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Matt Dillon, el último rebelde sin causa

Publicado el 09 diciembre 2019 por Elaltramuz @ElAltramuz

 Matt Dillon, el último rebelde sin causa por Nando Pro


Matt Dillon, el último rebelde sin causa
El 30 de septiembre de 1955 James Dean estrelló su ‘Little Bastard’ contra un Ford Tudor conducido por un estudiante en el cruce de la Ruta 46 con la 41. El actor perdía de este modo la vida tan solo unos meses después de haber lucido su mítica chaqueta roja en Rebelde sin causa (1955). Momentos antes del accidente, el actor conducía su Porsche a toda velocidad, del mismo modo que lo hizo con su meteórica carrera en el mundo del cine. Moría el ídolo juvenil, nacía la leyenda.
Casi 25 años después, en 1978, el director de casting Vic Ramos y la escritora Jane Bernstein se fijaron en un chaval de 14 años que estudiaba en la escuela secundaria Hommocks de Larchmont, Nueva York. Su nombre era Matthew Dillon, pero sus amigos le llamaban Matt. Ramos le ofreció el papel coprotagonista para En el abismo (1979) de Jonathan Kaplan. La película tuvo un estreno limitado a tan solo un puñado de salas debido a las escenas de violencia juvenil. Años más tarde Richard Linklater aseguró que había sido una de sus principales influencias a la hora de rodar Movida del 76 (1993) y Kurt Cobain dijo sobre ella que “definía toda su personalidad”, convirtiéndose así en un film de culto.

Matt Dillon, el último rebelde sin causa

Fotograma de la película “En el abismo” (1979)

La acción de la película transcurre en la ficticia ciudad planificada de Nueva Granada, Estados Unidos, donde la frustración de una población adolescente a la deriva, se mezcla con la desesperación, el abandono y la falta de expectativas de futuro. En este escenario, Matt Dillon hace su primera incursión en la gran pantalla interpretando a Ritchie White y a través de este personaje, Dillon comenzó a cimentar algunas de las características más reconocibles del concepto de ‘nuevo rebelde’. En Ritchie podemos comenzar a vislumbrar a ese antihéroe sinvergüenza y provocador que se siente vivo saltándose las normas y enamorando a las chicas. Lejos de la chaqueta y camiseta blanca, los jeans azules y las botas negras; el nuevo rebelde lleva media melena, chaleco y camiseta de rejilla, cinturón con la hebilla en forma de hoja de marihuana, pantalones de campana y unos aires de superioridad incontrolables para alguien de su edad.
Esta actuación fue elogiada por la crítica, gracias a lo cual Dillon pudo adjudicarse sus dos siguientes papeles. De este modo, en 1980 interpretó al adolescente Randy Adams en Faldas revoltosas (1980) de Ronald F. Maxwell, que protagonizaron Kristy McNichol y la ganadora de un Óscar, Tatum O’Neal. En este papel, más secundario que el de su primer trabajo, Matt nos regala algunas pinceladas de divertida desfachatez al convertirse en el objetivo de una picante apuesta entre dos chicas que pasan aburridas las largas horas estivales en un campamento de verano. El mismo año pero tan solo unos meses más tarde, Matt volvería a la carga en la gran pantalla con Mi guardaespaldas (1980), en la que interpreta a Melvin Moody, un arrogante perdonavidas que lidera una pandilla de matones de instituto que acosan a los alumnos más débiles. Las dos películas fueron bien recibidas por el público y Matt Dillon empezó a despuntar como actor adolescente.

