Hola mi gente, Como estan? Les cuento que este capítulo lo dividí en dos, porque quiero hacer los capítulos un poco más largos.Pero para no ponerlas a esperar tanto, decidí dividirlos en dos partes y cada cuarto día hacerles una entrega de la novela. Esto también se debe a que antes tenía más tiempo para escribir la novela , pero la semana que viene ya comienzo a trabajar y tengo que distribuir el tiempo de otra manera, pero no se preocupen esto no va a interferir en la pasión que siento hacer relatos y novelas.Les mando un beso muy grande.
Capítulo Quinto
Terminé de cambiarme y bajé al comedor donde me esperaba Julian para desayunar, cuando llegamos, el estaba leyendo el periódico, se levantó y me saludo con una reverencia, pero su mirada decía mucho más que eso, se veía muy apuesto con su pantalón corto de lino color negro, su chaleco y camisa blanca, tenía una corbata blanca gruesa anudada al cuello, que dejaba ver las puntas de la camisa y por ultimo último unas botas altas.
Me encantó, la forma en la que me miró, durante todo el desayuno, que en realidad fue un desayuno “ligero” según sus propias palabras. Consistió en té, café, bollos calientes, panecillos con mantequilla, pastel, jamón, huevos para mí fue bastante copioso y sobre todo a las diez y media de la mañana, pero se veía tan delicioso, que no tuve problemas en comer de todo un poco.Terminamos de desayunar y Julian me dijo que fuéramos de paseo a caballo por los bosques cercanos, me gustó la propuesta y le dije que sí.
Fuimos a las caballerizas y pedimos que nos ensillaran dos caballos, yo montaba, como lo hacían en mi tiempo pero el me dijo que íbamos a necesitar un vestido para mí, para montar a caballo la próxima vez.
—Julian, yo aquí no puedo trabajar y no creo que acepten mi dinero para comprarme un vestido de esos.
—Puedo pagártelo yo, pero si en realidad te molesta tanto, entonces puedes usar uno de los de mi esposa.
— ¿Qué te parece?
—No sé, ¿Que dirá la gente cuando vean que uso la ropa de tu esposa?
—Nadie dirá nada, cariño, —me dijo tomando mi barbilla y acariciando mi rostro.
—Salimos a cabalgar en las montañas y fue algo precioso, porque el cielo estaba sin una nube y el paisaje era magnífico, aunque en Inglaterra llovía de un momento a otro.
— ¿Qué te parece si hacemos unas carreras? —le pregunté
— ¿Estás segura? Porque puedo vencerte muy rápido.
—No creo, milord, —en la casa de abuela habían muchos caballos y yo me la pasaba montando. Tengo tanta experiencia como tú.
—Pues entonces, vamos a hacerlo.
Los dos instamos a nuestros caballos a correr, mi yegua demoró un poco en comprender quien estaba al mando, pues parecía estar acostumbrada a que la montaran de manera distinta, al estilo de las damitas de sociedad, pero yo prácticamente la montaba a pelo y quería que ella se sintiera libre de correr como quisiera, que supiera que yo no la iba a controlar, cuando por fin pareció entenderlo, se lanzó en carrera tras el caballo de Julian, que iba delante de nosotras y fue tanto lo que corrió que de un momento a otro, era Julian quien nos miraba desde atrás.
— ¡GANE! — Le dije riendo a todo pulmón, — soy la mejor.
—Solo porque yo te dejé, — mi preciosa amazona.
—Eres un mentiroso de lo peor, — le dije todavía riendo, — además estas muy viejo para poder seguirme el ritmo.
De repente, el se quedó mirándome muy serio y se lanzó tras de mí, yo grité muy fuerte y salí corriendo, pero la risa no me dejaba hacerlo bien.
—Te enseñaré quien es el viejo, mujer, gritaba mientras corría lo más rápido que podía.
Me escondí detrás de unos matorrales y lo vi pasar enfrente.
—No podrás esconderte toda la vida, algún día tendrás que salir.
