Sinopsis (proporcionada por editorial Planeta) En la víspera de San Juan de 1980, los habitantes de Calabella, en la Costa Brava, esperan a la mítica Ava Gardner, que va a inaugurar el cine de verano del pueblo. Todo el mundo está pendiente de la actriz, salvo Justo, el benjamín de la peculiar familia Brightman. En el día más mágico del año, el muchacho ha decidido que, en vez de pedir un deseo, va a hacer todo lo que esté en su mano por cambiar el destino de los suyos.La noche soñada es una historia sobre la búsqueda de la felicidad. De la mano de Máxim Huerta, el lector descubrirá que el viaje más arriesgado es el que se emprende hacia el amor, tantas veces doloroso e imposible, pero con el que nunca deberíamos dejar de soñar.
El escritorMáximo Huerta (Utiel, Valencia, 26 de enero de 1971) es un novelista que ya antes de publicar su primera obra era muy conocido por el gran público. Él había sido desde 1999, y sigue siéndolo a día de hoy, colaborador, presentador, participante y/o invitado de diversos programas televisivos: informativos, magazines, e incluso series televisivas. Su primera novela, Que sea la última vez, vio la luz el año 2009 y a su difusión contribuyó, como es evidente, ser el novelista ya muy conocido por el público. El anterior dato biográfico hizo que hasta hoy mismo yo hubiera evitado su obra narrativa. Me ocurre con mucha frecuencia que evito los libros de personas tan mediáticas como el autor. A este alejamiento personal de sus libros vino a sumarse su fugaz paso -sólo siete días- por el Ministerio de Cultura el año 2018. Nombrado Ministro de Cultura el seis de junio de 2018, presentó la dimisión siete días después al salir a la luz unas deudas tributarias con Hacienda que había intentado esconder mediante procedimientos de ingeniería financiera. Total que hasta este momento, año 2023, nada había leído de este valenciano con el que, tras varias manifestaciones suyas que me han resultado divertidas, sinceras y ocurrentes, y en especial la apertura de una librería en la localidad valenciana de Buñol, aún no me había personalmente reconciliado (ja, ja).
Mi comentarioLa noche soñada, Premio Primavera de Novela en 2014, es lo primero que leo del autor. Y he de decir que no he salido mal parado. Sin ser una enorme novela, sí que me parece que el escritor utiliza la lengua con soltura y se mueve por la narrativa con agilidad. Se le lee con mucha facilidad. ¿Es una maravilla? Pues no me lo ha parecido. Pero sí que es una obra digna que sin duda merece, a falta de conocer las otras novelas a las que desbancó, que le dieran ese Premio. Es una novela sobre el amor, sobre el desamor, el paso de la niñez a la adolescencia, la búsqueda del verdadero amor, la vejez, el maltrato, el alzhéimer, las ilusiones... Creo que, quizás, sean demasiados los palos que el autor toca en esta novela de 350 páginas. Este es uno de los peros que le pongo.
Máximo Huerta escribe bien, eso es evidente. Pero en mi opinión se reitera demasiado, es algo repetitivo. Presenta a un niño de doce años que a punto de ingresar en la adolescencia decide crecer, dejar atrás su complejo de Peter Pan, ayudar a su madre que es el ser al que más quiere. Diríase que más que complejo de Peter Pan, Justo, que así se llama el protagonista de esta narración, padece un edipazo terrible, complejo que su actuación ya de adulto me viene a confirmar.
Los personajes esenciales son el niño Justo (se juega con el significado del sustantivo común 'justo') y Teodora, su madre, que de manera algo ñoña, todo hay que decirlo, deja notas escritas a su hijo único para que las lea al levantarse a la mañana siguiente. Estas notas las firma en un alarde de ingenio (¡valga la ironía!) descomponiendo su nombre en un «Te adora». No sé, esta acción como que no la veo, vamos que no me parece dentro de la verosimilitud que exige un relato, especialmente por su excesiva reiteración. Este es otro de los peros que pongo a la novela.
La trama gira en torno a una fecha, la noche de San Juan de 1980. Desde el principio el narrador, que es el mismo Justo, anuncia que esa noche pensaba llevar a cabo su plan. El autor juega con el lector dilatando el momento de desvelar ese plan. En el ínterin se nos cuenta la vida de la familia de la que Justo forma parte: su padre irlandés, Thomas, que se asentó en Tossa del Mar al conocer y casarse con Teodora; su hermana Liz, la hija que Thomas aportó al matrimonio con Teodora.
Teodora es el personaje más importante de la novela. Sobre ella gira todo el relato: tiene ocho hermanas a cual más variopinta (Isolina, Filomena, Ciriaca, Iluminada, Maravillas, Esperanza, Honorina, María Montaña y Visitación), es hija de un fotógrafo quien, a pesar de no haberlo conocido personalmente, marcará el futuro de Justo, fotógrafo afamado de una revista de viajes. También en el entorno de Teodora están Francesco y Sofía, hija de éste; ambos son italianos y serán esenciales en la evolución de Justo y de Teodora.
