Hace ya unos meses fui echado a patadas de un blog que me gustaba leer regularmente, un blog alonsista que me aportaba buen contenido desde la trinchera acérrima del alonsismo. ¿Mi pecado? Algo tan simple como manifestar que me parecía mal que llamase el autor del blog “mierda” a Lewis Hamilton. Casi todos le reían la gracia al personaje descalificador (incluido mi Primo), y yo me resistía a irme de un sitio así, sin contemplaciones, cuando lo único que pedía al autor era que fuese educado y no insultase. Después me llegó la amenaza, incluso física, y la fanfarronada del individuo en cuestión “¡yo me dedico a romperle la cara a la gente!”. Hasta ahí podríamos llegar. Cerré la puerta por fuera y tiré la llave al mar. No, no busquen referencias, ya que para hacer esta entradilla busqué ese post, llamado de forma barriobajera y grosera por el individuo “¿Por qué Hamilton sigue siendo un mierda?”, pero el autor borró mis respuestas, y, lo que es peor y que indica su vergüenza, las suyas también. Triunfo moral, querido.
Todo esto viene a colación por el comportamiento grotesco de matón de medio pelo de que hizo gala el bloguero que nos ocupaba, similar en parte a lo que nos enseñó el piloto venezolano Pastor Maldonado el pasado sábado, cuando terminaba la segunda sesión de calificación (me niego a hablar con siglas). ¿Lo recuerdan? Sí, ese momento en que soportó un adelantamiento algo brusco de Hamilton, que hasta llegó a tocarle levemente; pues Maldonado se enojó y en la siguiente recta, jugó a los coches de choque con un sorprendido Hamilton, que perdió varias partes de su coche en el altercado.
En aquél momento se vieron unas imágenes en las que parecía (por el ángulo y por el movimiento del coche de Maldonado) que el atacante era Lewis Hamilton, por lo que Antonio Lobato no perdió la oportunidad de arremeter contra el piloto inglés, acentuando su papel irresponsable y calificando su acción como otra “hamiltonada”. Vi la imagen varias veces y sí que parecía que el infractor era Hamilton, pero me dije “hay que ver uno de los dos onboard, el de Hamilton o el de Maldonado”. Después de mucho mirar por internet, encontré este video onboard de Hamilton (que seguramente ya no existirá debido a que las influencias de Bernie son manifiestas en Youtube) en el que queda claro que Maldonado arremete con fiereza contra Hamilton, como macarra de barrio, como matón de medio pelo; vemos a Hamilton seguir una trayectoria recta y, cuando alza la mano derecha para comunicar algo a Maldonado, aparece el coche de éste, a gran velocidad y en sentido oblicuo, golpeando el coche de Hamilton.
Lobato y muchos más seguirán echando las culpas de todo a Lewis Hamilton o a todo el que no se llame Fernando Alonso, pero el video no deja lugar a la duda.
¿Se acordaría todavía Maldonado de aquél incidente con Hamilton que le dejó fuera en el GP de Mónaco? Quién sabe, pero tampoco creo que debamos culpar demasiado a los pilotos por esos arranques de furia puntuales. Que los sancionen duramente en los equipos, ya que incidentes como el descrito en Spa, no afectan lo más mínimo a la clasificación o carrera, quedando todo en una rencilla de la que nadie debe sacar tajada. Podrían hacer como en la vida cotidiana, o sea, el que tenga la culpa, que pague, siendo la FIA el juez. Así, los daños en el coste de reparación del coche de Hamilton los tendría que pagar Frank Williams, que muy atento él, le pasaría la factura a Maldonado para que la atendiese. ¿Por qué se deben beneficiar otros pilotos de un lance que no tiene la menor importancia? ¿Por qué la FIA siempre debe tener ese protagonismo sobreactuado?
Los pilotos van a más de 300 km/h, con un nivel de concentración total durante mucho tiempo, en el que se lo juegan todo ¿es justo reprocharles que pierdan los nervios un momento, cuando nosotros los perdemos a veces conduciendo por la más estúpida nimiedad? Estamos cansados muchos de pedir un poco de sangre caliente a los pilotos, y cuando alguno la saca, le llueven críticas.
No estoy midiendo con el mismo rasero a ese bloguero maleducado que insulta sin vergüenza a otro y a Pastor Maldonado, pues uno está tranquilito en su sillón, descansado, con una cervecita a la mano (o puede ser que una docena) y el teclado en la otra, y el otro se está jugando el pellejo y su futuro en la F1 en cada curva. Ambos son víctimas del fuego interno, pero el del bloguero no tiene justificación alguna y el del piloto será extinguido o avivado, ya que de simpatías o antipatías estamos hablando.