Los estudiosos de Conan Doyle y de su obra mencionan con frecuencia el nombre de Joseph Bell. Era el doctor Bell un reputado médico, considerado uno de los pioneros de la ciencia forense, y profesor universitario del que Conan Doyle fue alumno y con el que trabajó posteriormente como ayudante en la Enfermería Real de Edimburgo. Pero no es por su labor médica y docente por la que se le recuerda en las biografías y estudios de Conan Doyle sino por ser el inspirador del célebre personaje de Sherlock Holmes. Bell, que ayudó en varias ocasiones a Scotland Yard en sus investigaciones, se caracterizaba por una mente observadora y analítica y por el uso de la ciencia deductiva, de la que hacía con frecuencia alarde ante sus alumnos universitarios.
Joseph Bell (1837-1911)
Tenemos, por tanto, en el doctor Bell un personaje real como modelo para la construcción del inolvidable detective. Pero, existe también, sin embargo, una segunda figura, en este caso literaria, que anticipa a Sherlock Holmes y en la que se hace evidente que Conan Doyle se basó al diseñar al protagonista de sus historias más célebres y que le han hecho inmortal. Nos referimos, por supuesto, a Maximilien Heller, de Henry Cauvain.El francés Henry Cauvain (París, 1847-Lausanne, 1899), fue, además de periodista, abogado y alto funcionario de Hacienda, el autor de más de quince obras, entre melodramas y novelas de misterio y policíacas. Cuando contaba 24 años publicó su primera y más exitosa novela, Maximilien Heller. Era el año 1870, diecisiete años antes, por lo tanto, de la aparición de Estudio en escarlata, el primero de los libros protagonizados por el célebre detective inglés Sherlock Holmes.
Carácter huraño, solitario, de inteligencia superior, mente deductiva, con frecuentes alternancias entre momentos de laxitud y otros de euforia e hiperactividad, que consume drogas en esos lapsus de inactividad, con un amigo médico,... ¿Heller o Holmes? ¿Holmes o Heller? Las similitudes entre ambos son palpables y el parecido no deja lugar a dudas pero, más allá de esto, más allá del interés por ir descubriéndo las coincidencias a lo largo de la lectura, la novela de Cauvain merece ser leída por méritos propios.
"Conocí al señor Maximilien Heller el tres de enero del año 1845, a las ocho de la tarde."
Henry Cauvain
El banquero Brétah-Lenoir ha aparecido muerto en su cama, muerte al parecer causada por envenenamiento con arsénico, y ha desaparecido, además, una sustanciosa cantidad de dinero de su vivienda. Jean-Louis Guérin, que lleva trabajando para él como criado desde hace apenas ocho días, es acusado del asesinato. La policía, satisfecha con la detención, da el caso por resuelto. No así Heller, que cree al pobre Guérin, quien grita una y otra vez su inocencia. Se inicia entonces la investigación, a la que Heller se ve animado en mayor medida por el deseo de descubrir la verdad y tener ocupada su mente que por una afán altruista de hacer el bien.La narración se divide en tres partes bien diferenciadas. En la primera, narrada por el doctor amigo de Heller, cuyo nombre no se menciona, se nos presenta a Maximilien, los hechos acaecidos, y comienza la investigación. Entrarán en escena, además, el hermano de la víctima y un extraño personaje, el doctor Wickson, venido de la India y que debe su popularidad a métodos poco científicos.
La segunda parte, sin embargo, será narrada desde la perspectiva del propio Heller a través de las cartas que envía a su amigo. Heller, dando muestra de su arte del disfraz, ha acompañado a su sospechoso para poder demostar su culpabilidad. El tono de esta segunda parte, a diferencia del de la anterior, tiene tintes góticos, con castillo oscuro y en un paraje apartado, cadáveres enterrados, personajes que sufren catalepsia,..., y guarda un parecido razonable con El sabueso de los Baskerville, de Conan Doyle como no, con peligroso animal incluido.
Es en el epílogo-un añadido, al parecer, a instancias del editor- en donde Maximilien Heller se desmarca del espíritu de las novelas de Sherlock Holmes al permitirse el autor cierto sentimentalismo, dotando a Heller de una humanidad que a Holmes nunca le fue permitida.
Os invito a leer Maximilien Heller. Dejando atrás las similitudes y coincidencias con Sherlock Holmes, la novela de Cauvain posee calidad literaria y entidad propias, con una trama bien construida y desarrollada, el retrato de un tiempo-1845, la Monarquía de Julio- y, sí, también con la construcción de un personaje como Maximilien Heller que, lamentablemente, solo pudo brillar en esta única aventura. El testigo lo tomó, como vemos, Conan Doyle...
Ah, y para terminar, agradecer a Heller, además de esta aventura vivida, la mención de una de sus lecturas, Viaje alrededor de mi habitación, de Xavier de Maistre. Estaba el libro en casa , algo olvidado, pero esta semana ya he iniciado el viaje...