Es curioso como los recuerdos de nuestra infancia se engrandecen con el paso del tiempo, se guardan celosamente como un tesoro y, en no pocas ocasiones, se constituyen como una realidad amplificada y mejorada de lo que probablemente fue. Cuando somos niños tenemos una percepción distinta, menos cartesiana que el adulto corriente, tendemos a ver lo extraordinario en lo corriente, y cada fotograma de nuestra vida es como un continuo descubrimiento. Quizás sea por eso por lo que el público infantil es más receptivo a la fantasía, a los cuentos, en definitiva a lo que va más allá de la simple realidad. Supongo que cada vez es más difícil mantener intacta esa ingenuidad en un mundo en constante movimiento, sumido en una tecnología que es superada en cada segundo, en donde el niño se ve cada vez más sumergido en ella, viviendo lo audiovisual con la misma facilidad con la que un bebé se amamanta de su madre. Una infancia adaptada a lo virtual, que se aleja cada vez más de los mecanismos que, a pesar de su carácter rudimentario, encierran en sí mismos el aprendizaje de lo sorprendente. Toda esta perorata viene a cuento de nuestra memoria que se arraiga, precisamente, a lo visual, al cine y la televisión que impactó en una generación anterior a la era informática, a los móviles y a los coches eléctricos.Muchos de los niños que nacimos a mediados de los 60, y disfrutamos de nuestra infancia en los 70, tenemos muchos símbolos de aquellos años, de los que nos forjaron nuestra particular fantasía, de los que nos servían de instrumento para nuestros particulares juegos de calle, una calle que era vivida con más intensidad, a través del barrio, un territorio con entidad especial, con fronteras y con normas cercanas. Uno de esos iconos fue sin duda alguna Mazinger Z, la serie de dibujos que nos pegó al televisor como si de un ritual se tratase. Acostumbrados a otro tipo de animación, más infantil en algunos casos y en otros más divertida y acertadamente gamberra, la llegada del anime japonés del robot legendario nos dejó a toda la chiquillería con la boca abierta, deseosos de contemplar cada nuevo episodio y recrearlo después con los amigos en la calle, dando buena cuenta de un trozo de pan con chocolate. El esquema era simple, nuestro héroe metálico, manejado magistralmente por Koji Kabuto, se enfrentaba en cada episodio contra uno o varios robots malvados, los conocidos como brutos mecánicos, enviados por el Doctor Infierno y sus secuaces, el Barón Ashler o el Conde Brocken. La trama se reducía a eso y se barnizaba con la menor o mayor dificultad de la misión. No había más, y su carácter rudimentario, se infiltraba suavemente en nuestras mentes, con la misma simplicidad que el de una pelea física. En realidad, en cada capítulo asistíamos a un evento deportivo, de lucha libre, de boxeo, entre rayos fotónicos, fuego de pecho y puños fuera.
Pero, el tiempo tiene algunos problemas añadidos y el cambio de perspectiva es irremediable. Un consejo para todos los que guardan celosamente su recuerdo de Mazinger Z, sería el de no acercarse ni de lejos a la mítica serie de los 70. Para los que lo hayan hecho ya, se habrán encontrado con una animación muy decepcionante y con unos guiones poco trabajados. El efecto de desengaño les producirá a buen seguro una desazón que sólo podrán combatir con el recuerdo de lo que parecía una cosa bien distinta. Así que nos encontramos con un fragmento de la memoria que merecía mejor suerte, en una nueva adaptación que cumpliera con las aspiraciones de aquellos niños que rozan hoy en día casi el medio siglo de vida. Una nueva serie que nos ofreciera una animación trabajada y una historia más elaborada pero que no rompiera el mito. Y el deseo parecía cumplido, cuando Yasuhiro Imagawa nos ofreció en 2009 una nueva serie de 26 episodios, perfectamente remozada del mítico robot con el título en España de "Mazinger Z, Edición Impacto", que ya anuncié en su día en La Guarida, siendo para mi sorpresa una de las entrada más leída. No obstante, no hay que llevarse a engaños, ya que no se trata exactamente de un remake de la serie de los 70, aunque la cosa tiene su trampa, naturalmente.
