Por Rais Busom. Siempre se dice, que lo ideal en el amor es conseguir tu "media naranja". Es una bonita metáfora, pero idealiza la manera en cómo entendemos las relaciones. Lo mismo ocurre en el trabajo.
En los dúos, en los binomios, que hay tantos en las organizaciones y son claves, la gente tiende a lo mismo. A buscar al del mismo equipo de fútbol, al de la misma facultad, al del trabajo anterior, al que ve las cosas como nosotros o las hace igual, etc. Pensamos las buenas relaciones, en términos de convergencia entre profesionales,
Buscamos, que más allá de las jerarquías, sean complementarios. Se supone, que para formar un equipo, especialmente un dúo, hay que ser compatible. La divergencia se ve como un gran problema.
Profundizando, diríamos que ese problema, más que real, es el sempiterno miedo a lo desconocido, a lo diferente, mezclado con la desgana de quererse enfrentar a dinámicas complejas, que requieren un esfuerzo personal y a veces, cierta dosis de sufrimiento y sacrificio.
¿Pero ser diferente es tan malo?
Diría que no. Es más, diría que como suele pasar tantas veces en el emprendimiento, la diferencia es mejor, aunque no sea complementaria. Lo importante no es como se es, o se deja de ser, sino como uno es capaz de relacionarse.
Hemos elaborado una matriz para explicar esto, la llamaremos -obviamente- Matriz de Busom.
Lo fundamental no es la complementariedad, sino el tipo de interacción entre dos personas. Para mi lo más importante, es si la relación es constructiva o destructiva. Si se saben resolver los conflictos o no. Una afinidad estrecha, de estilos, de conceptos, pero una capacidad de interacción destructiva, está destinada al fracaso.
Sin embargo, dos personas divergentes entre sí, pero con habilidad para el entendimiento, son capaces de multiplicar lo que hacen, por mucho más, que una pareja complementaria y constructiva. Lo relevante es, que mutuamente encogen por sus perspectivas contrapuestas, sus zonas ciegas de la ventana de Johari, con grandes progresos de crecimiento personal.
Para conseguir una relación de alto potencial como son las divergentes-constructivas, tres simples valores son esenciales:
1) Confianza.
Sin ella, la relación se basa en "no me creo lo que me dice". Puede ser por el típico "no me fío ni de mi padre", es decir, por sistema o por algún problema pasado. Pero la relación es puramente formal y aunque la otra persona esté llena de razón de nada sirve, porqué no hay crédito.
2) Respeto.
Sin él, la interacción se convierte en un "me da igual lo que diga", ya que no es una fuente creíble o de consideración, especialmente respecto a uno mismo. Ya no es que no me lo crea, es que aunque me lo crea, me da igual, pues esa persona no es digna de mi consideración.
3) Honestidad.
Si los primeros valores, se tratan de los demás, este se trata de uno mismo. Transmitir lo que creemos que es verdad, para lo bueno y lo malo, en todo momento. Sin esa actitud, los puntos 1 y 2 se resienten.
Sin estos valores, la relación no puede funcionar, se convierte en tóxica. Sin embargo, las parejas elaboran habitualmente narraciones erróneas, para soportar la situación en el tiempo, o para acabarla antes de lo necesario.
Hay que explorar la capacidad de negociar con la realidad, de enfrentarse a lo diferente, más allá de la propia zona de confort, para conseguir la mayor complicidad y satisfacción. Ahora se ve claro, que en vez de buscar tu media naranja, puedes hacer un buen zumo de naranja con un limón. Muy sano y sabroso, eso sí, con un toque amargo.
- Apple surgió de la colaboración de Steve Jobs y Stephen Wozniak.
- Google de Serguéi Brin y Larry Page.
- Microsoft de Bill Gates y Paul Allen.
Y hay muchos ejemplos iguales. Incluso de matrimonios como Inditex. Casi siempre, acabaron separados y sus tiempos juntos nunca fueron ni fáciles, ni exentos de discusiones. Pero hicieron cosas importantes, para ellos y para el mundo. Y como decimos, "que les quiten lo bailao".
Fuente: https://manuelgross.blogspot.com/2017/08/matriz-de-busom-4-tipos-de-relaciones.html