Transcripción de la intervención de Max Lesnik, director de Radio Miami y presidente de la Alianza Martiana en Estados Unidos, durante la Conferencia “La maleta de Chibás” organizada por la UNEAC.
26 de junio de 2013, La Habana
Primero un saludo a todos los compañeros y compañeras presentes en esta sala. He venido de Miami revuelo y brutal, atraído fundamentalmente por el título de este coloquio cordial entre compañeros de pensamiento y acción revolucionaria. “La maleta de Chibás”. Solo el título implica una definición. Es cierto que el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones y este es un ejemplo de ello. Y que ese título implica ya una respuesta. Es como decir, ¿de qué color era el caballo blanco de Maceo? Yo he venido aquí atraído por un título y a decir en plena responsabilidad, como le dije a Lela Sánchez, que es cierto que Chibás no tenía las pruebas físicas, en papeles constantes y sonantes, sobre sus acusaciones de que Aureliano Sánchez Arango tenía emporios de riqueza en Guatemala.
Chibás en aquel discurso del 5 de agosto, que terminó con un disparo fatal, que sirvió entre otras cosas, primero para movilizar a su pueblo detrás de él, que ya lo había perdido, por un error y por una actitud un tanto llevada por una polémica política que en aquel momento era tan normal entre los hombres decirse cosas que no se creían en el calor del debate público. A lo que añado lo que Ana Cairo apunta, viejas querellas que vienen de atrás. Y hasta con el propio libro que Lela Sánchez revela en una fotografía: una relación, amorosa o platónica si se quiere, entre Eduardo Chibás y la tía de Lela. La clave está en el propio argumento cuando Pardo Llada le pregunta Chibás: “¿y por qué nunca te metes con Aureliano Sánchez Arango?”. Era obvio que en el fondo Chibás le daba a Aureliano cierto tipo de excepción en un gobierno de ladrones. Y habría que preguntarse: ¿qué hacia el “honrado Aureliano” defendiendo a los ladrones si no era por qué aspiraba a ser el presidente de la República? ¿Quizás para moralizarla? Muchas veces los hombres escogen caminos para llegar al poder, tortuosos si se quiere, para enderezar el rumbo cuando tienen el poder en la mano.
Yo no voy a discutir, ni mucho menos negar, que Lela Sánchez tiene una grabación mía hecha a plena responsabilidad y voluntad, de que Eduardo Chibás no tenía las pruebas físicas de los supuestos robos de Aureliano. Voy a leer aquí en sus primeras palabras de ese cinco de agosto:
Hace cinco siglos el tribunal de inquisión le gritaba a Galileo: “¡Mentiroso! y Engañador! Presenta las pruebas de que la tierra se mueve alrededor del sol”. Y Galileo no pudo presentar las pruebas físicas del hecho evidente y fue condenado. Pero siguió repitiendo firme su convicción moral: “Pero se mueve, pero se mueve”. Hace cinco años acusé al ministro de Educación, José Manuel Alemán, de robar los dineros del material y desayuno escolar y de estar fomentando en Miami un imperio de propiedades e inmuebles. Y el ministro Alemán y todos sus corifeos atronaron el espacio gritando: “Mentiroso”.
Esa era la convicción de Chibás, de que los auténticos eran ladrones. Y pruebas no faltaban para ello. No tenía las de Aureliano, pero creía también que Aureliano formaba de una estirpe de ladrones.
