Tu cuerpo es puro pecado capital que acaricio con mis alas de murciélago, con estas diabólicas manos manchadas del deseo de cien cuerpos que ahora tiemblan ante el angelical paraíso desplegado que es cada centímetro de tu piel. Recorro con mis dedos la blancura inmaculada de tus piernas, la nívea tersura de tu carne me consume de deseo mientras el producto de mi orgasmo te gotea aún caliente entre los muslos manchando las desordenadas sábanas.
Las montañas de tus nalgas se yerguen ante mis ojos, tiemblan bajo mis manos que las amasan con anhelo antes de proseguir invadiendo caminos por el yermo nevado donde dos ejércitos podrían presentar batalla que es tu espalda.
Me detengo a contemplar el bosque en otoño de tu ensortijado pelo respirando en él, queriendo empaparme en ti, siendo viento entre tus hojas…
Con la delicadeza del céfiro te doy la vuelta y hundo mi rostro en el profundo acantilado dorado donde las mareas de mi conciencia se estrellan y me hacen rebotar una y otra vez contra las rocas del deseo.
Ofuscado deslizo mis temblorosos labios desde el averno de tu monte de Venus, por la curva de tu vientre, por la cordillera de tus pechos donde tantas veces he coronado cima hasta la cálida curva del oscuro refugio de tu clavícula donde vuelvo a quedar atrapado por el aroma de tu pelo.
Suspiro al rozar tus labios con mi boca, queriéndote regalar la vida de mi aliento mientras mis manos ávidas acarician tus mejillas buscando la curva de tu sonrisa. No quiero levantar la cabeza de la fantasía de tu piel, pero lo hago y tus ojos no me devuelven más que el reflejo de mi ensangrentado rostro teñido de verde. No hay luz, no hay sonrisa, no hay nada más que ese abismo en tu frente que me hiela la sangre, ese agujero negro que han abierto mis demonios con sus garras, que me absorbe el alma, que me mira burlón e insultante, que me muestra imágenes de una tú que no volverá a gritarme que me vaya, que no me besará cuando vuelva, que no me gemirá que me ama, que no volverá a suplicarme que no lo haga, que no volverá a susurrarme que por favor… no la mate…
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