Matt Dillon, el último rebelde sin causa

Fotograma de la película “Rebeles” (1983)

Más tarde, durante el verano de 1982, mientras en España la gente seguía con ilusión el Mundial y Naranjito se convertía en todo un emblema, al otro lado del charco Matt Dillon se consolidaba como un ídolo juvenil gracias a la película Tex (1982), dirigida por Tim Hunter y producida por Walt Disney Pictures. En ella, comparte pantalla con Emilio Estévez, con quien además también compartió generación, siendo ambos miembros del grupo de actores conocidos como “brat pack”. Este film fue el primero en adaptar una novela de la escritora norteamericana Susan E. Hinton, con la que Dillon estableció una especie de vínculo ya que protagonizaría tres de las cuatro adaptaciones realizadas. En esta ocasión, Matt interpreta a Tex McCormick en el que fue su primer papel protagonista. La película retrata la vida de dos hermanos, pertenecientes a una familia desestructurada de Oklahoma, que luchan por encontrar su lugar en la vida. Un par de meses después, Dillon volvió a asumir el papel protagonista esta vez en El amante de la luna (1982), en la que encarna a Jack Duncan, un chico pobre que se enamora de la hija de un rico banquero en Texas durante el verano de 1940.
La carrera de Matt Dillon estaba en pleno despegue, se convirtió en algo habitual ver cómo su cara forraba las carpetas de las quinceañeras y empezaba a ser percibido como un icono de la contracultura juvenil por parte del público. Pero lo mejor todavía estaba por llegar. En 1983, Dillon llega a la cima de su carrera al ser reclamado por el maestro Francis Ford Coppola, que por aquella época era considerado algo parecido a un dios del cine. El motivo fueron las adaptaciones a la gran pantalla de dos novelas de Susan E. Hinton, ambas ambientadas en Tulsa, Oklahoma, durante la década de los 50 y 60 y cuyas temáticas principales trataban sobre la angustia adolescente.

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Fotograma de la película “La ley de la calle” (1983)

La primera de las adaptaciones fue Rebeldes (1983), filmada de manera independiente lejos de los grandes estudios de Hollywood, donde se dieron cita un deslumbrante plantel de actores jóvenes que poco más tarde engrosarían la lista del famoso “brat pack”, con nombres propios a parte de el de Matt Dillon como los de C. Thomas Howell, Ralph Macchio, Emilio Estévez, Tom Cruise y Rob Lowe entre otros. Mención especial para Diane Lane, quien formó pareja con el propio Dillon hasta en tres ocasiones como si se tratase de unos John Wayne y Maureen O’Hara de los años 80. La cinta cuenta la historia de los grasientos, una banda de adolescentes de la zona pobre de la ciudad que tiene como rivales a los dandis, la banda de la zona rica cuyos miembros pertenecen a familias acomodadas de clase alta. El clasismo es la principal baza para que los adolescentes que no encuentran su lugar en la vida se refugien en la violencia escapando de este modo de unas realidades que no comprenden. Comienza la película y un eco lejano arrastra la canción “Gloria” de la banda norirlandesa Them, que poco a poco se va materializando por completo en nuestros oídos. Un joven vestido con una chaqueta de cuero marrón y unos vaqueros se apoya en el semáforo de un cruce mientras se enciende un cigarrillo. Acaba de salir de la cárcel y vuelve a su barrio de la zona marginal para continuar sobreviviendo junto a sus amigos grasientos. Dallas Winston, el personaje que Dillon nos regala en este film, es con toda probabilidad el que más profundidad tiene de cuantos ha interpretado el actor neoyorquino. Esta interpretación de un adolescente provocador, maleducado, sin esperanza y especialista en molestar a todos los que se crucen en su camino definiría a la perfección la esencia de los personajes por los que Dillon se ganó un lugar en el mundo del séptimo arte. Este film además arroja dos claves necesarias para entender el personaje de ‘nuevo rebelde’ que Dillon creó con tanto acierto. La primera de ellas es ese extraño magnetismo que los personajes groseros y maleducados de Dillon ejercen sobre las chicas convirtiéndole en todo un playboy de los suburbios. Como ‘Cherry’ Valance, el personaje interpretado por Diane Lane, afirma después de tener un altercado con Dallas, “espero no volver a ver a Dallas Winston, seguramente me enamoraría de él”. La segunda de las claves, es ese odio visceral por la autoridad y el orden establecido que lo enfrenta en la mayoría de los casos a los agentes de la ley hasta el punto de arriesgar su propia vida, convirtiéndole en un emblema de la rebeldía juvenil. La imagen de Dallas abriendo fuego contra la policía después de atracar una tienda al grito de “nunca me cogeréis vivo” expresa ese sentimiento con claridad.

