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Me acuerdo.... (Quinto capítulo - segunda parte)

Por Amaya27
Lo primero que hice, al entrar a la habitación fue, ir directamente a la mesita de noche junto a la cama, en uno de sus cajones guardaba el camafeo, lo busqué me lo puse y esperé a dormirme.
 A medianoche sentí un ruido en mi habitación y vi una sombra en una esquina del cuarto, me asusté.
— ¿Quién está ahí? —pregunté nerviosa, pero nadie respondía.
—Por favor hable.
Me asustaba la idea de un ladrón en la casa en mi habitación, tome el candelabro, que era algo pesado y comencé a salir de la cama, — si era un ladrón le estamparía el candelabro en la cabeza, — pero en ese momento oí una voz.
—Soy yo, no quería asustarte, —era Julián, sentí alivio pero al segundo sentí una rabia infinita.
— ¿Qué quieres?
—Perdóname, se que te lastimé y es lo que menos quiero hacer— Te amo y solo quiero que comprendas que no puedo hablar de ella así no más, sin sentirme mal. Pero tú no tienes la culpa de eso, —No quiero que esté disgustada, te amo demasiado como para perderte por una discusión tan estúpida y sin sentido.
—Para mí no fue ni estúpida, ni sin sentido, — me hablaste de  forma muy grosera. No confías en mí, sé que soy una extraña que solo tienes días de conocerme pero no deja de dolerme. En esta casa solo soy la que se acuesta contigo, mientras llega la señora de la casa o tal vez, mientras consigues una dama de sociedad.
—Por favor, no pienses así, — me dijo tratando de acercarse a la cama.
 — Tú sigues muy enamorado de tú esposa y aún así me hablas de amor, ¿Qué puedo pensar? —Las lágrimas caían de mis ojos sin ningún esfuerzo, me sentía traicionada y no sabía porque. Una parte de mí, me decía que era normal que este hombre no confiara en mí para hablarme de sus secretos más íntimos, pues en realidad acababa de conocerme y también era normal que yo no confiara en él, no debería tener en mi corazón todos esos sentimientos por un hombre que nunca había visto en mi vida. Pero otra parte de mí, me decía que lo amaba, que ese hombre no debía pensar en otra, solo en mí y que la gente que vivía en esa casa, los sentimientos que tenía y esa época, no eran extraños para mí.
—No sabes como quisiera poder hablarte de todo y que comprendieras, pero no puedo hacerlo, solo quiero que estés muy segura de algo Melanie, —yo te amo, eso nunca lo dudes.
— ¡Eres un descarado!
—No es descaro, solo digo la verdad y algún día lo comprenderás. —se me acercó aún más y tocó mi brazo con una caricia vacilante. En ese momento su mirada cayó en mi cuello y vio que tenía el camafeo puesto. La expresión de su rosto cambió en dos segundos.
— ¡Que estás haciendo!, ¿Estás loca? —Me dijo con los ojos muy abiertos, —no permitiré que te vayas, —arrancó el camafeo de mi cuello. —Yo guardaré esto.
— ¡No! —Dámelo, es mío. — No quiero estar aquí contigo, — no quiero creer tus palabras para que después me hagas sentir como si fuera una mujerzuela.
El  se arrodilló y se inclinó hacia la cama me abrazó, me besó, yo golpeaba mis manos contra su pecho, pero lejos de apartarse, el me abrazó aún más fuerte y me acariciaba el cabello.
—Te quiero mi amor, — cálmate, no es lo que tú crees, — Si me dejas demostrártelo en estos días, te darás cuenta de que no hay nadie más en mi corazón, solo tú. 
Yo comencé a calmarme, respiraba agitada y lloraba, el seguía acariciándome el cabello, diciéndome palabras tranquilizadoras, se sentó en la cama despacio.
—No puedo dejar que te vayas Melanie, eso sería como dejar de respirar. Se tumbó a mi lado en la cama y me sostuvo entre sus brazos, así nos quedamos, dormidos uno al lado del otro.
En la mañana, me desperté sintiendo un poco de frío, pensé que Julián todavía estaba a mi lado y me voltee un poco para ver, pero no estaba allí, ya se había ido, por un momento llegué a pensar que lo había imaginado todo, pero cuando toqué mi cuello, el camafeo no estaba, me levanté y miré en la mesita de noche pero tampoco lo encontré. Cuando Jacinta llegó con un poco de té, le pregunté por Julián y me dijo que estaba atendiendo unos asuntos con los arrendatarios, pero que volvía para la comida. Esperaba que fuera cierto y no que me estuviera evitando, porque realmente quería creer en él.
