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Si Descartes viviera hoy en día a buen seguro habría cambiado su “Pienso, luego existo” por un mucho más actual “Me conecto, luego existo”. La sociedad actual está generando un modo de vida en el que los que no publicamos nuestros pensamientos y experiencias en Facebook o Twitter no somos nada. Tampoco los que no tenemos un teléfono inteligente con el que chatear en mil grupos de wasap, enviar fotos al Instagram o consultar en Google dónde está Moldavia. Nada, de nada; sin la tecnología bajo la almohada no somos nada.
Los que preferimos mirar a los ojos de nuestros interlocutores, quedar para tomar un café o charlar dando un paseo estamos anticuados, desfasados… Resulta mucho más “in” hablar a través de las ondas o gritar al mundo entero a través de las redes sociales que estamos enamorados o que disfrutamos plenamente de un buen chuletón… Sí, además, hay que compartirlo todo, con todos. No está de moda tener espacios de intimidad y recogimiento. Casi resulta imposible disfrutar de un buen rato con los amigos sin que las cámaras de mil teléfonos se disparen al unísono y empiecen a lanzar todas esas instantáneas al espacio cibernético.
Estamos permanentemente conectados a las tecnologías pero desconectados de la vida real, de esa en la que la caricia, el hombro sobre el que llorar o la mano que agarrar son lo realmente importante. Estamos perdiendo la esencia de la relación humana, al tiempo que toda esta conexión eterna, tanto al trabajo como a la vida social, nos está generando problemas de descanso, depresión y otros problemas de salud. Ya muchos expertos lo están advirtiendo y llaman la atención sobre la importancia de dejar el teléfono de vez en cuando en el cajón. El Dr. Estivill, por ejemplo, considera que para tener un buen descanso es fundamental que desconectemos los teléfonos al menos tres horas antes de irnos a la cama.
También se han dado cuenta en Francia, donde la pasada semana empresarios y sindicatos llegaron a un acuerdo para obligar a los trabajadores de consultorías y empresas de tecnología a que apaguen el móvil al menos 11 horas al día. Aplaudo esta medida, la comparto y espero que no tarde mucho en llegar a España, porque es probable que sea la única manera de que muchos podamos permitirnos ese lujo.