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Fotograma de la película “Mano de oro” (1987)

Meses más tarde Dillon aparecería en La ley de la calle (1983), la segunda de las películas que rodó con el maestro Coppola, cuyo guión se encargaría de adaptar la propia Susan E. Hinton. Esta vez en blanco y negro y con un aura onírica e hipnótica que rompía con su cinta antecesora, el film contó en el reparto con estrellas como Mickey Rourke, Dennis Hopper, Nicolas Cage, Chris Penn, Laurence Fishburne o una Diane Lane que repitió como pareja del rebelde en la gran pantalla. Esta vez Dillon interpreta a Rusty James, un adolescente perteneciente a una familia desestructurada, nostálgico de épocas mejores que vive obsesionado con heredar el trono de su hermano, el Chico de la Moto (interpretado por Rourke), un misterioso personaje que se encuentra desaparecido y que en su día lideró las pandillas del barrio. El personaje de Rusty James nos presenta a un adolescente hastiado, que espera un futuro que nunca llegará. Un adolescente insensato e irresponsable. Un adolescente que trata de mostrar seguridad en sí mismo, pero que demuestra no saber qué está haciendo en ningún momento. Un adolescente que con la vuelta de su hermano, comienza a descubrirse a sí mismo y es precisamente esto lo que hace que su mundo se desmorone. Un adolescente con camiseta de tirantes, pendiente y cinta en el pelo que se empeña en imitar a su hermano tratando de aparentar que entiende su realidad, cuando en realidad no entiende absolutamente nada de lo que ocurre a su alrededor. “Tengo la sensación de pasarme la vida esperando algo, ¿pero qué? Ojalá tuviera una razón para vivir”, le dice Rusty James al Chico de la Moto en los últimos compases de la cinta.
Este es el prototipo de héroe que Matt nos regala. Aparecía en aquellas cafeterías americanas, bebiendo batidos, fumando cigarrillos y jugando al billar. Coppola aseguró haberse fijado en él porque le recordaba a los jóvenes inconformistas de los 50, y el periodista David Blum le etiquetó como el más firme aspirante a nuevo Marlon Brando. Frente al desgastado ídolo juvenil que se vendió en los 50 con James Dean como bandera, Matt Dillon logró construir una reinvención punki de este concepto. Los papeles de adolescente torturado, incomprendido y melancólico que Dean interpretó habían pasado de moda. En los 80 el público prefirió al granuja con pocas luces que guiñaba el ojo a las chicas y se guardaba el paquete de tabaco en la manga de la camiseta. Preferían al héroe gamberro que moría con sus ideas. Y Dillon, con esa triste mirada perdida en el horizonte mientras sus labios sujetaban un pitillo, se encargó de darle al público lo que pedía.

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Fotograma de la película “Drugstore Cowboy” (1989)

