Muchas veces se ha dicho que un disco es aburrido, que es soporífero en una palabra. La música, en muchas ocasiones, llama al sueño. Nos pone en un estado en el que es más fácil relajarse y desconectar de cualquier otro estímulo externo. La idea de explorar esos territorios en los que la consciencia se diluye no es nueva y ya en 2001 Robert Rich publicó “Somnium”, un trabajo de más de siete horas de duración que pretendía acompañar al oyente durante una noche, desde que éste se acostase hasta el amanecer. Ahora es Max Richter quien afronta ese mismo tipo de experimento con “Sleep”, un extenso trabajo que transcurre a lo largo de ocho horas y que está concebido para ser “escuchado” durante el sueño.
El estreno de la obra tuvo lugar el mes pasado y el público asistente no se encontraba sentado en las butacas del teatro como es habitual sino cómodamente tumbado sobre una serie de colchones distribuidos sobre el propio escenario. De este modo, Richter continúa una tradición muy habitual en la Nueva York de los años 60 en la que muchos artistas ofrecían “all-night concerts” durante los cuales el público podía entrar y salir de la sala, tomar algo, charlar y, cómo no, también dormir si así lo deseaban. Cita el compositor también a John Cage como influencia importante a la hora de afrontar este trabajo, especialmente por la carga conceptual que escondía su celebérrimo “4'33''”, obra aparentemente silenciosa en la que, en realidad, el compositor exploraba las reacciones de los oyentes ante los sonidos del entorno y la propia experiencia auditiva personal de cada uno. Dadas las especiales características de la obra, parece evidente que “Sleep” no es un disco para ser escuchado a la manera habitual sino, quizá, solo a nivel inconsciente.
Existe también una versión abreviada del trabajo para aquellos que busquen una experiencia más convencional que ha sido publicada en CD por el sello Deutsche Grammophone (la obra completa sólo existe en formato digital para descarga). Nosotros tenemos que confesar que aún no hemos probado esta alternativa sino que nos hemos quedado con la pieza en su duración completa aunque tampoco hemos experimentado su escucha en las condiciones para las que fue creada sino que la hemos escuchado en distintas sesiones. Por ello, tampoco haremos el análisis habitual corte por corte (son más de ocho horas de música) sino que haremos una serie de consideraciones generales.
Las composiciones del disco están estructuradas en siete formatos diferentes. Así tenemos piezas para piano solo, duetos de órgano y soprano (Grace Davidson), de piano y violín (Ben Russel) tríos de piano, violín y violonchelo (Clarice Jensen) y piezas para quinteto de cuerda ampliado con el piano, el órgano o la voz de Grace. El quinteto lo forman, aparte de los dos músicos ya mencionados, Yuki Numata (violín), Caleb Burhams (viola) y Brian Snow (violonchelo).
Imagen del "concierto" de estreno de la obra.
Las ocho horas largas de música recogen diferentes variaciones sobre un pequeño número de temas en los que la repetición continua de patrones consigue un efecto relajante que contribuye al obrjeto de la obra (no tendría sentido estridencia alguna en una creación como ésta) además de facilitar considerablemente la audición al no requerir una especial atención por parte del oyente. En realidad hay cuatro temas principales, uno de ellos, con el piano como protagonista, se situaría en algún punto del recorrido posterior de una linea que, partiendo en Erik Satie, pasara por John Cage hasta llegar a Harold Budd. La interpretación de éste corre, como decimos, por cuenta del piano pero a lo largo de la escucha aparece recreado con varias otras combinaciones de instrumentos. Es una pieza de una gran melancolía pero bellísima y muy emocionante. El segundo tema está compuesto por un extenso “drone”con muy ligeras variaciones melódicas e interpretado principalmente por el quinteto de cuerdas. El tercer tema es otra magnífica melodía cuya interpretación recae en la soprano la mayor parte de las veces. El cuarto “leit motiv” de la obra vuelve a los terrenos ambientales y en él es el órgano el que, enfrentándose a las cuerdas, se encarga de la parte principal. Alrededor de este núcleo de melodías asistimos a un concierto de cerca de ocho horas y media a lo largo de las cuales, Richter ha conseguido redondear una obra excepcional. Repetitiva porque tampoco hay otro remedio y porque así, caso de escucharla en las circunstancias para las que fue creada, es más probable llegar a percibir todas las melodías en los momentos en los que el sueño es más ligero.
Con “Sleep”, Richter busca romper con el tópico de que la música contemporánea es para élites y de premisas como “el compositor es más listo que tú así que siéntate, escucha y, si eres suficientemente inteligente, lo entenderás”. Para el músico inglés de origen alemán la música no es un discurso por parte del compositor hacia su audiencia sino una conversación entre ambos. En este sentido, “Sleep” es más un lugar en el que pasar un tiempo determinado que una pieza musical al uso. En cualquier caso, como decíamos más arriba, existe un disco “físico” titulado “From Sleep” en el que encontramos una selección de la obra más adecuada para una escucha regular en la que, además, hay música que no aparece en la versión de ocho horas (y no será por falta de espacio, si se nos permite la broma) lo que hace que, en cierto modo, ambas ediciones sean necesarias para disfrutar toda la obra.
Aunque es un experimento al que nos acercábamos con ciertos reparos (no es la primera vez que nos ocurre con este músico) tenemos que reconocer que el resultado final nos ha parecido fascinante y que estamos ante una obra que merece mucho la pena. Quizá en algún momento haya que intentar escucharla como fue concebida, a lo largo de toda una noche de sueño, pero por ahora, una escucha consciente y atenta de la obra completa nos ha satisfecho por completo. Nos falta ahora enfrentarnos a la versión reducida, algo que haremos en algún momento pero eso será más adelante. Por ahora os recomendamos que busquéis un rato en que escuchar “Sleep” y os pongáis manos a la obra. Felices sueños.