Desayuné sola, por lo que fue muy difícil probar bocado, pero tampoco podía echarme a la pena y por eso me comí un bollo caliente acompañado de una taza de café. Salí un rato a pasear y a despejar mis pensamientos, fui a ver a la hermosa yegua que había montado el día anterior, me dirigí hacia las caballerizas y tropecé con algo, me dolió muchísimo, era una especie de rastrillo y se me había enterrado una de la puntas en mi zapato, pero sentí que lo traspasó porque tenía un dolor intenso en el dedo gordo del pié, cuando me quité la zapatilla, vi mucha sangre y me sentí mareada, de modo que traté de sentarme en un taburete que estaba cerca, pero cuando lo intenté, un corrientoso de dolor pasó por toda mi pierna y me vi cayendo lentamente al piso. En ese momento sentí dos fuertes brazos, sostenerme y ayudarme a sentar.
—Melanie, mi amor ¿Qué ha sucedido?
—No lo sé, solo sentí que tropecé con algo y me duele mucho el pié, le dije todavía mareada y sintiendo que empezaba a ver borroso.
—Déjame ver, levantó mi pié y retiró la zapatilla, su expresión me dijo que no era muy bueno lo que estaba sucediendo, por eso decidí no preguntar.
—Vamos a la casa, —me tomó en sus brazos y me llevó adentro.
No había terminado de entrar, cuando estaba dando órdenes al mayordomo.
—Anthony, lleve agua caliente y paños al cuarto de la señorita Hawkins, inmediatamente.
—Sí, milord, enseguida.
Me llevó a mi habitación y a los dos segundos llegó Alice el ama de llaves, seguida por jacinda, — rápidamente, comenzaron a quitarme la ropa y veían horrorizadas mi pié y lo mucho que sangraba.
Anthony llegó con el agua y los paños y Julian comenzó a limpiarme.
—Permítame, milord.
—No Alice, yo lo haré.
—Me duele…., le dije cuando me pasó el paño por la herida.
—Lo sé mi amor, pero tengo que limpiar bien este corte, porque hay peligro de tétano sino lo hago.
Al quedar la herida abierta pero sin tanta sangre sobre ella, vi que no era tan grande y que probablemente no duraría mucho en sanar, aunque era cierto que en esa época no existía ningún tipo de asepsia y era mejor cuidarse.
Julian terminó de limpiar la herida y se me colocó una venda, me dijo que era mejor que no tratará de caminar ese día y que me subiría un libro y enviaría a la doncella para que me hiciera compañía. Parecía no querer estar conmigo después de lo de la noche anterior, así que yo tampoco le hable mucho. Me dio un poco de láudano para el dolor y me quedé dormida muy rápido. Cuando desperté, Jacinda estaba a mi lado.
—Señorita, ¿Se siente mejor?
—Sí, un poco, aunque tengo sed... ¿Dormí mucho por mucho tiempo?
—Durmió todo el día, ya es de noche.
—No puede ser, nunca he dormido tanto en mi vida.
—Quiere que le traiga un poco de caldo, lord Strathford dijo que apenas se despertara le diéramos de comer, para que no estuviera débil y que le avisáramos enseguida para venir a verla.
—Solo tráeme un poco de agua, el caldo no me apetece.
—Pero señorita tiene que comer, déjeme traerle solo un poquito ¿está bien?
—Está bien Jacinda, no puedo discutir contigo, —le dije rodando los ojos.
Tocaron la puerta y pensé que era Jacinda, pero resultó ser Julian que quería ver si estaba mejor.
—Veo que te sientes bien, tienes mejor semblante que hace unas horas y me dijo Jacinda que vas a comer un poco.
—Sí, le dije que solo un poco de caldo.
El asintió y no dijo nada más, de repente la habitación parecía muy pequeña, el ya no decía nada y yo tampoco, solo nos mirábamos. Entonces, Julian rompió el silencio.
—No fue mi intención hacerte sentir mal, ayer.
—No te preocupes.
—Si me preocupo, porque no quiero que te sientas así conmigo.
—Así… ¿como?
—Como si fueras una mujerzuela, yo nunca he pensado eso de ti.
—No, no lo piensas, solo te me tratas así. —Tú solo sientes deseo por mí, porque si sintieras amor, me verías merecedora de tu confianza, me contarías lo más elemental de tu esposa, pero en lugar de eso, me lo ocultas y de paso le dices a la servidumbre que también lo haga.
