Nosotros los constitucionalistas, los de verdad, no nombramos a la Constitución, la echamos de menos, estamos huérfanos de su presencia y no pronunciamos su nombre en vano, porque queremos y ansiamos sentir su presencia; PERO, la Constitución, para nosotros, está como ausente, desaparecida desde hace tanto tiempo...
Ellos, los autodenominados «constitucionalistas», siempre la tienen en la boca la Constitución, y se proclaman así mismos garantes de la misma, de esa Constitución que garantiza privilegios de los poderosos, y se olvida de proteger a los débiles, a los desahuciados, a quienes trabajan para dar un trozo de pan a sus hijos, estudios, un porvenir, y al amparo de esa PRESUNTA Constitución elaboran reformas laborales que condena a los más jóvenes a la esclavitud, a la que ahora llaman «trabajar de becario», lo cual provoca que los mayores de cincuenta sean desahuciados laboralmente, porque ¿para qué pagar por un trabajo que pueden tener gratis?
PERO ellos, los autodenominados «constitucionalistas» a esa Constitución que tienen siempre en la boca, a pesar de que la violan cada noche o a la luz del día, cual prostituta celestinesca, que después de cada ayuntamiento, le cosen el virgo para venderla como impoluta virgen. Nosotros los demócratas, pocas veces nombramos la democracia. Sabemos que no es democracia lo que en España tenemos. Es cierto, votamos; PERO, la democracia está como ausente, o tal vez, totalmente ausente. No son nuestros votos los que cuentan a la hora de decidir un gobierno, sino que son otros, que no se presentan a las elecciones quienes deciden. Y ellos, los presuntos demócratas, le ponen a la DEMOCRACIA mordaza, no vaya a ser que al pueblo le dé por cantar las cuarenta. Ellos, quienes se les llena la boca de democracia, quienes apelan a defender «NUESTRA DEMOCRACIA», en realidad están apelando a privar al pueblo de ella. Hasta quien con nocturnidad y alevosía fue designado, de espaldas al pueblo, jefe del Estado, en sustitución de otro, nombrado por un dictador, habla de democracia, de «NUESTRA DEMOCRACIA», sin que ni él, ni esos «demócratas constitucionalistas», reconozcan otra constitución y otra democracia que la suya, la que les protege de una Constitución y una Democracia, que realmente sea una Constitución democrática. Queremos una Constitución de verdad, que nos permita elegir a cada uno de nuestros representantes, desde el concejal rural, al presidente de la República, sin que sea el espermatozoide más rápido quien ocupe el cargo. Muchos años después de la muerte de Javier Krahe, sus palabras siguen vigentes:«Me gustas, democracia, porque estás como ausente»©Paco Arenas, autor de Magdalenas sin azúcar, la novela que según algunos profesores de historia deberían leer los jóvenes y todos quienes quieran conocer la verdad y que puedes leer aquí los primeros capítulos.