Después de su colaboración con Coppola, la llama de rebelde con la que incendió la gran pantalla se fue apagando lentamente a medida que transcurría la década de los 80. Actuó en The Flamingo Kid (1984) de Garry Marshall interpretando a un chulo de playa, en Rebel (1985) de Michael Jenkins, haciendo de militar desertor durante la Segunda Guerra Mundial y en Target: Agente doble en Berlín (1985) del prestigioso director Arthur Penn, en la que compartió pantalla con Gene Hackman interpretando a un adolescente que nada tenía que ver con los carismáticos personajes a los que había dado vida años atrás. Tras El Paria (1986), Dillon tuvo un leve repunte protagonizando Mano de oro (1987) de Ben Bolt, en la que interpreta a Jack Cullen, un jugador de dados infalible que se ve arrastrado al desastre por Lorry Dane, la femme fatale a quien da vida una Diane Lane que repitió reparto con Dillon por última vez en su carrera. Un año más tarde Dillon coprotagonizó la desconocida para el público Kansas: dos hombres, dos caminos (1988), en la que interpreta a un criminal sin escrúpulos que guarda muchos paralelismos con los personajes que lo encumbraron al éxito. Los 80 tocarían a su fin con Noches de Broadway (1989) ambientada en Nueva York durante la Nochevieja de 1928 y Drugstore Cowboy (1989) de Gus Van Sant, en la que se pone en la piel de Bob Hughes, un toxicómano que lidera una pequeña banda de atracadores de farmacias, cuyo desesperado propósito es tener siempre una dosis con la que drogarse. El papel fue elogiado por la crítica y catapultó a Dillon como un referente del cine independiente.
Tras este papel, comenzarían los 90 y pese al éxito obtenido por su colaboración con Van Sant, su carrera seguiría diluyéndose lentamente. Un Dillon cada vez más cercano a la treintena dejaba atrás sus papeles de adolescente rebelde y comenzaba un cambio de registro obligado por las circustancias. En el año 92, Cameron Crowe le reclama para Solteros (1992), la que se vendió como la película de la generación X, en donde Matt interpreta a un rockero novato que trata de alcanzar la fama en la escena musical del Seattle de principio de los 90. Un año más tarde, encarnaría a un vagabundo esquizofrénico para Tim Hunter en Ángeles sin cielo (1993). Durante esta época Tarantino barajó su nombre como candidato a interpretar el papel del boxeador Butch en Pulp Fiction, pero finalmente fue Bruce Willis el elegido. En el 95, volvía a trabajar con Gus Van Sant en Todo por un sueño (1995), protagonizada por Nicole Kidman. Ya en el año 96, Dillon recuperó su esencia con Beautiful Girls (1996) de Ted Demme, en la que interpreta a un treintañero con una agitada vida amorosa que regenta un negocio de quitanieves y se niega a dejar atrás la época del instituto en la que era considerado una estrella. Un papel crepuscular de los personajes que interpretó en su juventud. En 1998 los hermanos Farrelly le dan el papel de Pat Healy en la conocida comedia Algo pasa con Mary (1998), en la que interpreta a un desagradable y escatológico detective privado.

Matt Dillon, el último rebelde sin causa

Fotograma de la película “Beautiful Girls” (1996)


Dillon pasó de puntillas por los 90 con un aprobado raspado y un caché sensiblemente devaluado. A principios del nuevo milenio, Matt se puso a las órdenes de Scott Kalvert en Jóvenes salvajes (2002), una película de bandas juveniles ambientada en el Brooklyn de los años 50. Pero los buenos tiempos habían pasado para Matt, y ya no interpretaba a los jóvenes rebeldes, sino a un capo mafioso pasado de rosca. Tras el fracaso de La ciudad de los fantasmas (2002), película que dirigió, escribió y protagonizó, obtuvo su única nominación al Óscar al interpretar a un policía racista en Crash (2005) de Paul Haggis en la que sería su enésima resurrección. Ese mismo año también participó en Factotum (2005), interpretando a Henri Chinaski, alter ego del genial escritor Charles Bukowski. ¿El resto? Un puñado de películas menores y alguna que otra aparición en series de televisión.
Son varios los papeles que han definido lo que Dillon supuso como actor en aquellos primeros compases de su trayectoria, pero la mejor definición es la que el propio Matt hizo de sí mismo: “Sólo soy Matt Dillon, un símbolo para muchos jóvenes en los 80, en los que la rebeldía era una máxima a seguir”.Propiedad de ElAltramuz.com

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