la universidad, la situación crítica de sus padres…
A sus 20 años, tendría tiempo de tener sus propios hijos, esto sería un favor, gestar al hijo de otro…
No se lo dijo a sus padres, sabia que no la apoyarían, y desde el comienzo los abogados de Virginia le dejaron claro que no podía contarlo, no era legal en España.
El primer pago fue para la matrícula de la universidad.
La que quiso elegir. Era simplemente feliz.
Sabía que tendría que esforzarse, pues el final del curso coincidiría con el final del embarazo y tendría que vivirlo en Rusia.

Lo arreglaron, para que ella pudiese viajar a Kiev. Allí le hicieron la implantación.
Coincidiendo, si todo salía bien, con las vacaciones de verano del año siguiente. Claro que saldría bien! A Virginia todo le salía bien.
Dios estaba de su parte!
Un mes en Kiev, los primeros días en reposo, después disfrutando de una otoñal y preciosa ciudad. Volver a España. Llena de ilusión y de futuro.
El embarazo comenzó bien, ningún problema, ni síntoma.
En la clínica le hacían revisiones quincenales, y todos los días hablaba con Virginia.
Su madre la notaba extraña pero lo achacó al comienzo de la universidad, lejos de casa. Le dijo que había encontrado un trabajo, así que no esperaban que fuese a verlos a menudo.
Preparaba así los meses venideros, cuando se le comenzara a notar el vientre abultado.
Desde el principio no quiso pensar en el bebé.
No lo sentía suyo.
No lo era. Era un favor, un favor que le solucionaría la vida.
Se veía como una de esas mujeres de clase media americanas que cedían su vientre para ayudar a otras mujeres.
Se sentía bien, completa, feliz.

Con casi 18 semanas sintió las primeras patadas, era un niño.
Ese día tras contárselo apresuradamente a Virginia por teléfono, recibió flores y bombones.
Era una niña mimada y adorada.
Su vientre ya señalaba ciertas redondeces.
Comenzó a soñarle.
Le llamarían Isaías, como su abuelo… Como su abuelo genético.
Cómo sería? Tendría sus ojos? Su voz? No tendría nada suyo? De algún modo, sería suyo?
Huía de los fantasmas. Esos fantasmas que inconscientemente comenzaban a molestarle.
No es mi hijo. Sólo un favor.
No tendrá nada tuyo le decía Virginia.
Pero ella le sentía. Aunque intentaba silenciarle.
Comenzó a pensarle por su nombre. Isaías. Isaías.
Lo esperaban para mediados de julio.
El primero de mayo se instaló en Kiev, en un piso cerca de la clínica. Lo compartía con otras mujeres embarazadas.
Apenas hablaban. conoció a 4 en un mes. Mujeres rusas, jóvenes, bonitas. pobres. Venidas desde el país vecino a parir
Pasó esos mes paseando, por orden del médico, estudiando, se alimentaba según la estricta dieta que le impuso Virginia. Vieron a verla 1 vez, a comprobar que todo iba bien.
Seguía siendo su niña mimada, su amiga.

Sus padres no sospecharon que le hubiesen dado una beca para mejorar su ruso.
Estaban muy orgullosos de ella. De su chica lista. De la joven estudiante universitaria, responsable y trabajadora…

Isaías decidió adelantarse un mes largo. Faltaban semanas para que Virginia y su marido llegasen desde España a esperar el gran día.
Los planes eran pasar las últimas semanas todos juntos.
Cuando llamó a Virginia diciéndole que acababa de romper aguas a las seis de la mañana esta se enfadó.
Le gritó llorando que cómo podía hacerle eso.
Que era pronto, que Isaías podía sufrir algún daño. Y sería todo culpa suya.