La novela se desarrolla en contrapunto temporal: Justo a los doce años en Tossa del Mar y Justo treinta años después especialmente en Roma a donde acude para saludar y felicitar en el cumpleaños a su madre, mujer ya de setenta y cinco años con la salud algo quebrada. No cabe decir mucho más para no destrozar el disfrute de la lectura. Sí que me gustaría destacar el papel cuasi de personaje que el autor concede a la ciudad italiana y en algún momento de la narración cómo no sólo los lleva a la par sino que hace que en la mente del personaje confluyan los dos momentos temporales (treinta años los separan) con sus respectivas localizaciones espaciales (Roma y Tossa del Mar):
«Se abrió la puerta de la iglesia y vi cómo se cerraba la del bar del pueblo, la cruz a mi izquierda, el grifo de cerveza a mi derecha, el cartel de horarios de misas a un lado, los precios de las tapas y bocadillos al otro, la barra del bar con las vitrinas empañadas, el altar cubierto con el mantel de puntillas, la mujer que agarraba el rosario, la vecina que apretaba el monedero con las fotos de sus hijos, el olor a velas, el humo de los puros caliqueños, los bancos de madera, las sillas de aluminio y escay... Todo emergía a la vez, mezclado y ordenado en un caos de recuerdos infantiles.»En el relato la música tiene también su papel. Al dar cabida a Italia y a dos personajes de esa nacionalidad, Francesco y Sofía, las óperas italianas, en especial Fedora de Umberto Giordano y La forza del destino de Verdi, ocupan un espacio grande. Personajes y asuntos de ambas óperas son utilizados como referentes para algunas de las metáforas utilizadas. Así Teodora es para Francesco Fedora Romazov, la viuda rica del libreto; y para Teodora, Francesco se convierte en el Conde Loris, el acaudalado terrateniente que la pretende:
✔«—Me llamo Teodora.
—Da igual, mi querida vecina, desde hoy la llamaré Fedora. La princesa Fedora Romazov.»
✔«Francesco había encontrado a su Fedora y mamá a su conde Loris, su Caruso.», dice el propio Justo, el narrador.Al estar relacionado el personaje de Francesco con el mundo de la música, su gran deseo es que su hija Sofía amase la gran música por encima de todo. Precisamente el autor utiliza diferentes tipos de música para señalar la distancia generacional entre padres e hijos. Lo vemos cuando Francesco en conversación con Justo, que le ha preguntado por Sofía y la música, le dice:
«Yo insistiendo en Chopin, en Beethoven, en Vivaldi... en todos los maestros y ella escuchando a escondidas a Billie Holiday, Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan.... Jazz, Sofia es jazz.»No puedo dejar sin destacar el color mediterráneo, ese azul impresionante, en que está envuelta la trama de la novela. La vida del niño a punto de pasar esa noche del 24 de junio a adolescente, a punto de dar ese paso de gigante, se desarrolla en Tossa del Mar donde la luz del sol y el azul del mar dan a la vida una tonalidad, una alegría y una vitalidad inusitadas. Según leía La noche soñada venían a mi memoria escenas de la serie Los Durrell que no hace mucho tuve oportunidad de ver por televisión. Es verdad que la adaptación de la "Trilogía de Corfú", las divertidas memorias del naturalista y zoólogo Gerald Durrell, donde narra sus años de infancia en el Mediterráneo junto a su peculiar familia tienen lugar en Grecia, pero no lo es menos que Máximo Huerta parece querer colorear su historia de niño con esos tonos y ese ambiente familiar a veces tan divertido:
✔«—¡Pero Teodora, si has pintado las macetas de color azul, qué preciosidad!
—Sí, entre Justo y yo. Y cuando acabemos con todas vamos a pintar las jambas de las puertas también de azul, como si fuera Grecia.»
✔«Yo cogí mi bolsa de dulces y corrí con la bicicleta a toda pastilla por la calle Mayor hasta la salida de la gasolinera. Sin parar. Mi pueblo, a veces se me olvidaba, me parecía el pueblo más bonito de toda la Costa Brava. El mar era un azul turquesa resplandeciente y jugaba con las rocas y riscos creando pequeñas playas, mínimas, a veces de arena, otras de piedras, de difícil acceso, en las que uno imaginaba que aquellos veleros de señores ricos que extendían sus toallas en la cubierta eran barcos piratas que nos conquistaban. La costa hasta mi casa era rocosa y formaba muchos acantilados, algunos hasta más altos que el mío, pero en ninguno habitaba Sofia.»
En definitiva, puedo afirmar que este encuentro con Máximo Huerta a través de La noche soñada no me ha desagradado. Tampoco es que haya quedado henchido de placer; quiero decir que sí, que volveré al escritor, pero lo dejaré reposar, no salgo ahora mismo corriendo a por sus últimas novelas, que, por cierto son las siguientes:
- Con el amor bastaba (2020)
- Adiós, pequeño (2022), Premio Fernando Lara.