Nunca pensé que una actividad cultural celebrada en Cáceres iba a ser modelo para nada. Y, sin embargo, este año no me queda más remedio que reconocer que, por desgracia, entre las ferias del libro de las dos capitales extremeñas ha habido una diferencia enorme.
La de Cáceres se montó con un tercio del presupuesto de la otra y, en cambio, resultó infinitamente más seria e interesante. Mérito de los libreros, que fueron los que se encargaron de todo. Porque de ésos que van por ahí sacando pecho con lo de la candidatura de Cáceres 2016 mejor ni hablar.
Por el contrario, en Badajoz, el ayuntamiento entregó su feria al Grupo Planeta y ahí se acabó cualquier posibilidad de que los pacenses pudiesen ver algo que tuviera relación con la literatura.
La mayor parte del presupuesto se fue en pagar el oro y el moro a cuatro famosos de la tele por firmar unos cuantos ejemplares, hospedarse en el hotel de Miguel Bosé e ir a comer al restaurante más caro de toda la raya.
Ciento noventa mil euros.
Y Boris Izaguirre ni siquiera se bajó los pantalones en público.
José María Cumbreño, Límites y progresiones