Hoy, en esta discusión, y ante Lela, he venido aquí a repetir lo que dije en esa grabación, que no creía que Chibás tenía pruebas. Y soy testigo de que precisamente el día antes del discurso final de Chibás en la CMBQ, un grupo de jóvenes ortodoxos habíamos hecho dos intentos por apoyar al líder abandonado por los políticos profesionales de su partido. Porque esa es otra verdad que hay que decir, la dirigencia ortodoxa, más pensando en senadurías y hasta de representantes, dejaban a Chibás en solitario, que solamente tenía a su lado, a lo más inquieto, a lo más rebelde y a los únicos que habían dicho dentro de ese partido que se proclamaban entonces: “Socialistas y Revolucionarios”, como lo dice el folleto de la Juventud Ortodoxa de 1948. Chibás solo tuvo el respaldo de la gente nueva, de la Juventud de su partido. Hay una fotografía, donde aparece en una mesa la estampa de cuatro herraduras y un grupo de jóvenes, cuya foto apareció en la Revista Bohemia. El más alto es Fidel, delante estoy yo, junto a otros más. Cuatro herraduras cálculo, dijo el poeta, no han de ofender a Varona, no es su cerebro nulo, que la ofensa es para el mulo y no para su persona. Eso se convirtió en una respuesta a las acusaciones permanentes que se hacían contra Chibás. Y el “saca la maleta” y el título de esta conferencia “La maleta de Chibás”, me tocó a mí ser testigo de que un sábado por la mañana, 4 de agosto, fui a La Torre, a llevarle a Chibás unos panfletos que habíamos redactado jóvenes ortodoxos de toda La Habana. Donde habíamos retratado algunas casas, supuestas casas, propiedad de un amigo de Aureliano, Tony Santiago, cuyo padre se había enriquecido en el gobierno de Grau y también de Prío, y que tenía una costosa residencia, que después fue la embajada de México. Y eran las pruebas que nosotros contábamos para tratar de distraer la atención y demostrar que los lacayos auténticos cercanos a Aureliano se habían enriquecido al compás del proceso político cubano. Le entrego los papeles, y Chibás los ve y me dice: “Esta es la prueba que me faltaba” (…)
Yo sabía que Chibás o lo había engañado con unas supuestas pruebas o se había dejado engañar por la pasión política de la época tratando desesperadamente de salir de una polémica innecesaria porque Aureliano no tenía categoría política en el Partido Auténtico. No digo moral en lo político sino categoría política, para ser el candidato del autencismo, mucho menos con un Virgilio Pérez, ministro ladrón. Aureliano es el que provoca la polémica.
(…) Chibás me dice, estaba con Conchita Fernández, dándole los toques a uno de sus procesos del discurso que elaboraba entre sábado y domingo, y me pide que lo acompañe a pelarse. Bajamos el López Serrano. Y la cuña de Chibás, azul, convertible, ya tenía esperándonos a Alejandro, su chofer, de Eddy durante muchos años. Me senté atrás, Chibás adelante. Enfilamos por el Malecón y a la altura de Prado y Neptuno. A la derecha, estaba, ahora hay otro restaurante o cafetería, el Miami. El semáforo de aquel entonces, ya no lo hay, indica parada y rojo. Para la cuña. Y de la acera de enfrente, de la esquina de “La engañadora” surgen unas voces: “Chibás, saca la maleta”. Yo de atrás miro y le veo el rostro, un rictus de amargura y casi una lágrima me asoma. De ahí fuimos al Hotel Inglaterra. Se bajó, a pelarse. Y como ese era mi barrio, me fui a pie hasta mi casa. Sábado, domingo, día fatal, y el tiro de gracia.
Eduardo Chibás durante una de sus intervenciones radiales
Cuento esta historia, para que sepan lo que es el hombre y las circunstancias. Pero no creo que un error político de cálculo al calor de un debate, sea suficiente para desacreditar una figura pública de la envergadura, en la historia de Cuba, de Eduardo Chibás. Newton Briones se salta más allá de la maleta de Chibás y de la polémica, que es el tema de este debate, para entrar en una crucifixión de Eduardo Chibás. Crucifixión que va más allá, a los principios del proceso histórico cubano de 1927, presentándonos una figura, para llegar a la maleta, como un eterno calumniador, como un farsante, como un demagogo, como un antipueblo, como un bandido de la palabra. Ese Chibás que presentó Newton Briones, es el Chibás que quieren los enemigos de la decencia y de la vergüenza. Porque afirmar aquí, como afirmó Newton Briones, que los gobiernos auténticos, y eso no le toca a Aureliano, no eran corruptos, que Alemán no era un bandido, que más bandido era Batista, dos bandidos no hacen un bien. Ni Batista, ni Alemán. Alemán por cierto, Aureliano quien ocupó la cartera de Educación “para sanear la corrupción autentica”, esto dicho por Aureliano. El primero que denuncia a Alemán no fue Chibás, sino Aureliano, que lo primero que hizo en el ministerio fue sacar de ahí a todos los bandidos de la vaga, que le pagaron a todos los gánsteres que se fajaban a tiros por el control de la Universidad de La Habana. Así que si hay un pinto de enemistad entre Aureliano y Chibás, será por razones personales o por ambiciones muy lógicas y muy humanas de ser presidente de la República para hacer una República mejor.