Tenía una sonrisa maliciosa mientras lo decía, —me descuidé solo un segundo y en el momento menos pensado, sentí que unos brazos me levantaban y me sacaban de mi escondite.
—Noooooo, le decía forcejeando, pero él sabía que bromeaba y comenzó a hacerme cosquillas, hasta que caímos a la hierba y comenzamos a dar vueltas en ella. Enseguida comenzó a llover, este era mi tercer día allí y no había llovido a pesar de que hacía siempre mucho frío, pero en este momento caía un chaparrón impresionante.
Nos levantamos y fuímos hacia los caballos, el me ayudo a montar mi yegua y con mucha agilidad se subió al suyo. Cabalgamos rápido y llegamos empapados a los establos, como pudimos desmontamos y nos dirigimos hacia la casa. Entramos e inmediatamente, Julian le dijo al mayordomo que nos preparará chocolate caliente y subiera una bandeja a cada cuarto, enseguida subimos a nuestras habitaciones.
Jacinda llego para ayudarme a cambiar de ropa y a entrar en calor. Prendió la chimenea y el cuarto se calentó inmediatamente. — Jacinda, ¿Qué horas son?, —le pregunte cuando me ayudaba a quitarme el vestido.
—Las dos de la tarde señorita, — ¿Quiere que la peine?,—tiene el cabello muy enredado.
—No querida, no te preocupes, —Yo lo puedo hacer.
En ese momento, llegó la criada con el chocolate caliente y unas galletas, la chica entró vacilante.
—Permiso, señorita aquí le traje, para que no se resfríe, —me sonrió tímida.
—Gracias….
—Mi nombre es Leila señorita, a su servicio.
Le sonreí también y salió de la habitación, estaba pensando en la chica todavía, cuando sentí las manos de Jacinda en mi cabello.
—Jacinda, de verdad no te preocupes, yo puedo peinarme sola.
—Pero a mí me gusta hacerlo señorita, usted solo descanse, — ¿Está bien?
—Esta bieeeeeeeeennnn, —le dije, dándome por vencida con ella.
Más tarde, salió de la habitación y cuando volvió tenía dos vestidos, uno era amarillo, con pequeñas flores blancas bordadas y el otro era de un color azul oscuro y era para montar a caballo, supuse que eran de la esposa de Julian y me sentí apenada pero aún así, sentí el deseo de usarlos.
Me puse el vestido color amarillo y luego bajé a verme con Julian, el estaba en su estudio y cuando entré, noté que se puso algo nervioso y escondió un papel, pero me imaginé que era algún papel del trabajo y simplemente deseché cualquier paranoia.
Se levantó de su silla y se acercó a mí.
—Esta preciosa, el amarillo te sienta muy bien, — me miraba de pies a cabeza de manera muy intensa.
—Muchas gracias caballero, es el vestido, el que es hermoso.
Sé que no es el vestido, pero si eso te hace sentir más cómoda, pues entonces, así es.
— ¿Qué te parece si jugamos algo?
—Si, me gustaría mucho, — ¿Qué se te ocurre?
—No sé, tal vez….cartas.
—No soy muy buena en eso, pero el ajedrez me encanta.
—Bueno, bueno, así que te gustan los juegos de estrategia.
—Mientras sea yo la que gane, me gustan mucho. —le dije sonriendo.
—Soy muy bueno en este juego, ahora tenemos que ver que tan buena eres tú.
—Soy tan buena que podría hacer una apuesta contigo.
—Me parece una buena idea, — ¿Que quieres apostar?
—Si yo te gano, me darás una pintura tuya, una donde no te veas tan triste, como en el camafeo.
El se quedó mirando al vacío, callado, — ¿Sabes? Cuando hicieron esa pintura mi esposa tenía tres meses de haber desaparecido y yo sentía una pena muy profunda, nada me alegraba en esos días, tan solo mi hijo, hacía mis días más llevaderos.
