Revista Cultura y Ocio
Durante varios años, he estado moviéndome para conseguir crear algún tipo de movimiento cultural. No me refiero a levantar de la nada un estilo, ni nada parecido. Mi intención ha sido siempre moverme junto a amigos y compañeros en esto de la creación de cosas interesantes, crear jornadas, establecer costumbres literarias, montar saraos varios...
El resultado ha sido, tal y como esperaba, tan penoso como siempre lo ha sido. El arte, la cultura, no vende ni interesa a la gente de la manera en que uno espera. La apatía imperante en nuestra sociedad es tal que cuando montas unas jornadas, las personas a las que van dirigidas prefieren estar en una cafetería jugando a las cartas que asistiendo a las proyecciones o charlas que has organizado. Luego, claro, no faltan las palmaditas en la espalda y el "a ver cuando montas otra".
También quise lanzarme, desde la modestia y el más completo presupuesto 0, lanzarme al mundo de la edición. Me propuse lanzarme a realizar labores de coordinación, distribución y promoción. Y nuevamente, las piedras en el camino se han convertido en montañas. Desde librerías que no quieren los libros (¡en depósito!), hasta distribuidoras que te piden un número de ejemplares enorme para un proyecto de este tipo (y sin garantía de venta), pasando por libreros que se ven obligados a echar el cierre y no pueden devolver los libros que tienen en tienda...
Luego te encuentras que los libros no venden en formato digital. Porque quien los quiere, los tiene de páginas en los que se encuentran miles de libros pirateados. Y te encuentras que todo el mundo ve bien bajarse esos libros, dando dinero a las plataformas de descargas digitales, y que mucha gente considera que un libro no es "un producto de verdad", que es un bien de tercera o cuarta y que cualquiera puede usarlo sin reconocer el trabajo de edición, maquetación y corrección. La portada, debe ser, también resulta gratis y el editor debe comerse los gastos porque "ellos tienen derecho a leerlo sin pagar".
Una cosa y otra, unidas a una situación personal un tanto complicada durante este año pasado, me ha superado. Tengo el ánimo cultural por los suelos. Encima, la tecnología no ha ayudado y tenido serios problemas para recopilar información sobre las ventas del año pasado (las ridículas ventas).
Me retiro. Nada de organizar eventos culturales, nada de promover una cultura en la que cada vez más gente se caga, con perdón de la palabra que es la que mejor representa el actual estado de la sociedad, Me voy a limitar a escribir mis artículos, los libros que me van saliendo por encargo y los relatos que de vez en cuando me roban el sueño.
Cuando tenga material, lo presentaré a editoriales, sabiendo que posiblemente, estén en una situación similar a la mía y que lo del cobro ya se verá, si después de imprentas, distribución, gastos editoriales y los omnipresentes y castradores impuestos queda algo para repartir. La cultura no es negocio, pero es que ni siquiera es un modo de vivir la vida cultural. Espero que os vaya bien a todos los que seguís a bordo del tren, pero yo me apeo.
Nos vemos en las librerías, pero al lado de la mesa que no requiere esfuerzo. Ya no me quedan fuerzas ni animo.