Ese Chibás que se ha crucificado, es que el que yo vengo aquí, de Miami revuelto y brutal, a colocar en el justo lugar que le corresponde en la historia. Una historia que no soy yo, el primero ni el único que puede hablar de él. Y errores no son suficientes para descalificar a una personalidad pública. ¿Debemos descalificar a Rubén Martínez Villena por el error de agosto de 1933 cuando ya al punto de la caída de Machado, el partido de entonces trató de buscar un arreglo con el dictador a cambio de ventajas para el partido? ¿Descalificaríamos a Villena? ¿O a Mella? ¿Por haber hecho una huelga en consulta con el partido? La famosa huelga de hambre, que dio pie a que Rubén en entrevista con Machado le dijera: “Es una bestia con garras, un asno con garras”. ¿Y vamos a descalificar también al Partido Comunista por el pacto con Batista de 1940, de 1938 para ser más claro? ¿O vamos a descalificarlo también por haber condenado el Asalto al Cuartel Moncada?
Vengo a decir con mis palabras finales lo que alguien dijo también de Eduardo Chibás en un momento dado para la historia de Cuba:
Fácil es comprender nuestra emoción junto a esta tumba tan llena de recuerdos. Los sentimientos son encontrados. Muchas veces habíamos venido aquí después del 16 de agosto de 1951, antes y después del 10 de marzo. ¡Y por cuan diversas etapas hemos pasado!
Aquel 16 de agosto, la apoteosis del martirio; aquella muchedumbre inmensa que acompañó su féretro hasta este lugar donde descansa desde entonces; aquellos meses que fueron de esperanza, porque aunque nos faltaba el líder, nos quedaba su fuerza, su prestigio, su pueblo.
Y aquel 16 de marzo de 1952, seis días después del golpe traidor, cuando por segunda vez se reunió también frente a esta tumba mucho pueblo. Me parece estar presenciando aquella tarde. Era la angustia mezclada con la indignación, la impotencia mezclada con el ansia de luchar. Veo aquí muchas caras conocidas, las mismas caras que fueron siempre leales a esta tumba. Los mismos y las mismas que siempre mantuvieron flores frescas en este santuario de la dignidad nacional. ¡Cómo no recordar aquellos días en que veíamos a los hombres y sobre todo a las mujeres, que siempre fueron las más leales en el recuerdo a Eduardo Chibás, porque eran siempre las mismas, las mismas de la CMQ, las -mismas del cementerio, las mismas de Prado 109, golpeadas, perseguidas, insultadas y vejadas por los esbirr9s de la tiranía!
La historia de la Revolución, la historia del 26 de julio, está íntimamente ligada a la historia de esta tumba. Porque debo decir aquí que sin la prédica de Eduardo Chibás, sin lo que hizo Eduardo Chibás, sin el civismo y la rebeldía que despertó en la juventud cubana, el 26 de julio no hubiera sido posible.
El 26 de julio fue, pues, la continuación de la obra de Chibás, el cultivo de la semilla que él sembró en nuestro pueblo. Eduardo Chibás, no nos había abandonado, Eduardo Chibás estaba con el pueblo. Su obra estaba latente en el corazón del pueblo y sobre esa base se edificó la revolución triunfante.
¡Eduardo Chibás, seguimos fieles a tus ideales! ¡Eduardo Chibás, juramos cumplir tu obra y nunca te traicionaremos! ¡Eduardo Chibás, tú combatías el peculado y ya no hay peculado; combatías la politiquería, y ya no hay politiquería; combatías la corrupción administrativa y ya no hay corrupción administrativa; combatías el vicio, la botella, el privilegio, el despotismo, y ya no hay vicio, ni botella, ni privilegio ni despotismo! ¡Eduardo Chibás, tú combatías la fuerza y, ya no hay fuerza; tú combatías a Batista y ya no hay Batista!
¡Eduardo Chibás, por primera vez desde tu muerte, tu pueblo vuelve a estar alegre!
¡Eduardo Chibás, por primera vez desde tu muerte, tu pueblo vuelve a ser feliz!
¡Es la obra que tú sembraste, que tú iniciaste, y que siguieron en tu camino, tu compañero Pelayo Cuervo, tu compañero Juan Manuel Márquez, tu compañero Raúl de Aguiar, tus compañeros que en número interminable, compañeros del partido -que tú fundaste, cayeron junto con hombres de otros partidos, porque tu causa, tu idea, dejó de ser la causa y la idea de un partido para convertirse en la causa, en la idea y la ilusión de todo el pueblo!
¡Eduardo Chibás, tu último aldabonazo ha resonado por fin !!!
Fidel Castro Ruz, 16 de enero de 1959
Esa es mi respuesta, no vine a crucificar a Aureliano, ni siquiera a Carlos Prío. Vine a defender la memoria de Eduardo Chibás.
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