No me gusta lo que me está pasando, pero no por ello voy a mirar hacia otro lado y negar la evidencia. Llevo una temporada con mucho más trabajo del que soy capaz de gestionar, con la sensación de que estoy en un barco en medio de una tormenta y tengo que guiar el timón, fregar la cubierta, izar las velas y cargar los cañones para el combate contra los barcos enemigos, mientras la tripulación de mi barco cumple con su trabajo con rigor.
No voy a hablar del nivel de compromiso de los marineros de mi barco ni siquiera de los barcos que forman a mi lado (con la misma bandera, al menos en teoría). Creo que cada uno es responsable de sus actos y ha de obrar en función de sus creencias y convicciones, con lo que ni puedo ni debo exigir a todos los marineros del barco que se extralimiten e intenten que todo siga a flote extralimitándose de sus funciones...poniendo en riesgo sus vidas.
Al fin y al cabo, reciben unos doblones de oro por unas funciones definidas en unos horarios igualmente pre-establecidos. Los hay que están en cocinas, los hay que están al cargo de la bodega o de cargar los cañones para el combate, pero ni voy a pedir al cocinero que ayude al que carga los cañones ni viceversa. Si son marineros diligentes nada voy a reprocharles. De hecho estoy orgulloso de ellos y -como buen capitán- defenderé a los que estén en el barco, independientemente de que sean grumetes primerizos o experimentados marineros... porque realmente creo que están haciendo muy buen trabajo y sin ellos haría ya varias lunas que el barco estaría hundido en lo más hondo del mar.
Pero eso no quita que me sienta solo en determinados momentos, en los que la mar está muy picada y varias circunstancias amenazan con zozobrar el barco en medio de la noche. Y es en estas situaciones cuando un buen capitán sabe sacar lo máximo de si mismo, de los que están en su barco y de los que le acompañan a bordo de los barcos con la misma bandera.
Y algo debo estando hacer bien, porque el barco aguanta con rumbo firme (no sin dificultades), pero lo que siento es que tanto tragar agua de mar y tanta exposición a los rigores de la noche y del invierno, mi carácter está cambiando (y eso NO ME GUSTA). Creo que entiendo aquello que se dice de "se te está agriando el carácter", porque siento que me está pasando a mi.
De un tiempo a esta parte (no sabría decir cuándo ni tampoco atribuirlo a un único motivo sino seguramente a unos cuantos que ocurren a la vez) me he convertido en otra persona. Siempre he sido alegre y optimista. Desde que tengo uso de razón me considero una persona que siempre ve el vaso medio lleno (incluso cuando está claramente vacío). Siempre saco la lectura positiva a todo lo que me pasa en la vida (incluso de lo malo)... y he intentado contagiar esta forma de ser a quienes me acompañan en la vida, bien sea a nivel personal o profesional.
Pero de un tiempo a esta parte me he convertido en un cascarrabias. En un gruñon. En un tipo gris que arrastra sus pies de un lado para otro sin aparente sentido, e insisto que eso NO ME GUSTA. Salto con facilidad con mi equipo, con compañeros de trabajo, con amigos, con mi mujer... y hasta con mis hijos... y NO ME GUSTA.
¿Qué será lo siguiente si me dejo ir? ¿Me convertiré también en un viejo verde? No. Eso no va a pasar, porque no voy a permitirlo.
Me gusta como soy (o como era), y pienso hacer lo que esté a mi alcance y lo que me quede lejos también, por revertir la situación y volver a ser lo que era... a bordo del barco actual o cambiándome al barco pirata... pero no quiero seguir así... de modo que si eres de los que ha sufrido mis pequeños ataques de ira y rabietas varias en los últimos meses... te pido perdón y te prometo que cambiaré... como también prometió cambiar el mítico Riki López (escuchar canción)