Una hora después ya habían mandado a una enfermera y un chófer. Le acompañaron al hospital. Le confirmaron que había roto aguas, el bebe estaba bien. Era pronto, pero estas cosas pasaban, no habría problema alguno, era grande.
Las primeras contracciones ni las notó.
Estaba muy verde, le dijeron.
Pasó el día en la habitación de la clínica, relajada, con su música y un par de libros.
Virginia no llamó. Pero las enfermeras le dijeron que habían enviado por fax su plan de parto.
No habría riesgos. No se asumiría ningún riesgo con el bebe.
En caso de que todo fuese bien el parto seria natural. Sin epidural.
Si hubiese algún signo de alerta se procedería a una cesárea inmediata.
Irivana se asustó. Se sintió de pronto inexistente, invisible. Sin voz ni voto. Un cuerpo sin valor.
Fue consciente entonces de su soledad, lejos de casa. Lejos de su mundo. sola.
Y en mitad de su dolor comenzaron las contracciones, rítmicas, dolorosas…
Como una muñeca sin vida, era explorada cada media hora, nadie le preguntaba como estaba, como se sentía, ni siquiera le hablaban.
Cuando las contracciones se hicieron insoportables la trasladaron a la sala de partos, entre gritos de dolor.
Dios! Cómo dolía! cállate! Has firmado, no puedes quejarte.
No hay nada para el dolor para ti.
Asustada decidió hacer caso y lloró en silencio.
Los minutos se hicieron horas, las horas una vida…

Una enfermera le preguntó si tenía sed.
Sí.
No han venido los padres, pero les esperan mañana. Estate tranquila, todo saldrá bien.-Era mayor, y en sus ojos leyó su pena.
Vio el reflejo de si misma, se vio. Triste y sola.
Entonces en sus ojos vio algo mas. A ese pequeño ser que pugnaba por salir de su cuerpo…
Su hijo, sí, suyo.
Gestado durante 8 meses. Alimentado por su sangre y su cuerpo.

Las contracciones eran tan seguidas que no podía respirar, empuja! Empuja!
Pero no podía, no quería. Salir de su cuerpo seria decirle adiós, cuando ni siquiera le había dicho hola.
Un adiós tan pronto.
Suyo.
Su carne, su vientre.
Ardía. Su cuerpo ardía y entre gritos se abrió camino por el.
Entre gritos. Y dolor. Y lágrimas.
Le vio. Sucio, diminuto, Frágil. Ya no había dolor.
Expuesto en la camilla mientras le limpiaban y veían sus constantes. Le oyó llorar. Y lloró.

-Sus padres aún no han llegado, llegaran mañana. Llevadle al nido.
-Quieres verlo?
-Sí. Es tan bonito. Puedo cogerle?
Las enfermeras se miraron, el medico se encogió de hombros mientras esperaba a que saliese la placenta.

Su cuerpo era cálido y suave. Sus ojos.
Sus ojos. Nunca olvidaría su mirada. Su rostro perfecto, el vello de su diminuto cuerpo.
Sus manos.
Y de nuevo sus ojos. Su mirada. Su reflejo.
Y le amó, le amó tanto y tan desesperadamente como creía que no volvería a amar en la vida.
Su corazón se hinchó y galopó sin mañana.
Su mente se inundó y se emborrachó de sus ojos.
Su boca encontró el pecho. Su pecho. Y se aferró a el como a la vida.

No. Le dijo la enfermera mientras se lo quitaba de encima. Es mejor que no. Mañana te dolerá mas. Será más difícil.
Mañana? No hay mañana, sólo hoy, sólo ahora, mi hijo.
Mi vida, mi amor. Mi ahora. Estaba perturbada, gritaba, intentado soltar los arneses de sus piernas, No, NO, NO, gritaba mientras se lo llevaban. Sólo recuerda los gritos, las manos agarrándola. Y después la oscuridad. El silencio.

Cuando despertó no había nadie en la habitación. Pasó un rato antes de que alguien viniese a verla.
-Tienes sed?
-No. Dónde esta mi hijo?
No es tuyo. Quiero mis cosas. Mi teléfono.
El teléfono de Virginia estaba desconectado. Un abogado fue por la tarde. Un sobre. Un cheque…
No quiero firmar. No hay nada que firmar. No hay marcha atrás.
Un billete de avión.
Y un vacío enorme…
Cómo volver? Dónde?

El mediterráneo ya no era cálido ni soleado. El mundo había oscurecido.
No había nadie en la casa de Virginia. Ni al día siguiente, ni a la semana.
Un cartel de “Se vende” en la ventana.

Isaías. Isaías, tiene los ojos azules, como su madre…

Querido Isaías, perdóname, perdóname porque me enamoré de ti cuando ya no quedaba tiempo…
Así comenzaba la carta a su hijo, la que escribió y metió en una botella.
La tiró al mar, junto con las llaves de su alma.
Si la encontráis, no la abráis por favor.
Dejad que navegue y algún día su legítimo dueño pueda leerla y entenderla.
Tal vez entonces Irivana pueda perdonarse a si misma y pegar los trozos destrozados de su alma…

Maternidad subrogada, almas de alquiler


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