Hoy hace exactamente 3 meses que no escribía nada en mi blog. Entre el trabajo y los compromisos del diario vivir no había tenido la oportunidad de sentarme a hacer lo que tango me gusta, escribir. Les cuento que en tres meses se cumplirán dos años que me mudé de Puerto Rico. Me duele tanto decir que no extraño nada de la Isla. Todo aquí nos va tan bien que por el momento solo extraño a mi familia que vive allá. Recuerdo que me tenía que tomar el día libre del trabajo sin paga para poder asistir a una cita médica y cuando al fin veía al médico me despachaba en menos de 5 minutos y entonces venia la espera de par de horas por un medicamento. Como olvidar el día que llegué a un hospital en el área de Bayamón con un dolor de piedra en la vesícula que causo que me desmayara de lo fuerte que era. Gracias a Dios me desmayé porque las horas que esperé para que me viera el médico fueron eternas. Los fines de semana en el barrio eran como vivir dentro del juego de “Call of Duty”. Ya éramos expertos en tirarnos al suelo cada vez que se escuchaba una balacera. Los muebles del cuarto de mi hija los acomodé de manera tal que la cama estuviera alejada de las ventanas por si entraba una bala no me la tirotearan dormida. ¿Suena horrible verdad? Esa era mi realidad en mi país. Ayer, mientras salíamos de hacer la compra, me vino uno sentimiento bien raro y le pregunto a mí esposo: ¿Mi amor, alguna vez te ha pasado que de momento estás haciendo algo y te preguntas que rayo yo hago aquí? El me dice: Sí, me sucede cuando me levanto, pienso porqué no desperté en nuestra casa en Puerto Rico y como dice la rana René, se me pasa. Suena cómico, pero analizándolo bien, es una tragedia tener que abandonar tu país porque un grupito parece que se puso de acuerdo para “fastidiar” la isla. Aquí todo es tan tranquilo, demasiado tranquilo… La escuela de la niña (publica) mejor no puede ser. Los servicios médicos (que no son baratos) son excelentes. Hay tantos programas para mantener a nuestros hijos alejados de las calles a poco o ningún costo…Con todo esto les digo, que mucho me duele no extrañar a Puerto Rico. Que mucho me duele decir que te amo pero no quiero volver.
Y tú, ¿Piensas brincar el charco?