Voy a llegar el día en que los árboles no estén tan desnudos. Será primavera y hará frío, pero encontraré el abrazo justo, el sabor del vino tinto, el calor de la risa y las lágrimas acumuladas de tanta distancia. ¿Me esperas, Madrid? ¿Me esperas hasta que podamos vernos lejos de tu invierno? Lejos de tu melancolía. Llegaré con mi bufanda de colores, con los mismos zapatos viejos y gastados que ya conocen tus aceras y nos sentaremos a conversar para no seguir perdiendo el tiempo, para que no se nos vaya más.
Trataré, Madrid, de no verte solo por un día, que todas tus noches sean alegría prolongada, una canción cantada a capela, un cúmulo de sonrisas que nos hemos guardado todos estos años sin vernos. Dibujaré tus nubes y le contaré a otros cómo es el sonido de tus tardes, cuando los pasos se apresuran alrededor de la plaza y el tintineo de las copas van marcando su propia melodía. ¿Ves que es fácil quererte? Ves que que tus calles van recitando poesía, que toda tú eres una rima aunque a veces vayamos a un ritmo descompasado. Trataré, Madrid, de quedarme tanto en tu paisaje que dormiré tus tardes sin culpa y las siestas bajo la sombra de El Retiro se convertirán en redundancia, que serás otra ciudad después de cada despertar.
Entonces, caminaré por la Gran Vía viendo todas las ventanas, las historias de las esquinas. Me preguntaré, como hago siempre, cómo es que hay gente detenida en los balcones fumando un cigarrillo sin salir a recorrerte. Leeré los nombres de los hostales, de las ventas de oro, de los restaurantes y las librerías. Diré en voz alta: Malasaña, Fuencarral, Lavapiés y sonreiré cuando llegue a Válgame Dios. Exploraré todas tus posibilidades, para resumirlas a otros y que no se me olvide que viajo no solo para abrazarte, sino por el afán de contarte.
Si tengo suerte, Madrid, podré asomarme en la ventana con la mejor vista a la Plaza de Cibeles, te caminaré con un montón de libros en la mano leyendo varias líneas en desorden. Entraré, por fin, a ver Las Meninas en el Museo del Prado para no seguir postergando ese encuentro y dejaré espacio en mi maleta para traerte entera en un abrazo. Será como se imagina. Solo dime, ¿me esperas, Madrid?