Y digo que tiene algo de tramposa la propuesta, porque utiliza algunos de los resortes de su antecedente de los 70 para enganchar al aficionado nostálgico. De hecho, intervienen todos los personajes de la serie original sumados a otros nuevos, pero inmersos en un universo de una complejidad más que notable. Seguramente, los nuevos autores de este Mazinger Z, pretendían dotar a su creación de todas las carencias que tenía la criatura perpetrada por Gō Nagai hace unas cuantas décadas. Pero el problema radica en que la historia es un despropósito difícil de seguir, con mezcla de mitología clásica y otros argumentos, pero muy confuso, como si se improvisara en cada fotograma. Si a eso añadimos que el personaje principal, Mazinger, pasa casi a un segundo plano, en algunas ocasiones desaparece literalmente, quedando sus batallas con brutos mecánicos muy fragmentadas y difusas, ya tenemos el desastre absoluto. Se prescinde de lo que realmente impactó a aquellos niños de los 70, lo que provoca un sentimiento de traición hacia el mito original. Que le faltaba sustancia era más que evidente, pero no se puede sustituir una cosa por otra, no se puede cambiar una intriga enrevesada por lo que constituía el alma de la serie, sus míticos combates, los que quedaron en el recuerdo. Es una decepción que nadie haya reparado en ello y que las peleas con Brutus M3, Jinray S1 o Garada K7, hayan quedado sepultadas en el mar de la confusión. Y es una verdadera lástima, porque la animación es digna de mención, mereciendo mejor resultado en su desarrollo argumental. No hay demasiada tensión dramática en los combates, porque son continuamente interrumpidos por molestos flashback, que proliferan por doquier, con tramas y subtramas que se cruzan y un sentido del humor a veces excesivo. Poco importa que su autor, Go Nagai, haya recogido diversas ideas de su universo particular y de otras creaciones, fusionándolas en esta especie de galimatias, porque el hecho primordial es que lo que funcionó era lo suficientemente bueno para haberlo respetado, admitiéndose un enriquecimiento de la idea, pero no un borrado sistemático del esquema. El peso del cambio es un lastre y se hace tremendamente difícil seguir la serie hasta el final, a no ser que te armes de una paciencia infinita. Creo que casi todos los aficionados a Mazinger Z nos alborotaríamos de emoción ante una adaptación cinematográfica. Los éxitos de la saga "Transformers" y la expectación que se está produciendo ante el último trabajo de Guillermo del Toro, "Pacific Rim", podrían indicar que sería el momento propicio. Los rumores en internet hablan de una compra de los derechos cinematográficos, en un primer momento en manos de MGM, por parte de Dreamworks y Columbia Pictures. Spielberg estaría en la producción y se rumorea que la dirección correría a cargo Len Wiseman, Zack Snyder o Stephen Sommers. No obstante, mis dudas al respecto son muchas y, no cuestionando que la información sea veraz o no, me permitirán que muestre cierto escepticismo, fundado, entre otras cosas, por el escaso éxito que la serie tuvo en los EEUU, en la que se llamaba Tranzor Z y cuya emisión fue algo caótica. Lo único que empujaría a la industria norteamericana a producir semejante film sería la suculenta taquilla que podrían obtener tanto en Europa como en Japón. El propio padre de la criatura, Go Nagai, hablaba de una adaptación en imagen real, no se sabe si como serie de televisión o película, en una coproducción entre el viejo continente y el país nipón. Pero no hay nada más evidente que el escaso eco de estas noticias, prueba evidente de que se trata de simples promesas lanzadas a los cuatro vientos, cuando no directamente bulos sin fundamento. Habrá que esperar acontecimientos, deseando que alguien sea capaz de llevar a buen puerto la idea que todos tenemos del mito, en ese rincón de nuestra memoria, que atesoramos como un patrimonio innegociable de nuestra nostalgia.