—Eso no es verdad, ya te dije que me des tiempo y te lo contaré todo, mientras tanto, por favor tratemos de estar bien, de hacer crecer lo que tenemos.
—No puedo julian y a propósito ¿Donde está el camafeo?
—Está en un lugar seguro, te prometo que si me das un mes, dos semanas, yo te contaré todo, al final de ese tiempo y te devolveré el camafeo, si tu deseo, aún cuando te cuente toda la verdad, es irte de mi vida, yo respetaré tu decisión.
— ¿Es una promesa?
—Sí, — lo es.
—Está bien, acepto entonces.
—Gracias, me dijo sonriente. —Quiero hacerte una propuesta.
— ¿Qué será? — le dije alzando una ceja.
—Me gustaría que fuéramos a Bath, se que te va a encantar y te hará bien bañarte en sus aguas termales. Podríamos ir con Hannah y el niño, si no te molesta.
—Claro que no me molesta, tú sabes que ese niño se ha ganado mi corazón, podría decir que supo hacerlo mejor que tú, —le dije bromeando. Como me imagine, eso le causó gracia, me abrazó y buscó mi rostro para darme un beso.
A los dos días, viajamos a Bath y llegamos a la casa que Julian había alquilado para nuestra estadía allí. Era una casa de campo enorme de dos plantas, muy bonita, rodeada de bosque, con un lago que se veía no estaba muy lejos, cuando entramos, nos recibió un sirviente que enseguida habló con otro y nos llevaron en una especie de tour por la casa, Julian me había dicho que él tampoco conocía la casa, que se la habían recomendado mucho, porque varios conocidos habían vivido allí por temporadas.
 Nos dejamos llevar por el hombre que nos iba mostrando cada parte de la casa, primero llegamos a una salita cerca de la entrada que era de color crema con muebles acolchados y una alfombra que parecía hecha en telar, pero muy bien confeccionada en colores tierra, tenía ventanas que daban hacia la entrada. Luego nos devolvimos un poco y a la derecha vimos un salón más grande en colores vino y rojos más pálidos con sillas por todas partes, una pequeña estantería de libros y un piano, las paredes estaban decoradas con cenefas de color blanco que resaltaba bastante con los tonos rojos del salón.
 Después salimos de allí hacia el comedor que era bastante amplio, con una larga mesa de madera con candelabros encima, las sillas a juego y pesadas cortinas. La cocina estaba al fondo y solo estuvimos un momento, cuando llegamos allí había tres mujeres, una parecía ser la jefe y las otras dos sus ayudantes, nos hicieron una reverencia y continuaron con sus tareas. Nos dijeron que al fondo ya no quedaba nada para conocer solo las habitaciones del servicio. De vuelta vimos un gran salón , muy hermoso con grandes arañas de cristal en el techo y muchas sillas, paredes color blanco hueso y cortinas de un tono más subido que las paredes, me imaginé que era como un salón de baile para cuando los que vivían allí deseaban dar alguna fiesta.
 Había una escalera de caracol enorme que daba a las habitaciones, subimos y llegamos a  un hall precioso tapizado en tonos borgoña con pinturas de paisajes muy lindas, la distribución de las habitaciones era muy parecida a la de la casa de Julian, solo que aquí la habitación de él y la mía quedaba frente a frente, pues eran las dos mejores habitaciones y después de las nuestras habían 6 habitaciones más en esa planta,  también había un altillo en donde estaba la habitación para los bebés o los niños pequeños, en ella había de todo para ellos, cuna, caminador de madera, dos camas pequeñas y una salita de juegos. Todo era muy grande en esa casa y a mí me encantó que fuera así.
Cuando terminamos el recorrido, me retiré a mi habitación a descansar un poco del viaje y a refrescarme. Jacinda que había venido con nosotros, se quedó ayudándome. Al rato bajamos y nos encontramos para ir al lago, allí estuvimos el resto del día, la pasamos muy bien entre el picnic que hicimos, los chistes y anécdotas, volvimos a la casa y Lucien venía en brazos de su padre, llegamos y cada uno se fue temprano a dormir.
 A medianoche sentí que me arropaban unos grandes brazos y sabía que era Julian por el cuidado con el que me trataba, luego empezó a besarme, me acariciaba el cuello, los senos, empezó a succionarlos  mientras yo hundía mi mano en  su cabello, así nos quedamos dormidos, Julian con uno de mis pechos en su boca y yo con mi mano acariciándolo.