Sentí mucha pena por él, ese hombre realmente amaba a esa mujer. ¿Cómo sería que un hombre me amara de esa manera? Sentía que envidiaba a esa mujer y la odiaba al mismo tiempo. La envidiaba porque a pesar de la atracción que había entre ellos dos, el todavía la recordaba con amor y esa era una de las cosas que yo temía, que si me quedaba con él en este tiempo, Julian no pudiera olvidarla y su recuerdo estaría siempre entre los dos. También sentía odio hacia ella porque, ¿Cómo se atrevía a dejar un hombre tan bueno, tan comprometido con ella, con su hijo? No era justo, existía un hombre que por fin me hacía sentir que era importante y no podía ser para mí.
—Siento mucho todo lo que te pasó Julian, pero estoy segura de que encontrarás el amor nuevamente.
—De eso estoy plenamente seguro, querida, — me dijo con una mirada que yo no quería interpretar.
Bueno y que te parece si comenzamos ya, — dije tratando de cambiar el tema.
—Pero todavía no hemos acordado lo que yo ganaré si soy yo, el que gana.
—Está bien, ¿Que quieres entonces?
— ¿No es obvio querida?.......Te quiero a ti.
En ese momento, yo sentí que me quedaba sin respiración, ese hombre me ponía a mil por hora, con tan solo una de esas miradas como la que estaba dándome en ese momento.
—Exactamente ¿Qué es lo que quieres decir?
—Sencillo, si tú me ganas te doy la pintura y si yo te gano, quiero tenerte aquí mismo, en el estudio.
—Me convenciste, — trato hecho.
Comenzamos el juego y yo le iba ganado al principio pero luego, era él quien me ganaba, sin ninguna dificultad. El muy bribón se reía y me miraba como si ya sintiera que había ganado la apuesta. Una hora después terminó el juego, con Julian como único vencedor.
Se levantó de la mesa donde estábamos jugando y se acercó a mí lentamente, como un león acechando a su presa. A medida que él se acercaba, yo retrocedía, pero sentía mi corazón latir desenfrenadamente, miraba con mucho cuidado sus movimientos, estaba a la expectativa, hasta que estiró el brazo rápidamente y me halo hacia él. Entonces puso su mano en mi cabello, me hizo inclinar un poco y me besó, primero fuerte, exigente y luego muy suave, yo me deshice en sus brazos, su lengua jugaba con la mía , al tiempo sentía mis pezones duros y un delicioso cosquilleo en mi vientre.
Cuando ya no podía respirar, el se apartó un poco y tuvo que darse cuenta de lo mareada que me veía, porque inmediatamente me tomó en sus brazos y me llevó hacia la chimenea, me puso sobre una piel de oso que había allí y tomó unos almohadones, para improvisar una cama, luego acercó una bandeja con vino que había dejado antes el mayordomo, cuando estábamos en la mitad del juego. Todavía de pié comenzó a quitarse el chaleco, la camisa, las botas y los tiró al suelo. Se tumbó sobre la piel junto a mí, me besó y me abrazó, poniendo mi cabeza sobre su pecho. Podía oír los latidos de su corazón, me acaricio los pechos, luego bajo a mi cintura y empezó a subirme el vestido.
—Quiero hacerte el amor toda la noche.
— Julian, yo también lo deseo tanto, — quiero sentirte dentro de mí.
Me quitó el vestido poco a poco entre besos , cuando terminó se quitó el pantalón. Al hacerlo quedo evidente su deseo por mí, su miembro estaba hinchado y palpitante, me tocó los pechos y luego bajó su boca sobre uno de ellos, jugó y luego los mordió hasta el punto de hacerme gemir por el dolor, enseguida los lamió para calmar el escozor. Bajó poco a poco, de mis pechos a mi estómago, dándome pequeños besos en todo el recorrido hasta llegar los húmedos rizos en la unión de mis piernas, insertó un dedo y yo gemía por la excitación, fue abriéndome poco a poco las piernas , sentía mi clítoris húmedo e hinchado, comencé a jadear fuertemente, mientras el hundía su dedo en mí, entre besos y caricias me quitó el vestido de manera muy diestra….
