Me apetece simplemente escribir. Me apetece que mi cerebro contacte con mis dedos y surjan las palabras hasta el monitor. Escribir de cualquier cosa. Decir que mañana es viernes, que no quiero que llueva cuando salga a ver sus ojos, y que tampoco quiero ver nunca el color de la lluvia sobre ellos. Comentar lo mucho que me gusta conocer a David, el del quiosco, y saludarle a primera hora, cuando yo voy a comprar un paquete de Ducados Rubio al Corner y el coloca el As y el Marca, y me regala una sonrisa sin que tenga que rellenar ninguna cartilla de La Razón para ello. A veces simplemente escribo, a veces simplemente vivo. Me dejo llevar. Entonces sólo tienen sentido los silencios y el roce de mis dedos en su pelo. El aroma de café por las mañanas, comentar las noticias tontas, las sabanas limpias después de una jornada de personas sucias. Tengo miedo a morir y perder todos los futuros que me aguardan. A veces todo carece tan completamente de sentido que las cosas se colocan cada una en su sitio. Me gusta escribir, me encuentro a gusto. Mi cerebro funciona, mi corazon late. Respiro. Pienso en que decir. Me resulta acojonante que Michael jordan pudiera meter esas canastas, y sigo acojonándome cuando veo la última escena de Blade Runner. Creo en la gente casi tanto como desconfio de las personas. Y lo más importante ahora mismo, es que no tengo ni la más ligera idea de como salir de este post de manera medianamente digna. Asi que mejor que lo haga otro por mi. ¿Algún músico entre el público? Si, bien, usted me vale. ¿Se llama? Roberto, muy bien… pues nada, Cosecha del 66 es toda suya.
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Entrada publicada originalmente en Marzo – 2009