Leo sólo las Máximas mínimas y no me han quedado ganas para nada más (esta completa edición de Edhasa incluye mucho más aforismos suyos). Es nuestro Groucho en soso: escandalizante, jocoso, con afán de épater; puedes tomártelo por lo lúdico (“¡qué cosas tiene!”) o tirarlo a la basura si lo analizas mínimamente en serio.
Las sentencias de tipo más discursivo son tremendamente ácidas y destructivas. Amor, hombre, mujer, muerte, felicidad, moralidad, pudor, inteligencia, sentimientos, vida social, matrimonio, amistad, ideal: no deja títere con cabeza. Exaltación de la sexualidad, heterodoxia, machismo, cinismo. Todo lo que toca lo mancha.
Los juegos de palabras y metáforas asociativas tienen cierta gracia. Aunque también hay algunas más tontas que las greguerías más tontas de Ramón Gómez de la Serna, que ya hay que ponerse.
Creo que no estoy exagerando. En todo caso, echen un vistazo a algo de su teatro. Su pensamiento, si tuvo algún interés en vida, ha envejecido francamente mal.