 El tiempo pasó lentamente  y mi pié cada día mejoraba más, Julian se la pasaba visitando los arrendatarios, viendo unas obras nuevas que había mandado hacer y cuando se desocupaba de todo eso, me visitaba en el jardín donde me gustaba pasar el rato y me comenzaba a leer poemas o me hablaba sobre los últimos avances en medicina, ya que tenía un amigo doctor y este le escribía contándole, lo que para esa época eran milagros de la ciencia.
 Mucha veces reíamos juntos, con las cosas de Lucien. El pequeño no nos dejaba ni a sol ni a sombra, vivía encantado conmigo, me hacía todo tipo de preguntas y cuando me dormía, mientras me hablaba, comenzaba a aplaudir fuerte para despertarme, luego  cuando yo me sobresaltaba, se reía y me decía, —¿te asustaste muchi?
Me apodaba muchi, porque Melanie era muy largo para él, así que empezó a decirme de varias formas hasta que me quedé, “muchi”. Le encantaba jugar y era un niño muy despierto. Tenía que decirle como se llamaba cada flor y en algún momento, comencé a decirle las sumas y restas, el estaba encantado.
Estábamos sentados en el jardín un sábado en la mañana, cuando llegó el mayordomo, a decirnos que había una visita para Julian en la sala, era un tal David MacInnes, Julian dijo que era un buen amigo de la infancia y se dirigió a la sala.
Estuvieron hablando un buen rato y al final de la tarde, cuando ya empezaba a refrescar, decidí entrar con Lucien. Teníamos que pasar por el salón para subir las escaleras, pero casualmente Julian y su amigo estaban en la puerta del salón despidiéndose.
Cuando Julian me vio, sonrió y me dijo que me acercara. Su amigo era un hombre muy apuesto, era alto, no tanto como Julian pero debía medir unos dos centímetros menos que el, era acuerpado, hombros anchos, como sin acostumbrara a hacer ejercicio, aunque esa no era una práctica muy normal en esos días, tenía el cabello muy rubio y los ojos verdes con enormes pestañas, cejas pobladas, una boca de sonrisa amplia, en conjunto era un rostro bastante varonil y atractivo. Seguramente más de una quería echarle el guante.
Cuando llegué hasta ellos, Julian nos presentó.
—Melanie, permíteme presentarte a el doctor David McInnes, es mi amigo hace mucho y es quien me mantiene informando de todo lo que sucede en cuanto a el área científica en estos días.
—Señorita Hawkins, es un verdadero placer conocerla por fin. Mi amigo Julian, no escatima en elogios para usted.
—Mucho gusto, señor MacInnes, yo también tenía deseos de conocerlo. Pero, ¿como supo donde encontrarnos? 
—Bueno, la verdad es que fui a su casa y me dijeron  que estaban pasando una temporada aquí en Bath, como no quería regresar sin ver a mi amigo Julian, decidí venir hasta aquí a saludarlo.
—Pues, me alegra mucho que se haya decidido a venir. ¿Va a cenar con nosotros?
—Me encantaría pero solo estoy de paso, mi familia me espera, tengo tres meses que no veo a mi esposa e hijos.
—Entiendo… ¿Es usted irlandés?
—No, en realidad soy escocés, pero me crié en Inglaterra.
—Escocia, — siempre he deseado conocerla. Dicen que es hermosa y sus bosques son los más verdes que hay.
—En eso estamos de acuerdo señorita Hawkins y si no es mucho atrevimiento, me gustaría invitarla algún día a que la visite. Mi casa está a su entera disposición.
—Es usted muy amable. Lo tendré en cuenta.
—Hágalo, en realidad mis hijos quieren ver a Julian nuevamente y estoy seguro de que usted hará muy buena amistad con mi esposa.
—Gracias, estoy segura de que en algún momento podremos hacer ese viaje.
—Bueno, ahora me tengo que ir, todavía hay varias cosas que tengo que hacer aquí en Inglaterra antes de ir a casa.
—Fue un honor conocerla, —me dio un beso en la mano y se dirigió a Julian.
—Amigo mío, cuida este encanto de mujer, nos estaremos viendo muy pronto, pero si necesitas algo, ya sabes que estoy a tu disposición, —le dijo a Julian con una mirada cómplice.
—Gracias por todo David, tendré en cuenta tus palabras.
Julian  acompañó a su amigo a la salida y yo me quedé pensando en esa extraña mirada que se dieron los dos.

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