Idioma original: Catalán (editorial Males Herbes)
Año: 2020
Editorial: Orciny Press (2020)
Traducción: Max Besora
Género: Novela (bizarro)
Es habitual describir el género bizarro como el equivalente literario de la sección del culto del videoclub. Podemos esperar de él humor absurdo, escenas grotescas, en fin, cualquier elemento poco convencional. En el caso de La musa fingida, la narración se lanza en brazos de la serie Z, la ultraviolencia y la escatología más juguetonas y, por qué no, pueriles. Y no lo digo como algo malo, Besora sabe perfectamente lo que está haciendo.
Me compro unos nunchankos
La primera mitad de La musa fingida se compone de una serie de viñetas ambientadas en el valle del Bronx (una versión lisérgica del barrio barcelonés de la Vall d'Hebron) escritas en primera persona y protagonizadas por personajes como Johnny "el vampiro", quien le mordió el cuello en un cine que proyectaba Nosferatu a otro espectador que hacía demasiado ruido comiendo palomitas, o el hámster mutante Manuel, un roedor gigante inmerso en una cruzada animalista que se pasa el día citando a filósofos aburridísimos. Adolescentes adictas al móvil, carniceras intransigentes con la impureza lingüística y calvos acomplejados se embarcan en aventuras absurdas con lógica de dibujos animados que acaban invariablemente en sexo sucio, ultraviolencia ridícula o, con frecuencia, ambas a la vez.
Nada de esto es verdaderamente transgresor a estas alturas de la película, y esto Besora lo sabe perfectamente. El espectáculo grotesco sirve para distraer la atención, a mi parecer, de lo que realmente importa. Esta primera mitad de la novela está escrita en primera persona, en párrafos cuyas divisiones no tienen demasiado sentido (como si tuvieran la limitación de espacio homogeneizadora de un hilo de tuits) y sin puntuación alguna, a la manera de une amigue que nos está contando un drama cotidiano a través de mensajes de texto o de una corriente de la conciencia faulkneriana transplantada a la era del trap; Besora se muestra como un ventrílocuo virtuoso, creando y recreando en cada personaje la forma de hablar, de escribir, de expresarse, y dejando al descubierto las obsesiones, preocupaciones y miserias de cada uno de ellos.
Pulp e higadillos aparte, esta sección se siente un poco como una colección de episodios de Pantomima Full: es todo muy divertido hasta que una se ve retratada de una manera o de otra. La musa fingida es también una descacharrante, por lo estrambótica, burra a la vez que sutil, burla de tipos para la Barcelona del siglo XXI. El padre de familia religioso que es en realidad un depravado sexual, el ama de casa obsesionada con el horóscopo, las amigas integrantes de un polículo que en realidad solo quieren aprovecharse de su red de contactos, el conspiranoico ingenuo y, por supuesto, el propio autor del libro, en pugna eterna con su némesis el crítico/escritor/jurado de premios/tertuliano muy famoso a nivel comarcal, desfilan por las páginas de esta farsa con regusto a VHS viejo.
Donde las dan, las Troman
En la segunda sección de la novela, uno de los personajes se convierte en protagonista: la joven Mandyjane, alias "Amanda Holofernes", acosada y violada por un mostruo, decide vengarse y deshacerse de los que le hicieron daño de una vez por todas. Esta segunda sección, escrita en formato dramático, lleva las viñetas interconectadas de la primera parte hasta un drama criminal a lo Asesinos Natos en el que Mandyjane divaga acerca de la venganza, el deseo y las relaciones; finalmente desemboca en la brevísima tercera parte, titulada precisamente "La musa fingida", el enfrentamiento final metaliterario entre la protagonista y el autor.
En resumidas cuentas, La musa fingida es un ejercicio de reflexión, sátira y deconstrucción presentado en un envoltorio repulsivo. Esta quizás sea la gran barrera de entrada a la novela para muchas personas: os garantizo que al menos una escena os va a dar bastante asco. Incluso para quienes no les dé asco, el empaquetado banal puede matar el interés e impedirles llegar al meollo. Pero el hecho es que es una novela indómita, como la joven protagonista, y esa puerilidad pulp es parte esencial de ella; no me imagino que las mismas tesis puedan presentarse directamente, sin sorna y sin doblez, y funcionen con la misma efectividad.
Gustará a los aficionados a la serie Z, los amantes de la sátira y la burla y a aquellos que busquen remover los cimientos de nuestra realidad con las dos anteriores.