—Ahora mi amor,— por favor, te necesito.
—Me encanta que te sientas así, desesperada por sentirme dentro de ti, porque así me siento yo por tí —me dijo al oído.
Puso su miembro entre mis piernas y empujó, se hundió dentro de mí, sus jadeos y los míos se entremezclaban, su rostro era la perfección absoluta, tenía sus ojos cerrados y su expresión era de éxtasis puro, lo desee aún más, —si es que eso se podía.
Nuestros cuerpos encajaban perfectamente, entre jadeos, gemidos y palabras susurradas, el y yo llegamos al clímax al tiempo y fue una sensación grandiosa, el se derrumbó sobre mí, luego se inclinó y me besó de una manera muy dulce. Se levantó un poco, tocó el cabello húmedo sobre mi frente y lo puso a un lado de mi rostro.
Se apartó un poco de mí, para enseguida ponerse a mi lado y pasarme un brazo por encima , de manera posesiva. Me sentía feliz, saciada y muy tranquila en sus brazos. Mientras me tenía abrazada, besaba mi rostro, acariciaba mis brazos, pasando una y otra vez sus manos por ellos.
En ese estado de total complacencia y felicidad, se volteó un poco hacía mi.
—Fue muy hermoso, —me dijo mirándome con inmenso amor en sus ojos.
Yo no comprendía cómo podía mirarme de esa manera y al mismo tiempo adorar el recuerdo de su esposa, que estaba desaparecida, no muerta. Por eso decidí tocar el tema, aunque tal vez no fuera el mejor momento.
—Julian, no entiendo, cuando me hablas de amor porque sé que no has olvidado a tu esposa. — A propósito ¿Cuál era su nombre?
Vi que el dudó un momento y lanzó un suspiro profundo.
—Su nombre es Melanie.
—Melanie? — Le pregunté sorprendida.
—Si, — de repente el hombre se volvió monosílabo.
— ¿Qué edad tenía cuando la conociste? ¿Cómo la conociste?
—En realidad nunca supe de donde vino, solo sé que un día estaba allí, frente a mí, tendría más o menos tú edad.
—Ya veo….pero ¿la conociste cuando caminaba en el campo como a mí?
—Si, muy parecido.
—Y, ¿eso no te causa curiosidad?
Temí hacerle la pregunta del millón, pero me arriesgue.
—Julian, — ¿Cómo era ella físicamente?
El se levantó de inmediato y me ayudó a levantarse.
—Es mejor no hablar de ella, no le veo sentido, —lo dijo molesto, —en ese momento lamenté hablarle de eso y haber perdido lo que teníamos, momentos antes.
—Creo que es mejor que te vayas a descansar, —me habló de una manera ruda.
—Pero ¿por qué?, si la estábamos pasando muy bien, — le dije mientras rodeaba mis brazos alrededor de su cuello.
El se apartó bruscamente y recogió mi vestido.
—Toma, ponte esto y solo vete por favor.
Me dolió ver su reacción y me dolió aún más que no quisiera hablarme de ella, porque eso solo confirmaba mis sospechas, —el amaba a su esposa todavía y lo que sentía por mí era simplemente deseo, atracción y nada más. Ya yo estaba muy cansada de que me tomaran como a alguien sin importancia, una mujer desechable con la cual se podía jugar y cuando veían una mejor, actuaban como si ya no me conocieran.
Para Julian, era exactamente eso, una mujer para desahogarse, todo lo que me decía, no eran más que palabras que salían en un momento de pasión. Mis ojos se humedecieron y sentí las lagrimas asomarse, pero no quise que el viera que me había hecho tanto daño, así que simplemente tomé el vestido, me arreglé lo mejor que pude y salí de su estudio. Subí a mi habitación corriendo, —quería ponerme ese camafeo cuanto antes y salir de esa casa, de esa época y sobre todo de su vida.