Por variar un poco mi línea de los últimos meses (siempre hablando de ciencia, ¡pesada!), pues voy a hablar… de pseudociencias. . Y es que últimamente me he fijado mucho en los ideales de belleza que nos bombardean (será la edad, sin duda). Así que, leyendo prospectos y etiquetas, ávida y feroz cual animal hambriento, me he dejado llevar por estanterías y estanterías en centros comerciales, columnas en centros de productos de estética y belleza, e incluso farmacias, y he descubierto que… ¡somos gilipollas! ¿Cómo es posible que envejezcamos con tanto producto maravilloso que nos venden? ¡Oiga, señora, eh, señor, tiene usted una arruga! ¡A la cárcel por incapaz! ¿Será posible? ¿Sabían ustedes que el brócoli es maravilloso para la piel cansada? Por un módico precio, metido y reprocesado en un bote diminuto que le sale por un ojo de la cara… Pero, ¿qué más da, si “borra los signos de fatiga antes de que se conviertan en signos de la edad” y me proporciona “rasgos descansados, piel radiante de energía y vitalidad”? Desde ese momento vivo enamorada de un brócoli y ya no hay remedio para mí… (¿Se han acabado ya las frutas sexi que hay que recurrir a las verduras amorfas?).
Afortunadamente, hay gente que se lo curra mejor que yo y hace reportajes (serios) como este: Premio Goya a la Mejor Película de Ciencia Ficción: “El guardián de la longevidad celular”. No duden en leérselo de principio a fin. Porque lo que está claro es que esto es una pseudociencia chabacana. Como dice el autor del artículo, “muchas casas comerciales anuncian efectos milagrosos en sus productos que no se sostienen desde el punto de vista científico pero que llegan a confundir a la población al emplear términos, conceptos y fundamentos científico-tecnológicos que no están al alcance del consumidor medio”. Mentir (porque lo que hace el mundo de la cosmética es MENTIR -más allá de hidratar superficielmente no hacen mucho más-), debería estar penado. A ver si regulan ya este (tristemente) lucrativo campo y dejan de jugar con asuntos delicados. Déjennos envejecer en paz, leñe.
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