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Me llamo Lucy Barton - Elizabeth Strout

Publicado el 22 septiembre 2016 por Rusta @RustaDevoradora

Me llamo Lucy Barton - Elizabeth StroutEdición:Duomo, 2016 (trad. Flora Casas)Páginas:224ISBN:9788416261918Precio:16,80 € (e-book: 9,99 €)Leído en versión original (My Name is Lucy Barton).
No hace ni un mes que se puso a la venta, pero cualquier lector mínimamente informado ya habrá oído hablar de Me llamo Lucy Barton (2016), la novela más reciente de Elizabeth Strout(Portland, Maine, 1956). La autora no es nueva en el mercado español —El Aleph publicó Amy e Isabelle (1998), Olive Kitteridge (2008; Premio Pulitzer) y Los hermanos Burgess (2013); solo queda por traducir Abide with Me(2006)—, aunque pasó bastante desapercibida, no por falta de calidad, sino por la ausencia de una campaña de promoción que apostara fuerte por ella (con la excepción de Olive Kitteridge en Cataluña, donde obtuvo el Premi Llibreter, que la acercó a un público más amplio). Hace dos años, la adaptación a la pequeña pantalla de su obra más aclamada renovó el interés por ella. Ahora llega a las librerías su último trabajo, esta vez respaldado por Duomo, un sello del grupo italiano Mauri Spagnol —en Italia, a propósito, Elizabeth Strout es muy apreciada: recibió los premios Bancarella 2010 y Mondello 2012—, que desde luego ha hecho una considerable inversión. Siempre es una buena noticia que una escritora de calidad contrastada consiga más lectores; aun así, es cuestionable que Me llamo Lucy Barton sea su mejor carta de presentación.Con respecto a su obra maestra, Me llamo Lucy Barton no solo baja un peldaño en envergadura literaria, sino que marca un ligero cambio de registro en su trayectoria. Sus cuatro primeras novelas, más extensas y de corte costumbrista, retratan la vida de unos personajes en el marco de un pequeño pueblo de su Maine natal. Olive Kitteridge narra la evolución de una jubilada terca y de carácter fuerte a través de unos espléndidos relatos que a su vez exploran las historias de los vecinos de la localidad, al estilo del clásico Winesburg, Ohio (1919), de Sherwood Anderson. Olive Kitteridge, por lo tanto, es una novela pródiga en hilos narrativos, llena de personajes memorables y de escenas que comprenden las tensiones de toda una comunidad, con una protagonista nada fácil de trabajar que crece en cada episodio. Me llamo Lucy Barton se mantiene en la literatura del ámbito doméstico, pero con un enfoque más intimista: aborda la tensa relación de una mujer escritora con sus orígenes, en particular, la relación con su madre, llena de silencios. El cambio de registro no solo se refiere a la trama, de menor alcance, sino a la prosa, más concisa, fragmentada y contenida.Se suele decir que las enfermedades marcan un punto de inflexión. Son el momento en el que estamos más vulnerables, cuando nos lo replanteamos todo, porque por primera vez no podemos continuar con nuestra rutina con normalidad. Para Lucy Barton, al menos, fue así: en los años ochenta, cuando era una joven madre de dos niñas, las complicaciones tras una apendicitis la obligaron a permanecer mucho más tiempo de lo previsto en el hospital. Lejos de su marido y sus hijas, recibió la inesperada visita de su madre, a quien llevaba años sin ver. La conversación entre las dos mujeres —la charla insustancial de quienes evitan abordar los asuntos que duelen— se alterna con recuerdos que permiten entender el porqué de ese distanciamiento. La narradora rememora su historia desde el presente, cuando la estancia en el hospital queda lejos. Y, ya se sabe, no hay historia sin origen, y el origen de Lucy Barton resulta especialmente traumático: se crió en el campo, en el seno de una familia muy humilde y poco proclive a expresar sus sentimientos. Ella, que tenía aptitudes para el estudio, nunca se sintió cómoda con su entorno, y en cuanto pudo se marchó, no sin conflictos —su situación se asemeja a la de Lenù en La amiga estupenda (2011), de Elena Ferrante, a quien, por cierto, Elizabeth Strout admira con fervor—.Me llamo Lucy Barton muestra las dos caras de una vida. Por un lado, la huida: la lucha de una chica con aptitudes literarias para abandonar su hogar en busca de oportunidades, en busca del cariño que su madre no sabe expresar, en busca de su propio mundo. Y, por el otro, el regreso: cuando es una mujer madura, con recorrido, se produce una reconciliación con su pasado, una reconciliación íntima, discreta, de la que solo ella es consciente. En medio, plantea otra cuestión capital: el aprendizaje de Lucy Barton hasta convertirse en escritora. Los talleres de escritura, el contacto con escritores, la relación entre la vida y la literatura, la forma en la que aprende a poner en palabras sus propias vivencias. Es fácil sospechar que podría tratarse de una autoficción (Elizabeth Strout no sería la primera en escribir una novela sobre una escritora que en realidad es ella misma), aunque, de hecho, no lo es, puesto que los padres de la autora eran profesores y no tuvo una infancia rústica. En cualquier caso, esa sospecha de autoficción demuestra la verosimilitud que rebosa el personaje.La contención de la escritura hace que en la novela, como en la vida de Lucy, haya omisiones, silencios que el lector debe intuir; he aquí una versión más sutil y depurada de Elizabeth Strout, que se prodiga poco en los diálogos y escenas. La estructura fragmentada, además, mantiene la emoción al alternar episodios de diferentes épocas (la conversación con su madre en el hospital es el hilo en el que se intercalan los recuerdos de la infancia rural, de sus estudios, etc.), como un puzle que se va completando poco a poco, sin la linealidad de Olive Kitteridge o Abide with Me. No hay duda del oficio de Elizabeth Strout, de su poderosa voz y sus magníficas reflexiones, que regalan frases dignas de subrayar. No obstante, después de haber leído sus novelas anteriores, Me llamo Lucy Barton peca quizá de una excesiva sobriedad. Es tan íntima, tan parca, que no brilla con el esplendor de Olive Kitteridge. En este sentido, se puede considerar una obra menor de una escritora excepcional —de hecho, no ha superado la longlist del Man Booker Prize ni la del Bailey’s Women’s Prize. Para cualquier autor sería un éxito figurar en ambas, pero para una premio Pulitzer sabe a poco—.

Me llamo Lucy Barton - Elizabeth Strout

Elizabeth Strout

De todas formas, como suele ocurrir con los grandes, un libro menor de Elizabeth Strout ya es mucho mejor que la media. En Me llamo Lucy Barton encontramos una profunda indagación del peso que el pasado —la niñez, pero también la etapa adulta que algún día se convertirá en pasado— tiene en el presente, del peso de las decisiones que nunca se tuvo el valor de tomar, de las caricias nunca dadas, de las palabras nunca pronunciadas. Plantea preguntas sobre la dificultad (¿o imposibilidad?) de conocer a quien tenemos cerca, sobre la distancia entre una hija y sus padres, sobre las formas de expresar el amor maternal —en esto sí tiene cosas en común con Olive Kitteridge: ambas madres se alejan del estereotipo tierno—, sobre la capacidad para reinventarse en la mediana edad. Estamos ante una Elizabeth Strout más melancólica e introspectiva, cuya esencia se puede describir con esta frase: «Cuando escribes una novela puedes reescribirla, pero, cuando vives con alguien durante veinte años, ésa es la novela, y nunca puedes volver a escribir esa novela con nadie más».

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